Las Tablas de Daimiel y réquiem por La Mancha húmeda

Las Tablas de Daimiel se agrietan de sed. Fueron un humedal, hoy son turba y masiegas secas que arden. El Parque es un fantasma, una foto en sepia, un moribundo que pide la extrema unción sabiendo que su cáncer no tiene tratamiento. De humedal, a secarral manchego. De superficies encharcadas a mares de tarays sin gota de agua. De barcas y carrizo a reja, arado y polvo seco.


Que el Parque Nacional de Tablas de Daimiel está en punto de muy difícil retorno es ya un secreto a voces, es una voz sin secretos. Una noticia a doble página en un diario nacional: la comidilla de los periódicos manchegos. La turba, seca, arde en las entrañas de la tierra. Hace tiempo que la superficie encharcada no pasa de las 10 hectáreas. Antes, fueron dos mil: Pérez Escrich, el cazador que escribió en el año 1867 Los cazadores, las describe con dos kilómetros de ancho por veinte de largo. Un paraíso para el cazador, según relata a principios del siglo XX, entre cacería y cacería por cierto. No sé si a mucha gente le importará que los porrones moñudos, los patos cucharas, los silbones, las cercetas, los archibebes y andarríos, y las pollas de agua dejen La Mancha. A otra mucha sí que nos importa que se pierdan las tradiciones, la cultura, los usos y la vida ligada a este ecosistema único de las Tablas y el Guadiana. Nos duele perder ese monumento natural mayúsculo que el Cigüela, el Guadiana y el Záncara nos trajeron a estas tierras de pámpana, olivo y centeno. En los últimos veinte años hemos dictado muchas leyes, hemos hecho muchos planes de recuperación de especies, hemos hecho grandes presentaciones de grandes proyectos para el campo —leáse medio ambiente—. En los últimos veinte años no hemos sido capaces de aliviar la agonía de nuestros ríos y nuestros humedales. Sus males, los nuestros, siguen ahí perennes como hita ennegrecida. Los males de las Tablas son conocidos, y se reducen a uno: sobre-explotación de los recursos naturales, ¿quién le pondrá el cascabel? Y mientras nos seguimos preguntando cómo poner el cascabel al gato, qué cascabel y a qué gato, las Charcas, siguen como un enfermo terminal recibiendo visitas resignadas: El Cigüela. el Guadiana y el Záncara son tres recuerdos de ríos, que algún día movieron ruedas de molinos. La Mancha húmeda fue, pero ya no es, ni será más. La Mancha seca es aún más mancha, más yerma, menos verde y más extrema. ¿Réquiem por la Mancha Húmeda?
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