El jabalí soñado el último día de la temporada

Hemos contactado con un joven cazador para que compartiese con nosotros un apasionante lance durante una batida en la que abatió un impresionante jabalí, un sueño que llevaba persiguiendo varios años.


 El jabalí soñado
El jabalí soñado

 El jabalí soñado
 El jabalí soñado
 El jabalí soñado

Desde hace ya unos años subo a cazar a la zona de la Sierra de Guara, a un pueblo pequeño llamado Asque, que se encuentra en el Somontano de Barbastro, una zona de parajes maravillosos con barrancos escarpados y de monte muy sucio en el que el protagonista de nuestras jornadas es el jabalí.

Un primer día sin suerte

Se presentaba el último fin de semana de la temporada y se esperaban buenos resultados, ya que la cuadrilla había estado preparando las dos cacerías durante bastante tiempo, así que llegué al local después de bastantes días sin ver a la cuadrilla de amigos.

Y, cómo no, comenzamos a comentar lances pasados, mientras el presi, junto a los rehaleros, debatían la zona a cazar.

Éramos pocos puestos, así que había que posicionarse en los puntos de paso más habituales de los escurridizos jabalíes. Aquel día me tocó ir al agujero. El agujero es un puesto en un barranco fuera de cacería en el que, si toca un día de aire y frío, no desearías volver. Pero acaba siendo como un puesto de traviesa en una finca cercada, en el que el jabalí raro es que no acabe pasando, y pocos se fallan.

Pues aquel día pasó. Y lo fallé. Un gran jabalí. Sí que es cierto que estaba bastante lejos, pero el día no acompañó y la suerte no estuvo de mi lado. Por fortuna, la cacería del sábado salió mejor de lo esperado y se abatieron seis jabalíes entre diez puestos.

La ilusión de terminar bien la temporada

El último día era más tranquilo que el sábado. Se acordó cazar una zona muy grande, ya que se disponía de dos rehalas más y podía salir bien.

Me tocó encima de una cueva. Por debajo pasaba una senda y me aseguraron que el jabalí pasaría por allí, así que me asenté en la misma piedra a esperar.

Cuando soltaron los perros, al momento empezaron a escucharse a los de rastro rompiendo el silencio de la montaña detrás de los jabalíes.

Aquellas primeras persecuciones en la montaña por la zona que tenía frente a mí, al ser un monte muy sucio y a mucha distancia, no me permitían ver a los jabalíes. Por esta razón, apagué la emisora, intenté desconectar de todo y esperar que hubiera suerte.

En guardia por un gran guarro

Pasó un tiempo y me dio por conectar otra vez la emisora. Escuché que Carlos subía hacia la cobeta con los perros, así que apagué de nuevo la emisora y me puse en guardia.

Acto seguido, escuché cómo el jabalí estaba acercándose. Los segundos pasaban muy despacio y el corazón estaba a punto de que salir disparado del pecho. El jabalí había sacado ventaja a los perros, y cuando llegó al camino se ve que le di el aire y no quiso entrar, así que se dio la vuelta y quiso buscar otro camino.

Un disparo a cien metros

Lo que no sabía es que por allí por donde intentó esquivarme era otro de los tiraderos que tenía controlados.

Preparé mi rifle Winchester M-70 en calibre 300 Win Mag y esperé a que saliera. Y así fue. Vi moverse los bajos de las encinas, y allí estaba, cruzando un pequeño claro a unos cien metros de distancia. Me encaré el rifle y apunté rápidamente gracias al punto rojo de Aimpoint. Y disparé.

Al poco tiempo llegaron los perros por el mismo sitio por donde había pasado el jabalí, pero mi sorpresa fue que cuando alcanzaron el punto donde había disparado, cruzaron como si no hubiese nada allí, y me dejaron con la duda de si lo había abatido.

El jabalí con el que soñaba

Cuando terminó la cacería ya estaba a punto de anochecer y teníamos que recoger pronto para que no se nos hiciera de noche. Antes de volver al coche, cogí el rifle y me acerqué a mirar si por casualidad había, como mínimo, algo de rastro de sangre.

Y cuál fue mi sorpresa que el animal de mis sueños estaba posado en el suelo tal y como le impactó la bala Hornady SST 180 gr.

Un jabalí de sierra maravilloso con un cuerpo marrón claro y con una buena boca era mi sueño desde hacía años. Y lo cumplí el último día de temporada.

Me gustaría agradecer a los perreros que hacen posible que estas cacerías salgan de una manera tan buena: a los perros de Valentín y Hugo, pero sobre todo, quiero agradecer a mi primo Miguelito su dedicación y trabajo para que el resto podamos disfrutar de la caza en este coto.

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