Y harán de la necesidad virtud

Unas semanas atrás amanecí con una noticia reconfortante. Mis ojos vieron como el responsable de industria de ‘Estepaís’ se reunía con el responsable económico del principal partido de la oposición. Han acordado que, ante la delicada situación económica que estamos atravesando, estaban dispuestos a sentarse a hablar y pactar las futuras políticas energéticas de ‘Estepaís’, sin líneas rojas… Ha sido necesario un baño de realidad, y el miedo a la revuelta social que se podía montar ante la, en aquel entonces, inminente subida del recibo de la luz en un 11%.


Que en España estemos pagando la electricidad mucho más cara que en el resto de Europa es público y notorio, pero que esa sobretasa sirve para compensar a las eléctricas del sobrecoste que les ocasiona como productores la imposición sectaria de impedir el desarrollo nuclear, no lo saben tantos. En ese recibo, además pagamos el capricho ecológico de los huertos solares, que son rentables gracias a las subvenciones pagadas con nuestros impuestos. Las eléctricas necesitan asimismo ser compensadas porque tienen la obligación de comprar esa electricidad, supuestamente ecológica, mucho más cara que lo que les cuesta a ellos producir el Kw/h. Dejo para el final el despilfarro que significa la creación de nuevas líneas de distribución de energía desde los remotos lugares donde se produce la eólica, y la subvención anacrónica del carbón leonés, sin el cual el presidente de ‘Estepaís’ perdería el escenario anual de inicio del curso político postvacacional. Su predecesor hacía lo mismo con su anualizada partida de dominó en Quintanilla de Onésimo, desconozco si las fichas estaban también subvencionadas. Lo dicho, nuestra clase política «hace de la necesidad virtud». Empiezan a hablar del futuro energético cuando ya no les queda más remedio. Cuando la realidad económica del despilfarro les ha pateado la cara violentamente. Mientras, nosotros cazadores, ejercemos nuestra condición de paganos por partida doble, la que sufrimos como ciudadanos, a la que hay que sumar la que sufrimos como amantes de una tierra que vemos mancillada con el CO2 emitido inútilmente con carbón altamente contaminante. La vemos también violentada por esos gigantes con aspas que crean ruidos, peligros, e incluso perturbaciones que afectan a nuestras aves autóctonas y a las migratorias, mermando su capacidad de orientación. Vemos campos solares que han libado las subvenciones que deberían haber recaído en quienes trabajan la tierra de verdad, nuestros agricultores. Aquellos que sí cuidan del medio, aquellos que labran la tierra en un acto de amor preñándola de pan todos los años. Si sólo con unas migajas de ese despilfarro se les podía compensar para que no cosechasen de noche, salvando de este modo ingentes cantidades de nuestra avifauna. De este despilfarro se han dado cuenta tarde, y todavía no son conscientes de su magnitud. Pero hay otro despilfarro más, que afecta directamente a las cacareadas políticas de adelgazamiento de la administración. Me refiero, una vez más, al expolio del erario público que significa pagar a profesionales o funcionarios para extraer excedentes en los parques nacionales. Si un día lo hiciesen los propios cazadores a través de sus federaciones y asociaciones, se dejaría de malgastar nuestros impuestos, al tiempo que se inyectaría dinero contante y sonante en zonas deprimidas de nuestro territorio. Algún día también harán de esta necesidad virtud, espero que sea más pronto que tarde, antes de que los pueblos de nuestras sierras más montaraces se arruinen definitivamente. Publicado en el número de agosto de Federcaza
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