El relevo generacional en la caza: su primera aventura cinegética, a los 4 años
Jóvenes cazadores

El relevo generacional en la caza: su primera aventura cinegética, a los 4 años

El mejor modo de entender la caza y de amarla es viviéndola desde la más temprana edad como nuestro protagonista.


La pasión por la caza tiene algo de herencia. Aunque no se trasmita genéticamente, la afición en el entorno familiar perpetúa esta querencia hasta considerarla un modo de vida. Así le ha sucedido a Pablo García, un joven cazador extremeño de doce años. Natural de Santa Amalia (Badajoz), lleva saliendo al campo en compañía de su padre desde la temprana edad de cuatro años, cuando vivió su primera media veda. Desde entonces su pasión por la menor no ha hecho más que crecer. A los seis fue a su primera montería, en la Finca “Los Castellos" (Cáceres), una experiencia que no olvidaría jamás. Desde aquella, Pablo se ha vuelto un cazador todoterreno, al que le apasiona de igual forma el pelo que la pluma y que disfruta de cada jornada como si fuera la última.

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El pequeño Pablo con su orgulloso padre. A la derecha, Pablo con un conejo.

Hay que vivirlo

Los aprendizajes son permanentes cuando los experimentas en primera persona. También son muy importantes los conocimientos teóricos que un cazador avezado pueda trasmitir a un novel acompañándolos de consejos basados en sus propias vivencias. Pero imbuirse ya desde los seis años en una montería, observar a los cazadores, escuchar las ladras y las detonaciones, ver a las piezas abrirse paso por medio del monte, sentir la naturaleza en estado puro, y que todo ello te divierta o te genere emociones es la mejor forma de ir aprendiendo las técnicas y sobre todo los valores del noble arte de la venatoria.

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Pablo con un perro de rehala. A la derecha, Pablo usando unos prismáticos disfrutando de una montería.

Cómo vivió Pablo su primera montería

Cuando vi el jabalí corriendo delante de los perros me causó mucha impresión, se me puso el corazón a mil. Lo vi antes que mi padre, y le avisé. Cuando efectuó el disparo y le vi caer… sentí mucha emoción. ¡Lo único que quería era ir a verlo!

Recuerdo que le dije a mi padre cuando llegamos a la muerte “yo quiero cazar uno” y hoy en día, sigo soñando con mi primer jabalí.

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Pablo en una montería con solo 6 años.

El relevo generacional

Aunque cada día son más los grupos de jóvenes cazadores y cazadoras como dan prueba las difusiones en redes sociales, nunca hay que bajar la guardia. Siempre se debe seguir trabajando, desde el ámbito familiar, como es este caso, y con las federaciones de las distintas autonomías formando, a través de cursos, a los más jóvenes para sentar las bases del sector cinegético del futuro. Sólo así aseguraremos que haya un relevo generacional, factor imprescindible para que la caza tal y como la conocemos, no acabe desapareciendo.

El cuestionamiento de los niños en la caza

Siempre ha sido un tema que ha generado gran controversia. Son muchas las voces que se alzan contra la presencia de niños en las monterías. Y no les quitaría la razón si la caza fuese solo pegar tiros.

Pero no son las armas. Es ver el amanecer y el anochecer. Son los animales en libertad. Es observar a los perros en su pleno apogeo. Es compartir con amigos. Eso es lo que enseña una montería a un niño.

Cuando los jóvenes se conviertan en adultos tendrán completamente asimilado el concepto global de la actividad cinegética como la mejor herramienta de la que disponemos para la conservación y regulación del medio ambiente.

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