155 kilos de jabalí en el corazón de los Cañones del Sil

El Club de Monteros Ribeira Sacra, ubicado en Ourense, y grandes aficionados a la caza del jabalí, nos ha relatado la crónica del día de cacería que alentó su temporada cinegética 2018-2019, en el que consiguieron abatir dos jabalíes destacables en un lugar donde cazar es duro, intenso y real.


 Jabalíes
Jabalíes

 Jabalíes
 Jabalíes
Escuchar el eco de los disparos y las ladras de rastro en los Cañones del Sil es un espectáculo

El veterano y experto cazador Don Senén Ramos Álvarez, presidente de Club, siempre organiza las armadas rápido, más aún cuando hay muchas ganas de cazar porque los rastros son abundantes y frescos.

«A las 08.00 de la mañana los monteros se dieron cita en la localidad de Luintra, mientras los perreros y rastreadores preparaban a los grifones, sabuesos y demás jauría en las perreras del Club. A las 09.00 nos reunimos en el cruce superior que lleva al Parador Nacional de Santo Estevo de Ribas de Sil, alejados de dicho monumento para no entorpecer ni molestar el descanso de los huéspedes. Tras un rápido intercambio de impresiones y ante la abundancia de rastros decidimos comenzar a cazar una mancha que arranca a unos 300 metros del lugar y que conforma una hoya con dos regatones en su interior», nos ha relatado Senén Ramos Jr, hijo del presidente de este club de monteros gallegos.

Organizados, dan una hora a los puestos para cerrar la mancha

Senén cazaba ese día con su rehala, ayudado por Manolo y Benigno. «Conduje a los perros mediante traílla hasta la suelta, para que no se distrajesen con los rastros de los corzos que rodean los encames de los jabalíes. Al fondo de la mancha, por la parte cercana al Sil, Manuel Junco haría lo propio con su rehala de gascones y podencos chicos».

En este espectacular cazadero de tupidos castaños centenarios, intercalados con monte de brezos, espinos, tojos y zarzales, los puestos son todos naturales, algunos incluso de difícil acceso por las empinadas laderas.

Un ‘vakamulo’ haciendo frente a los perros

«El rastro era muy abundante, los animales habían estado pegados al monasterio por la noche y el camino estaba completamente levantado. Los perros estaban nerviosos. A los quince minutos llegamos al lugar indicado para soltar, confirmé con mi amigo Manuel Junco que todo estaba ok y soltamos», nos cuenta Senén.

A este cazador le gusta llamar cariñosamente vakamulos a los grandes jabalíes que pueblan su coto. «Los perros se metieron en un zarzal, por el barullo sabía que algún gran jabalí les estaba haciendo cara a los perros».

Pol, el grifón de Senén Jr., pinchado en este encuentro

«Le escuché quejarse, así que me introduje en el zarzal y realicé una detonación controlada al suelo» —en Galicia los batidores pueden usar arma de fuego para apoyar a los perros—. «En ese momento el gran vakamulo salió de la protección del zarzal llevándose a la jauría con él, excepto a Pol, que regresó hasta mí con la pata rajada.

»Avisé a mi sobrino Mateo para que rápidamente llevara a Pol al remolque y lo asistiera. En ese momento sentí dos disparos ladera abajo. Mi amigo Santiago Castro, me confirmó que el gran vakamulo había caído».

155 kilos de jabali en la romana ¡y no fue el único!

Este lance, de un cochino que finalmente ha dado plata, no fue el único que pudieron disfrutar los monteros. Otro de los perros de Senén, Carelia Balita, sacó de su encame a una piara que los componentes del Club tiraron en los dos cierres y en la traviesa.

Por otra parte, en el cierre de Cañota furada, Carlos Cuenca abatió un joven ejemplar de unos 40 kg y nos cuenta Senén que «estando recargando, Carlos observó otro enorme jabalí que se le estaba pasando sin perros por un terrazo antiguo de los viñedos que los monjes benedictinos tuvieron en esas tierras».

Carlos aguantó con la templanza que la disciplina castrense le ha instruido, hasta que pudo tirarle en un corto espacio, de unos tres metros, donde la pared derrumbada ofrecía la silueta completa del animal. Así los monteros del Club Ribeira Sacra conseguían un segundo gran jabalí de 135 kilos, que ha conseguido alcanzar el metal dorado. «Fue un día muy completo. Otros dos jabalíes de gran envergadura fueron fallados por Benigno y Roque», apunta Senén.

En total serían siete los jabalíes cobrados en poco más de dos horas, que hicieron las delicias de este club de cazadores. Pasaron la tarde preparando sus piezas y tomando una parrillada entre amigos y compañeros, rememorando los lances y emociones de la jornada, como buenos monteros.

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