Liebres

No deja de ser sorprendente que un animal como la liebre, que ha sido para los cazadores del medio rural todo un referente cinegético, haya pasado poco menos que al olvido sobre todo para los cazadores de nuevo cuño.


Y es que, aparte de haber bajado sus poblaciones de manera considerable, son muchos los aficionados que no conocen las querencias y argucias de este escurridizo animal que fue también todo un referente culinario. En la actualidad bien pocos aprecian lo que vale en la cazuela.

El lance con la rabona siempre está adornado con un aire de sorpresa y a la hora del recuento una sola liebre en el morral para muchos era la solución a un día de caza. Con el perro de muestra el encuentro con la liebre suele ser consecuencia de la suerte, pero con los sabuesos nos hallamos ante la caza clásica, la verdadera caza de la liebre. Conviene formar un grupo de cazadores, aunque solo sea de dos. Uno de ellos deberá custodiar a los perros mientras los demás se colocan en los puestos adecuados. La elección de los mismos no resulta difícil en la montaña porque bastará apostarse en los curses de los caminos que la liebre prefiere en su huida. Pero si se caza en el llano ya es más difícil elegir porque aquí abundan los carreteriles y no existe una regla que nos ayude en la elección. Es meramente cuestión de práctica, de intuición y de perfecto conocimiento del terreno.

No hay que olvidar que es muy difícil ver a la liebre en su cama aunque la tengamos muy cerca. A pesar de todo hay quien sabe localizarla en su encame; es un don de la naturaleza que se perfecciona con el ejercicio. Es indispensable un gran espíritu de observación, obstinada atención y buena vista (si hay un terrón de tierra mayor que otro, una mata de hierba más alta que otra, un punto donde el trigo esté más frondoso, un levantamiento de tierra aunque sea insignificante, un montoncito de tierra levantado por los topos), la liebre puede estar precisamente allí. A pesar de toda esta condición, en cierto modo envidiable, quita el gusto de ver trabajar a los perros, por la atención necesaria para descubrir la liebre en su lecho, a menudo puede absorber cualquier otra preocupación y así no es posible controlar eriazamente el trabajo del perro. Alguna vez ha sido vista la liebre en la cama levantarse ligeramente, controlar a los perros, su posición y su comportamiento, y después acurrucarse otra vez, no considerando justo el momento de saltar.

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