El borzoi, un galgo ruso diseñado para la caza de lobos
Lebreles gigantes para perseguir, atrapar y matar

El borzoi, un galgo ruso diseñado para la caza de lobos

El lobo es un animal que ha estado muy extendido en el territorio ruso, a excepción de la remota taiga. Y esta elevada población, localizada sobre todo en la tundra, en las zonas de estepa y en la estepa forestal, lleva chocando con la actividad agraria humana durante siglos. Es aquí donde toman protagonismo los perros especialmente diseñados y criados para correr tras ellos, alcanzarlos y luchar de poder a poder.


Ya lo describieron autores franceses del siglo XIX, catalogando al galgo ruso como “de todas las razas de perros, la más bella es el galgo ruso. ¡La figura es poderosa, la pose es orgullosa! A pesar de toda su elegancia, este perro es sorprendentemente valiente. Estas características la convierten en un animal magnífico”.

Los galgos rusos han alcanzado al lobo. A la derecha, representación de la caza de lobos con lebreles rusos.

Pero, ¿cómo acabaron los galgos árabes cazando lobos en Rusia? La expansión de los lebreles originarios de Arabia pasó por países como Egipto. Desde ahí, fueron llevados a palacios de poderosas monarquías y regímenes como el de la Rusia del siglo XIII. Mucho tuvieron que ver los invasores tártaros y mongoles, tras la influencia persa, territorio conquistado por los segundos. Pero fueron los primeros, los tártaros, los que llevaron consigo hasta los bastos campos rusos perros de diferentes tipos. Junto a los enormes canes acostumbrados a proteger los rebaños, les acompañaban lebreles de orejas plegadas. Los cruces con perros autóctonos de orejas levantadas comenzaron un largo proceso que fue perfilando al actual borzoi.

Imagen que describe perfectamente una cacería de lobos con borzois y cazadores a caballo.

Una selección marcada por los lobos

El gran número de lobos que acechaba a los pastores y a sus rebaños en los grandes bosques y praderas rusas fue la causa principal de que los habitantes de este vasto país cruzaran aquellos antiguos perros de tipo lebrel con perros pastores autóctonos de pelo largo. Desde esos primeros momentos, hablamos de años anteriores al siglo XVI, cuando la raza ya estaba fijada de manera muy similar a como hoy la conocemos, se la ha nombrado de diferentes maneras: borzaya (palabra en idioma ruso de la raza), psowaya barsaya, siberian wolfhound, barzoi (en Francia). Borzoi es el nombre que se le atribuye al macho de la raza. La palabra deriva de “borzyi”, que traducimos por “veloz”.

Poderosos borzois cazando un lobo gris.

Porque eso es lo que necesitaban los cazadores y ganaderos: un can rápido y poderoso, capaz de alcanzar y atacar a los depredadores. Aunque, comprobando las extremadamente eficaces cualidades venatorias de la raza, estos perros fueron introducidos en los caniles de las partidas de caza de la corte y de los nobles del país no solo para la cacería de lobos, sino también de distintos ungulados.

Caza de lobos en Rusia grabada en 1910.

La revolución de 1917 casi acaba con la raza

Hablamos de la época dorada de la raza. No solo en número de ejemplares trabajando en su país natal, sino en la calidad de estos. Tanto, que fueron elegidos como los regalos más valiosos de los aristócratas para sus homólogos de otros países. Hasta 1917, año de la revolución que supuso un antes y un después en la historia del país, había criadores que contaban por cientos sus ejemplares en sus perreras. Pero la sacudida social, una raza tan ligada a la nobleza sufrió una crisis que casi la borra del extenso mapa ruso. Afortunadamente, como hemos mencionado, muchos fueron los ejemplares que se habían enviado a países europeos y que sirvieron años después para recuperar una raza que volvería a trabajar tras los lobos en la época soviética de una manera tan funcional como lo hicieron en la etapa zarista.

Valentín Serov. Pedro I a la caza de perros, 1902.

Así se diseña un súper cazador: lebreles de gran tamaño para enfrentarse a los depredadores

No resulta difícil imaginar qué es lo que necesita un perro para enfrentarse con garantías de éxito a sus parientes lejanos, los lobos. En primer lugar, un tamaño suficiente para intimidarlos. A pesar de que los borzoi cazan en grupos, ya que, de otra manera resultaría imposible imponerse a poderosos depredadores como los lobos de la tundra (Canis lupus albus), una subespecie de lobo gris que habita la zona norte del país, con hasta 50 kilos de peso y 127 de longitud, estamos ante perros de gran tamaño. La altura del borzoi es de hasta 85 centímetros en los machos y de hasta 78 en las hembras, con una construcción corporal casi cuadrada, tendiendo a ser mediolíneo en los machos, lo que le confiere una constitución robusta, pero sin alejarse de las líneas ligeras de los lebreles, que requiere una osamenta ligera y unos músculos largos y bien desarrollados, sobre todo si nos fijamos en sus extremidades. Con ello, consigue una eficaz armonía en sus movimientos, así como una elevada velocidad durante la carrera.

Detalle de la cabeza de un borzoi.

Una morfología enfocada a la velocidad

Su estándar morfológico detalla que “la cruz no se marca en su perfil, mientras que la espalda se prolonga ancha y musculosa hacia el lomo, formando con éste y con la grupa una curva descendente que es más pronunciada en los machos. La cola se extiende en forma de hoz o de sable. Es larga, delgada y de implantación baja y cuando se coloca entre los miembros posteriores alcanza la protuberancia del hueso ilíaco. Cuando el perro está en reposo, cuelga hacia abajo, pero cuando está en movimiento, la levanta, pero no debe portarla por encima del nivel de la espalda”.

Como debe figurar en un perro diseñado para correr a altas velocidades, el pecho del Borzoi goza de una gran amplitud y destaca por estar bastante desarrollado, alcanzando hasta el nivel de los codos, largo, concluyendo en un vientre recogido que dibuja una línea inferior que se levanta abruptamente hacia el abdomen.

Lebrel ruso en plena carrera.

Unas patas poderosas

Todo enfocado a conseguir un galope muy rápido, de gran amplitud y ágil. Algo potenciado por unos miembros delanteros delgados pero musculosos. Vistos de frente, son perfectamente rectos y paralelos. La altura de las extremidades anteriores, desde el codo hasta el suelo, resulta igual o un poco superior que la mitad de la altura a la cruz. Comienzan en unos hombros largos y oblicuos, que descienden hacia unos brazos moderadamente oblicuos, de una longitud apenas mayor a la de las escápulas. El ángulo de la articulación escápulo-humeral está bien pronunciado. Los codos se encuentran en planos paralelos al plano medio del cuerpo, se prolongan hacia un antebrazo largo, delgado y de sección transversal ovalada. Visto de frente, es estrecho; visto de perfil, es ancho.

El pelo del borzoi le ayuda a soportar las bajas temperaturas de su país natal.

Toca una revisión de las patas traseras. Si las observamos frontalmente, son rectos, paralelos y están un poco más separados que las extremidades anteriores. Cuando el perro está parado, la vertical que desciende de la tuberosidad isquiática debe pasar frente al centro del corvejón y del metatarso. Sus muslos, largos y posicionados de manera oblicua, se sustentan gracias a unos desarrollados músculos. Los pies del Borzoi son estrechos, dibujando una forma ovalada y alargada (pie de liebre), con dedos arqueados y apretados, uñas largas y fuertes que llegan a tocar el suelo.

Los perros de esta raza suelen vivir entre doce y catorce años. Las camadas, generalmente, son de seis o siete cachorros, aunque pueden sorprendernos partos de más de diez perros.

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El pelo largo, ideal para resistir el frío norteño

Cuando observamos un buen ejemplar de esta raza, lo primero que nos llama la atención es el pelo que cubre su cuerpo. Sin duda, herencia de los lebreles antiguos mezclada con la genética de perros autóctonos. El resultado es una capa de pelo sedosa, suave y suelta, ondulada o formando rizos cortos, pero nunca rizos pequeños y apretados.

En la cabeza, las orejas y las extremidades, encontramos un pelo un poco más grueso, lo que el estándar describe como satinado, más corto y bien estirado. En el cuerpo el pelo es más largo y ondulado, como ocurre también en los flecos inferiores, en los denominados “pantalones” y en la cola, mientras que, en zonas como los hombros y la grupa, forma rizos más finos, y en los laterales y en los muslos el pelo es más corto. Algo diferente a la zona del cuello, que está poblado de un manto más denso y abundante, contribuyendo a potenciar esa imagen de perro aristocrático.

Un perro diseñado para correr rápido.

En cuanto a los colores que podemos encontrar en la raza, el estándar resulta muy claro: “Se acepta cualquier combinación de colores, salvo alguna que contenga el color azul o marrón (chocolate) y cualquier derivado de estos colores. Todos los colores mencionados pueden ser sólidos o manchados. Los flequillos, los pantalones y la pluma en la cola son de tonos considerablemente más claros que el color de fondo. En los colores carbonados es típica la máscara negra”.

 

La caza del lobo en Rusia: borzois y cazadores a caballo

Los antiguos tratados de caza describen cómo se desarrollaban esas cacerías de los abundantes lobos que mantenían en jaque a los ganaderos del país. Varios jinetes acompañaban a caballo a los responsables de llevar atados a los perros lebreles. Mientras, los sabuesos y perros raposeros seguían la pista de los depredadores. Cuando los descubrían y conseguían avistarlos, el cazador gritaba “¡lobo, lobo!”. Era la señal para soltar a los perros. Comenzaba la persecución de los lebreles, seguidos por los cazadores a caballo. Cuando un lobo era alcanzado, los perros se encargaban de retenerlo y evitar su huida hasta que uno de los jinetes bajaba de su montura para rematar a cuchillo o lanza al peligroso depredador.

 

Foto portada: Pavel Mikheyev

 


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