Llegó el momento

Llegó el momento de salir a codornices, haya pocas o muchas. Importa el número, pero no tanto como salir al campo, con el perro por delante dispuesto a sudar la camiseta y a disfrutar del día. Importa pues el cómo, pero no el cuánto.


Más me preocupa la luna del pasado lunes. A buen seguro que la muy bruja habrá iluminado el camino de retorno a muchas miles de codornices para desgracia de los aficionados. Así son las cosas de la Naturaleza y hay que aceptarlas como van viniendo. Los cazadores lo saben y una vez más aceptarán el reto, porque si para llenar el morral bastase cogerlas por cola saldrían muy pocos al monte.

Las que de momento se están salvando de la quema son las perdices, que han criado bien. No deja de ser sorprendente que este emblemático y poderoso animal, a pesar de tener enemigos por doquier, empezando por el hombre que ultraja sus hábitats humillando sus campos con herbicidas, pesticidas y fungicidas varios de ellos letales, a nada que la climatología le acompañe durante la época de ovificación y cría resurge con inusitada fuerza.

Una maravilla ver cómo se mueven con rapidez los perdigones aprendiendo todo lo que les va enseñando la solicita madre. ¿Qué sería a nada que controlásemos las pequeñas predadoras y humanizásemos un poco el campo? Sencillamente, una explosión demográfica en pocos años a nada que los cazadores también respeten los cupos, que lo hacen la gran mayoría.

Pero ahora, como digo, la protagonista es la codorniz, escuela de aprendices e importante esparcimiento para los mayores. Sin olvidarse de los perros, ya que sin su consurso más vale quedarse en casa.

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