Las últimas becadas

A punto de finalizar la temporada de caza, los sorderos apuran las últimas salidas con la esperanza de que la nieve de las zonas altas haya desplazado a lugares más asequibles al pájaro de cara alargada. No será fácil, pero seguro que muchos becaderos lo intentarán.


De darse el caso este episodio que les relato seguidamente puede ser muy bien el lance que vivan: amanece, la tierra está cubierta por un manto ceniciento debido a las fuertes heladas. El bosque de robles, encinas, abedules y escobas. De pronto el perro empieza a alegrarse con movimientos más rápidos y después con la cola. Ha detectado las emanaciones de la sorda, la excitación nerviosa va en aumento, trabaja con pasión y sigue una trayectoria determinada. El cazador toma precauciones. Con un rastro más fuerte el perro empieza a actuar con delicadeza, con todos sus sentidos al máximo rendimiento. Disminuye su velocidad, su cuerpo se alarga y tensa, marcha sumamente nervioso, a paso lento, muy lento, suave. Finalmente se queda quieto, como una estatua, sin mover un solo músculo como electrizado. ¡Ahí está la becada! El cazador intenta tranquilizarse. No la ve, no sabe por dónde arrancará. Preciosa la escena. Prosigamos. La becada se siente descubierta, aunque se fía de su mimetismo y no se mueve. El miedo la sobrecoge, su mirada anhelante de huida, sus nervios en tensión para arrancar cuando su aturdido cerebro se lo ordene. El cazador busca donde situarse. En ese estado de incertidumbre sale lanzada la becada como si fuese impulsada por una catapulta. El lance se ha materializado a la perfección. El cazador abraza a su perro. Quédense con ese momento entrañable. Importa abatir el pájaro, ¡cómo no!, pero no necesariamente. En ambos casos quedará para el recuerdo el camino recorrido, el bien hacer y haber cumplido con el compromiso de pertenecer a ese selecto grupo de cazadores llamado becaderos. Posiblemente los peores días para cazar las sordas sean los ventosos; no en vano hay un refrán cinegético que dice «con ventarrón no saques la munición». Se levanta, con facilidad, no aguantan la puesta del perro, dan vuelos más largos que de costumbre, apeonan mucho y se las encuentran en los lugares más extraños. Además las variantes de las corrientes de aire nunca son buenas para que el perro siga bien los rastros.
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