La abubilla, aliada contra la peligrosa oruga procesionaria

La abubilla, aliada contra la peligrosa oruga procesionaria

Una de las aves más reconocibles de todas las que habitan en nuestros campos, esta representante de la familia de las upúpidas, ahora mismo se afana por buscar las incipientes y peligrosas orugas procesionarias, terror para las mascotas cada primavera.


Esos nidos sedosos, también llamados bolsones, que cuelgan de especies arborícolas el grupo de las coníferas, como pinos, abetos, cipreses, cedros, enebros, sabinas o tejos comienzan a ser abandonados por las orugas, tras entre 30 y 40 días desde la puesta de los huevos. Este es el momento, entre febrero y junio, dependiendo del clima, en el que comienza el problema, cuando bajan al suelo tras finalizar su estado larvario y se desplazan en esas largas filas buscando el lugar idóneo en el que enterrarse y crisalidar.

Esta ave usa su largo pico para acceder a los lugaares donde se ocultan los insectos, orugas y sus larvas y crisálidas.

Un momento que pone en alerta a los propietarios de perros y gatos, aunque estos suelen comportarse de manera más cauta, por el extremo riesgo que llevan con sus pelillos urticantes que se dispersan y flotan en el aire incluso a varios metros de distancia. Al entrar en contacto con piel o mucosas de animales y seres humanos producen un daño que oscila entre la irritación, urticaria, inflamación e incluso la muerte.

Esto suele suceder cuando el animal curiosea ante el estímulo que supone una fila de orugas y llega a chuparlas o al bolsón, que también resulta peligroso al quedar allí numerosos pelillos. El edema lingual es el síntoma más común, con esta parte de la boca del can o la garganta hinchadas, junto a úlceras, subida de temperatura, disnea grave, que es dificultad para respirar por esa hinchazón, con casos críticos que llevan al animal a morir asfixiado.

Bolsón de procesionaria.

Un ave especialista en devorar a la procesionaria

Ese temor de dueños de perros por la llegada al suelo de las orugas se convierte en avidez y apetito en otras especies. Hablamos de los principales depredadores de la procesionaria. Tenemos que citar aves como el carbonero y el herrerillo, dos insectívoras que demuestran ser especialmente voraces contra orugas, que llegan cuando la época de cría requiere más aporte de alimento para sus nidos. Otros animales que acechan y se alimentan de la Thaumetopoea pityocampa son las hormigas, las avispas, el lirón careto y los murciélagos.

Pero hoy nos vamos a centrar en el verdadero azote del lepidóptero defoliador: un pájaro abundante en prácticamente toda la península y que pasa los días primaverales escudriñando los suelos de nuestros montes de pinos en búsqueda de las orugas. Hablamos de la abubilla.

Las orugas comienzan a abandonar sus sedosos nidos.

Estamos ante una especie migradora que mayoritariamente viaja a África para invernar, aunque muchas permanecen en la península durante todo el año, sobre todo en el sudoeste ibérico, en el sudeste y en Baleares. Esta ave se reproduce en la mayor parte de Europa, excepto las Islas Británicas (cría muy ocasionalmente), Islandia, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia. En la Península Ibérica es pájaro numeroso que se ve por doquier, pero que baja en densidad al norte de la Cordillera Cantábrica, donde prefiere bosques y parques con muros y árboles viejos y se ve poco en terreno abierto a no ser durante la migración, en especial la de primavera, criando muy dispersas las parejas.

Su nombre es onomatopéyico, y alude a su característico canto “bub-bub-bub”, y su cresta se convierte en uno de los rasgos físicos más diferenciadores.

 

Alimentación: predilección por insectos y larvas

Se alimenta sobre todo de insectos y sus larvas. Su largo pico ha sido diseñado por la evolución para rebuscar entre la hierba o introducirlo por agujeros y grietas del suelo o de troncos de árboles, extrayendo grillos comunes y cebolleros con gran habilidad; coleópteros y sus larvas, ortópteros (larvas de saltamontes y langostas, lepidópteros, dípteros, himenópteros, etc.).

 

Y, como hemos adelantado, las orugas que marchan por el suelo en esa particular procesión, de ahí su nombre, se convierten en un auténtico manjar para las abubillas. Pero no solo en su forma de oruga, cuando ya están bajo tierra y forman la crisálida de la que saldrá la mariposa, ya no cuentan con esos pelillos urticantes que resultan tan dañinos. Estas aves, con sus largos y curvados picos se han convertido en especialistas en encontrar esas crisálidas y devorarlas con avidez. El control poblacional que realizan las abubillas con respecto a una especie tan dañina para la salud de los pinares resulta indispensable. Piénsalo la próxima vez que se cruce en tu camino esta inconfundible ave migratoria.

 


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