Quitar la vida a un encantador corzo solo y exclusivamente para colgar sus cuernos de una pared, es algo que rechazo

Quitar la vida a un encantador corzo solo y exclusivamente para colgar sus cuernos de una pared, es algo que rechazo

Tras la publicación de su obra ‘Más Cosas de corzos. Por un necesario cambio de rumbo’, hemos querido disfrutar de una agradable e instructiva charla con Pablo Ortega, el autor de este libro que viene a continuar, una década después, aquel icónico y obligado ‘Cosas de corzos’.


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—Como hace ya unos meses que el libro llegó al cazador, me gustaría conocer el feed-back o respuesta que te ha llegado por parte del cazador con respecto a este mensaje de necesario cambio de rumbo que dejas claro desde el título de esta obra.

—He de decir que las críticas y comentarios, tanto de los medios especializados como de bastantes cazadores de a pie –muchos de ellos desconocidos para mí– que se han dirigido a la página web del libro, me han sorprendido favorablemente. Al publicar Más cosas de corzos, yo era perfectamente consciente de que en buena medida era un libro contra corriente, que podía ser mal entendido por algunos y provocar reacciones adversas, lo que no ha sido el caso. Me parece de ello deducir que el cazador español, acosado por el animalismo en boga, está hoy suficientemente maduro para entender que la caza o evoluciona hacia algo que la sociedad pueda entender o está condenada, más pronto que tarde, a desaparecer.

Quitar la vida a un encantador corzo solo y exclusivamente para colgar sus cuernos de una pared, es algo que rechazo

—En tu libro hablas de un profundo cambio en las líneas que marcan la caza del corzo. ¿Puedes describirnos brevemente los errores en la gestión y caza del corzo que deben ser enmendados? ¿Hacia dónde llevan los cambios que incluyes en el libro?

—En lo que se refiere a la caza del corzo, creo que nuestro error principal deriva de un excesivo culto por el trofeo de este animal. Es cierto que el –desde mi punto de vista– indeseable trofeísmo no afecta exclusivamente a los cazadores de corzos, pero es en los cérvidos (y el Capreolus capreolus es uno de ellos) donde más se manifiesta la profunda contradicción que en sí mismo encierra.

En venados, corzos o gamos —especies que renuevan su cuerna cada año—, los trofeos sobresalientes corresponden a los ejemplares en mejores condiciones físicas, precisamente aquellos que una adecuada gestión cinegética debería respetar en el campo, dejándolos para padrear. Es evidente que alguna renta puede extraerse, siempre de manera mesurada, de cualquier población animal y que ello permite escoger y cosechar —como excepción— algunos de esos individuos en el cénit de su desarrollo, pero lo que resulta insostenible es que hoy miles de cazadores nos lancemos a los campos de España en primavera y verano tras de los corzos, con el objetivo común de abatir el ejemplar con el trofeo más grande que nos sea posible. Ello representa una clara selección negativa sobre los mejores machos de la especie, que ya lleva bastantes años ejerciéndose y terminará pasándonos factura.

—¿Crees que en nuestro país la dirección que tomará la caza de esta especie será la que marcas en las páginas de tu obra?

—Estoy convencido de que la caza solo podrá ser aceptada por alguna parte de nuestros contemporáneos no cazadores si es capaz de ofrecer una imagen diferente. En Más cosas de corzos expongo la teoría de que hay tres formas de ser cazador: el «cazador proveedor», el «cazador deportivo» o por afición (pues la caza no es un deporte) y el «cazador gestor».

La primera y la última de estas formas de ejercer nuestra afición son más sencillas de defender, pues solo exigen ser capaces –por un lado– de recuperar el aprecio por la carne de caza y extender la obligación moral de dar destino a la pieza abatida, que nunca debió perderse; y, por otro, demostrar que el papel del cazador para el control de poblaciones animales es absolutamente necesario en nuestros tiempos. Estos dos enfoques pueden ser entendibles por alguien ajeno a nuestra afición, pero no así la caza por afición. Millones de nuestros contemporáneos son completamente refractarios a asumir que nadie pueda encontrar una profundísima y sana alegría en la persecución y muerte de un animal. Desde luego, quitar la vida a un encantador corzo solo y exclusivamente para colgar sus cuernos de una pared, es algo que la mayoría de la sociedad rechaza y rechazará. Y yo, también.

—¿Cómo ves la situación del corzo en nuestro país si no se efectúa ese cambio de rumbo? ¿Cómo será la caza del corzo dentro de 20 años si todo sigue como hasta ahora y si se atiende a este cambio de dirección?

—Creo que en las respuestas a las preguntas anteriores ya va implícita la que corresponde a esta. Para mí la caza es un mágico mecanismo de reingreso en la naturaleza, un arcano fuego transmitido hasta el presente por nuestros genes más ancestrales que nos permite, a los que aún mantenemos viva su llama, darnos de vez en cuando unas vacaciones de humanidad y disfrutar el campo desde dentro, con una intensidad y autenticidad incomparables en relación con el excursionista, ciclista o montañero. Solo por ello ya la caza merece ser conservada. Pero para lograrlo es necesario que esa pasión y disfrute del «cazador por afición», nuclear a la actividad, se envuelva con los ropajes del «cazador proveedor» y del «cazador gestor», que no deben ser falsos disfraces. En caso contrario, la caza como la hemos conocido los que pasamos el medio siglo de vida, tiene entre nosotros los días contados.

—Mencionas una especie de proceso de maduración en el cazador poniendo tu ejemplo personal. ¿Crees que el cazador de corzos sigue esa evolución natural o lógica? ¿Qué es lo que marca esa maduración?

—Desde luego que cualquier hombre madura a lo largo de su vida en todos los aspectos de su personalidad, y su faceta venatoria no puede ser una excepción. No ve las cosas igual alguien recién iniciado en esta afición, que quien lleva a los lomos décadas de madrugones e intemperies. Los años dan perspectiva, sosiego y algo de sabiduría. Sin embargo, es característica diferencial de la especie humana –y base de su progreso– la posibilidad de transmitir conocimiento de una generación a la siguiente, de manera que una empieza su recorrido vital en el punto al cual llegó la anterior.

Un joven universitario aprende hoy en pocos años lo que al Homo sapiens le ha costado milenios llegar a saber. En España, en lo relativo al corzo imperaba, debido a diversas razones, un enorme desconocimiento y había una gran inexperiencia. Al contrario, por ejemplo, que con todo lo concerniente a la montería, vieja tradición española de la que mamé en mi familia normas y fundamentos, en el corzo yo –como bastantes otros de mi generación– debí aprender por mí mismo. Ni que decir tiene que en ese camino nos equivocamos muchas veces, pero a fuerza de errores algo en limpio sacamos. Y eso es lo que con mi libro Más cosas de corzos pretendo transmitir a los que vienen detrás.

Quitar la vida a un encantador corzo solo y exclusivamente para colgar sus cuernos de una pared, es algo que rechazo

—El trofeísmo es marcado en el libro como algo perjudicial para la especie por diversos motivos. En la experiencia que acumulamos como medio de comunicación, podemos afirmar que el cazador atiende a informaciones que reflejan los grandes trofeos, cuanto más grandes, anormales y destacados, más repercusión adquiere entre los aficionados. ¿Cómo podemos cambiar esto? ¿Cómo podemos, los medios de comunicación, abordar la caza del corzo para llegar al sector sin tener que recurrir a récords o medallas?

—El camino que el libro plantea es bien sencillo: se trata de lograr del cazador un sutil cambio de mentalidad que le haga entender por buen trofeo algo distinto de lo que ahora piensa. En vez de cuernas grandes de animales en plenitud, las de aquellos que por sus desgaste dentario, grosor de pivotes o caída de rosetas denuncian a ejemplares cumplidos, que han terminado su ciclo vital y a los que solo espera una triste muerte por inanición o enfermedades. Conseguir abatir uno de estos animales debe dar mucha mayor satisfacción que cobrar un corzo de tres años con futuro. Al final, se trata de salir al campo con un objetivo correcto desde el punto de vista ambiental y de gestión de la especie: machos en decadencia, juveniles, hembras… Todos ellos ofrecen, cuando se aprende a valorarlos y se quita uno las perturbadoras lentes del trofeísmo, grandes e irreprochables ocasiones de practicar la afición y disfrutar del campo.

—Si tuvieras dos minutos, 120 segundos, en los que te escucharan todos los cazadores corceros de este país, ¿cuál sería tu mensaje?

—El «necesario cambio de rumbo» que subtitula mi libro es aún posible entre nosotros, y de él depende en cierta medida el futuro de la caza. Aún nos queda alguna posibilidad de salvarla. No la desaprovechemos.

—Imagina que mañana encuentras a un joven cazador tomando café, compartiendo una cacería… y te dice: «Pablo, ¿cuál es el mejor consejo que puedes darme para empezar el camino que me lleve a ser un buen cazador de corzos?» ¿Qué le dirías para marcarle ese camino.

—Que salga al campo con el convencimiento real de que no es necesario cazar nada para haber cazado mucho, y que sea consciente de que las horas de su vida que pase inmerso en la naturaleza son ya de por sí suficiente y privilegiada recompensa.

 

Más Cosas de corzos. Por un necesario cambio de rumbo

Ficha técnica

  • Título: MÁS COSAS DE CORZOS. Por un necesario cambio de rumbo.
  • Autor: Pablo Ortega
  • Formato: 220x265
  • Características: Interior en papel estucado de 170 gr. en cuatricromía. Tapa dura. Encuadernación al cromo con lomo redondo.
  • Nº de páginas: 208
  • PVP: 58 €
  • Pedidos: En la página web www.cosasdecorzos.com o a través del correo electrónico pedidos@cosasdecorzos.com.
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