El lobo: qué gran turrón

La judicialización de la caza a la que nos hemos acostumbrado en Castilla y León ha llevado en 2018 a la prohibición de la caza del lobo. El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad ha dado el cerrojazo.


Resulta una paradoja porque el lobo se encuentra en la cresta de su expansión poblacional. Es su mejor momento en los últimos veinte años, se expande por el norte de Madrid y el norte de Castilla-La Mancha. Y es precisamente Castilla La Vieja, la región de Europa occidental con mayor número de lobos.

Dice el biólogo Juan Delibes que por primera vez en la historia «la caza es denostada por una importante parte de la sociedad y corre el peligro de extinguirse». Y yo añado, como muestra el caso del lobo. De las políticas de extinción y aniquilación promovidas por las autoridades y que han durado hasta hace apenas un cuarto de hora, a la ultraprotección actual que le brinda el perdedero de la Justicia. De la guerra total al gran matador al no tocar y convertirlo en pieza de zoológico. Algo así como el oso panda, pero en ibérico. De predador odiado a pieza de museo.

Poco o nada han pesado las tractoradas de los ganaderos, las voces de los cazadores o el peso político de la Junta de Comunidades de Castilla y León. La varita mágica de la Justicia, ha convertido al lobo del cuento en especie no cinegética.

Lleva razón Juan Delibes cuando liga el fenómeno del mantra animalista y la moda de la prohibición de la caza al cambio social de los últimos cuarenta años, donde la urbe domina sobre el agro en un fenómeno nunca antes conocido. Hoy 80% de la población española vive en grandes ciudades.

Recurrir a argumentos racionales y científicos en defensa de la caza es imprescindible, absolutamente necesario. Pero en el juicio con jurado popular a la caza, mucho me temo que no sólo cuentan los argumentos de seso. La visceralidad, la ideología, la moda y la visión de la caza alimentada por las barrabasadas y excesos de unos pocos que acaban grabadas en un móvil y se hacen virales, contribuyen a avivar la llama de la opinión pública. Nunca tan pocos hicieron tanto daño a tantos, tergiversando la frase de Churchill tras la batalla de Inglaterra.

Las nuevas tecnologías se han convertido en el Caballo de Troya, un nuevo talón de Aquiles de los muchos que tiene esta actividad en la que entre más de 800.000 cazadores, de vez en cuanto algún jumento se graba o se fotografía haciendo alguna burrada que incendia las redes y que se convierte en munición argumental para quienes denostan la caza. Es como escupir al cielo o mear contra el viento. Mientras en el colectivo siga habiendo trogloditas con escopeta como el del video que aporrea al zorro, estaremos apañados. Mientras que el sectarismo siga rampando por el colectivo la cosa no mejorará.

La batalla del lobo es una más en las refriegas de esta guerra sin cuartel al mundo cinegético. El silvestrismo, el parany… la contrapasa, son algunas de las piezas que se ha cobrado ya el conflicto. Que el lobo es un gran turrón lo han entendido perfectamente personajes como Lobo Marley que sigue viviendo del cuento del lobo. Todavía no hemos tocado fondo y son muchas aún las refriegas que nos quedan por vivir, y no pocas que perder. Mientras tanto, el lobo, por decisión de sus señorías, no se puede cazar.

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