El caimán de los ríos

Este extraño y poderoso pez, origen de múltiples leyendas y mitos, ha dividido a los aficionados entre quienes le odian y quienes le adoran. Es cierto que el lucio es el pez más poderoso de nuestra fauna, con fama de destructor y perjudicial para las aguas dulces.


Cuando ataca lo hace sin piedad, incluso a ejemplares de su propia familia. ¿Quizás su terrible boca y el hecho de que puede llegar a pesar hasta 20 kilogramos le convierte en un pez tan polémico? Un sector de los pescadores entienden que el lucio, al alcanzar pesos tan extraordinarios, ofrece momentos de emoción y júbilo inigualables. Sin olvidar que su carne, aunque un poco insípida, es de gran calidad y blancura. El otro grupo considera una equivocación repoblar nuestros ríos con esta especie, porque acaba rápidamente con todos sus vecinos. En realidad unos y otros tienen razón y, al mismo tiempo, les falta.

La cabeza es alargada y fuerte y el hocico, aplastado. Su enorme boca, única en la fauna acuática, se compone de hileras superpuestas de pequeños dientes muy afilados —cerca de 525—, distribuidos entre las mandíbulas y el paladar. La presión que ejerce sobre cualquier pieza que caiga en sus fauces es extraordinaria y no deja opción a la huída. En cierto modo, la cabeza del lucio se parece a la de un pequeño caimán. Su garganta, ancha y espaciosa, característica de los depredadores, se puede ensanchar gracias a los huesos de la faringe, al estilo de las serpientes.

Algunos ictiólogos aseguran que es capaz de tragarse una pieza tan grande como él. Su vitalidad durante la caza es asombrosa y llega a nadar a dos metros por segundo. Se le puede comparar con una moto de mucho reprise, pero con un recorrido muy corto. Si la presa se aleja a más de dos o tres metros del lucio, puede darse por salvada.

Cuando digiere, se adormila y parece una piedra más del río. La curiosa forma de distribución en sus ojos le permite ver a ambos lados, pero aún mejor lo que sucede encima de él. Prácticamente todas las aguas dulces le sirven de hábitat: estanques, canales, embalses y ríos. No es muy riguroso en cuanto a la oxigenación y transparencia de las aguas. Rechaza, sin embargo, las corrientes y las aguas demasiado frías. Los fondos con vegetación subacuática son sus terrenos preferidos. Igualmente, las orillas con espesos matorrales y los fondos cenagosos cubiertos de hojas en putrefacción.

El lucio se reproduce entre marzo y abril, con una temperatura entre 9 y 11 grados. La hembra deposita unos 12.000 huevos por kilo de peso. Puede llegar a vivir 16 años y come de todo, pero especialmente peces, ranas, culebras, ratas de agua, patos, garzas y toda clase de animalejos que pueblan sus aguas. Por eso se le cataloga como un pez eminentemente omnívoro.

Al parecer fue introducido en Europa procedente de América. Los ejemplares de nuestras aguas vinieron de Francia hacia 1945 y las primeras sueltas se efectuaron por Ciudad Real y Guadalajara. El clima influye sobre su actividad de un modo sensible y se resiente del frío y la presión atmosférica.

Cuando pica, la lucha se desarrolla casi por entero en el fondo por tirones violentos e inesperados descensos. Raras veces emerge y salta, y al llegar a flor de agua, lo hace casi siempre agotado. Pasa entonces por momentos de total relajación y se abandona como resignado. Pero se trata de un ardid para ahorrar fuerzas ante el último embate. La operación de soltarles del anzuelo o cucharilla debe realizarse con suma precaución. Conviene matarles antes de iniciarla para no sufrir percance alguno.

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