Respeto

Cualquier ocasión es buena para sacudirle un bofetón al colectivo. A río revuelto ganancia de animalistas y otras hierbas. Hace unas semanas del trágico accidente en una batida en Valladolid en la que desgraciadamente un menor de trece años murió por un disparo. Una desgracia no diferente de un accidente en carretera, en una atracción de feria, un ahogamiento en un río, o niño fallecido en unas fiestas de un pueblo.


No han tardado en incendiarse las redes con cuchillos en contra de la caza y de los cazadores y mensajes llenos de odio. Con la desgracia queda abierta la barra libre para las injurias, las amenazas y todo tipo de insultos y vejaciones. Sin medida, sin cortapisa. El hecho es especialmente grave cuando se vierte la basura sobre el dolor de una familia rota por la muerte de un hijo. La cosa repugna.

A los gamberros de las redes les ha faltado tiempo para celebrar el hecho y arremeter contra la caza. Lo hicieron tras el suicidio de Mel Capitan, aquella chica de Huesca a la que lapidaron sobre su lecho de muerte los amantes de los animales y a la que tuve el privilegio de representar en vida. Es como si las hordas animalistas estuvieran esperando un hecho luctuoso como este para disparar contra la caza y lanzar su metralla dialéctica de odio sobre la tropa de cazadores de este país. Contra peor mejor para ellos. Hacer chanza de la desgracia de una familia que pierde a un hijo es, aparte miserable con mayúsculas, vomitivo.

Las respuestas de la Justicia española a las toneladas de odio en internet, las puñaladas traperas en las redes y a la persecución injuriosa en el agujero negro de Facebook, ha sido hasta ahora timorata o más bien favorable a amparar una libertad de expresión que pasa del castaño oscuro y que se utiliza como un parapeto desde que el que escupir sin miedo recibir castigo. Y visto lo visto y la impunidad rampante de este nuevo far west de la red, la espiral de odio se repite, cada vez que un dentista caza un león en Sudáfrica o un empresario español abate un oso en Rumanía legalmente y con todos los papeles. Da lo mismo, leña al mono.

El colmo de los colmos es que, por defender a un cazador de un delito contra la fauna del que finalmente ha sido absuelto y en el que una conocida asociación ecologista ejercía la acusación de forma antisocial, haya recibido en mí despacho un correo anónimo acordándose de mis muertos y de mi madre. A mí personalmente me da igual y estoy acostumbrado, más si la cosa es fruto de haber hecho bien mi trabajo y haber conseguido que se haga Justicia. Sin embargo es un síntoma del grado de intolerancia y fanatismo de esta tribu cercana al fundamentalismo.

Sinceramente en esto de los odiadores no podemos seguir así, sin ley y sin respuesta al acoso constante al colectivo que va más allá de la libertad de expresión y ataca la libertad de cada uno. O eso, o el caos.

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