Se confirma un mal año de codornices

En primer lugar, quisiera manifestarles que me entristece no poder pedirles disculpas por haberme equivocado. Lamentablemente he acertado, casi milimétricamente en todo un devenir coturno inherente a la desveda de la codorniz del año 2021. No estoy bien de salud y, aun cuando he ‘carrilaneado’ por no poder andar debidamente, eso no fue óbice para escrutar las querencias de antaño con las limitaciones propias de un buen todoterreno.


Un servidor de ustedes, que soy yo, sólo lee con mucha atención lo escrito por el señor don José Luis Garrido Martín y don José Miguel Montoya Oliver. Las de los otros y otras las pongo en cuarentena, pero cuando las contrasto con la triste realidad, me dan pena. Encima dan lecciones a las diferentes administraciones. Así nos va.

Hay superlativos bobalicones, que amparados en la clandestinidad me insultan de forma irracional. Pues bien. Con razones escritas por semejante chusma se han coronado muchos  inocentes. Suelen ser minúsculos bicharraquillos impotentes quienes —al insultarme— me utilizan como venias a sus amos. ¡Qué pena! Prostituyen Internet como simples felones que son.

Los principales motivos del descenso

  • El laboreo del campo.
  • La falta de refugios.
  • El cambio climático.
  • La falta de una estructura venatoria humana que propicie el acomodo al veraneo de la especie.
  • Exceso de depredadores.
  • Aparatos electrónicos de llamada tanto para machos como para hembras.
  • Unas leyes que dejan mucho que desear debido a su antigüedad.
  • Demasiada gente apoltronada en unas estructuras estrafalarias impropias de nuestros tiempos.

La codorniz no es sólo el primer día

La codorniz pasa por España y se va quedando de mayo a junio, pero son muchas las que se paran a descansar y no permanecen en su cobijo más de un día. Cría en su lugar de destino y para últimos de agosto e incluso antes contrapasan a veces en cantidades inusitadas, es por el que el paseíto por la mañana nunca debe de faltar en los altozanos de labor y demás tierras de cereal. Quien vaya todos los días a los lugares donde les indiquen los viejos del lugar, pocas o muchas, alguna cazarán.

Nota final

Lean señores, lean y háganlo con mucha atención, pues la paloma torcaz nunca nos faltará y todo ello aderezado con unas absurdas prohibiciones que le dan a uno ganas de llorar.

Las palomas silvestres y la torcaz abunda en muchos ciudades de España y tienen que recurrir a matabichos profesionales, para que los capitalinos puedan caminar y más para poder aparcar el coche en la ciudad, cosa que se ha convertida en un drama monumental. Hay torcaces a punta pala y su número sigue creciendo gracias a la picardía y habilidad de tan astuta ave. Tienen agua en las ciudades y frutos exóticos a raudales. Además, tienen árboles donde nidificar y cantidad de farolas que las calientan llegado el invierno. No obstante, también suelen salir al campo cercano de la ciudad para degustar girasoles, trigo que se pierde por los caminos y residuos de leguminosas.

Ya sé que esto no va a gustar a muchos, pero sepan que todavía están poniendo y… matarlas tan pronto… No me gusta, no me gusta.

De la paloma bravía hay mucho de lo que hablar, pues Tierra de Campos dice que va a ayudar a restaurar los palomares. Ya lo ha dicho en otras ocasiones y cada año se caen más palomares romanos al suelo. ¡A lo mejor ahora es verdad! Ya veremos.

La mixturación de las palomas bravías es un problema monumental. A mi modesto parecer había que recoger todas las palomas que se capturan con jaulas trampa o rifles de red y quitar todas las mestizas con domésticas para dejar un palomar como los de antaño. Lo malo es que en los pueblos ya casi no quedan quien cuide tan suculento manjar y menos los edificios. Sí. También crían en edificios eclesiásticos. Ya escribiremos de todo un poco.

De la paloma torcaz, doméstica y zurita, hay mucho que escribir y lo haré sin titubear recordando mi derruido palomar en Fuente Andrino (Palencia). Un palomar donde en su corral mi abuelo cultivaba azafrán.

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