En familia

Dicen, que «todo río vuelve a su cauce», y que el tiempo pone las cosas en su sitio y puede ser un ejemplo de lo que a ciertos sectores monteros le está ocurriendo.


Con el ¡Boom! Montero de las últimas décadas, se había mercantilizado de tal manera el sector, que en cierto sentido se estaban perdiendo las formas en cuanto a la forma de cazar y la esencia de saborear lo que realmente importa, al menos para mí, compartir una jornada con amigos. La burbuja inmobiliaria no vino a inflar solamente el precio de las viviendas sino también el de todo lo que rodeaba y tocaba aunque fuese muy de lejos. Así, hubo fincas que nunca se habían monteado y que comenzaron a vender caza y fincas de las de toda la vida de invitación, que pasaron gracias a su renombre a costar verdaderas fortunas el poner un pié en ellas. Las lluvias habían traído la crecida brutal del río, no había quien lo traspusiera. La crisis, las vacas flacas, o como queráis llamarlo, no ha venido a traer tan solo momentos y situaciones críticas, también ha venido a hacer una verdadera limpia en cuanto a nuevos monteros y a curiosos que se habían adentrado en nuestro mundo movidos por un atajo de intereses. Ese clareo también ha repercutido en el precio de las fincas y en la vuelta atrás en muchas de ellas, poco a poco, el agua vuelve a su cauce. Así, muchas fincas cuyos propietarios son verdaderos aficionados a la caza, que antaño vendían o arrendaban los aprovechamientos cinegéticos, han llegado a la conclusión, de que no merece la pena realizar tales gestiones, y han pasado de vender la montería a terceros, a organizarla ellos mismos y o bien, darla por los gastos entre amigos, o bien hacerlo de invitación, evitando así el carrucheo de extraños durante todo el año campando a sus anchas en sus propiedades. Monterías donde hace no muchos años se cazaba la finca dos veces con setenta puestos, ahora se organizan tres ganchitos con veinte posturas a gastos, y se caza más, se disfruta más, y se descasta menos. Ya son muchos los propietarios que se han dado cuenta de que tal vez, volver a lo de antaño sale mas barato, y sabe mejor. Que organizando cositas pequeñas, con los doce o quince amigos y allegados, si no has tenido suerte tú, la ha tenido tu amigo, y si no, el amigo de tu amigo y todos estamos contentos, que así, se respetan las corridas de las reses, no se cortan unas posturas a otras y se montea con caballerosidad y con la tranquilidad que aporta el saber que no existen ansias por amortizar un dinero invertido en una jornada de caza, y conociendo al vecino de puesto, lo cual ya es una garantía. He de reconocer que no todo el mundo dispone de un grupo así, pero todo aquel que lo haya vivido como he tenido el honor de realizar lo yo, sabrá de lo que hablo, y también estará de acuerdo conmigo que el sabor que deja una jornada sin lance de las que comento, no lo quitan dos con lances acertados rodeados de extraños. Porque cuando se caza con amigos, su suerte es la tuya, y es compartida, y normalmente la jornada se acaba por extender hasta bien entrada la tarde, contando los lances acertados o no de unos y otros, disfrutando de los aciertos y riéndonos de los fallos que todos tenemos, al que haya correspondido en suertes abatir la mejor pieza de la jornada le tocará flojar el bolsillo con los combinados y al que la suerte le sonriese de diferente forma errando ese lance a placer, le tocará soportar la graciosa sorna de los compañeros, que se ensañarán con el hasta la extenuación, exagerando el asunto de forma directamente proporcional al nivel etílico y de gratificación. Esta última parte, es la que mas suele gustar al que la prueba, y es por norma general la que suele faltar en toda aquella jornada comercial, en la que las prisas por llegar a casa, por cortar la cabeza al trofeo y partir hacia nuestros lugares de origen para compartir el lance con quien de verdad nos importa es lo que impera. Pero como bien vengo diciendo, cada vez mas, el agua está volviendo a su cauce.
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