Penas y maltrato animal: ¿por qué no la hoguera?

Termino de leer que la Fiscalía de Mérida pide más de cincuenta años de cárcel para una veterinaria acusada de sacrificar a perros de caza sanos. Un total de 41 perros que no valían para la caza según el periódico. Y también, según la noticia, se solicitan otros diez años de cárcel más para once propietarios de estos animales. Por pedir, que no falte.


Desconozco los entresijos, los matices y detalles de la causa judicial. A pesar de ello, tras veintidós años de experiencia rompiendo zapatos en los juzgados de lo penal, le pena solicitada me produce una mezcla de sonrojo, asombro y estupor.

42 años de cárcel fue la condena que recayó sobre el asesino de los dos agentes rurales que murieron en Aspa, Lérida; 8 años fue la condena que recibió por un triple crimen el asesino de la Catana… y así. Vaya por delante que matar perros de la forma que sea está mal y es un delito, pero de ahí ha pedir cincuenta años de cárcel a unos seres humanos por la muerte de unos animales va un trecho largo y sinceramente a mí me parece un exceso. Un desbarre.

Pedir penas propias de delitos como el narcotráfico, la libertad sexual, el homicidio… para un tema de maltrato animal me parece lisa y llanamente un disparate. Que la Fiscalía de Mérida se arranque en su escrito de acusación con cincuenta de prisión es pasarse de frenada, una aplicación desbocada y desproporcionada del derecho penal. Puestos a pedir, ¿por qué no la hoguera?

Y es que me he acordado al leer el titular de la canción de Javier krahe La hoguera. El estribillo viene al pelo: «es un asunto muy delicado el de la pena capital… porque además del condenado… está el gusto de cada cual… empalamiento, lapidación… pero dejadme ¡Ay! que yo prefiera la hoguera… la hoguera tiene un qué sé yo…», y así.

Ironía aparte, me gustaría recordar que el derecho penal es la respuesta más grave que da el ordenamiento jurídico a las conductas de las personas, y que uno de los principios más importantes de su aplicación es el de proporcionalidad (mesura, sentido común, que la pena se ajuste a la gravedad real de los hechos). Ya digo que está muy mal lo que ha hecho esta veterinaria, pero de ahí a pedirle más pena que al responsable del doble asesinato de Aspa va un trecho. Tengo mis dudas de que, además, con la ley en la mano, y teniendo en cuenta de que se trata de un delito continuado, se puede mantener la acusación en esos términos hiperbólicos. Y me extrañaría mucho que ninguna Audiencia hiciera buena esa petición de acusación. Lejos de lo que piensa mucha gente, jueces y fiscales no miran las cosas desde el mismo prisma. Me preocupa, como jurista y como ciudadano, que cunda el ejemplo y que otras Fiscalías, protectoras y demás, se sumen a la ola acusadora pidiendo el garrote, la soga, el asesinato civil en definitiva, a través de penas desorbitadas que causan un daño irreparable en los acusados. Una acusación es una amenaza. Si además está sustentada por el Ministerio Público, es una losa.

Si finalmente, tal y como pide Podemos y D. Sergio Torres, el amo de la Dirección General de los Derechos de los Animales, se modifica el Código Penal y se agravan las penas por los delitos de maltrato animal o se amplía la aplicación de este delito a todo bicho viviente (que es lo que pretenden) cualquiera es susceptible de ser acusado y de sufrir un proceso o una condena penal. Ojo con hacerles el juego a este personal y equiparar penalmente las lesiones o la muerte de los animales a la de seres humanos. Los perros no son hijos ni familia. Humanizar a las mascotas supone deshumanizar y desfigurar la justicia penal y llevar a límites que desconocemos la relación con los animales. El que avisa no es traidor.

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