Santiago Ballesteros
Abogado, experto en Medio Ambiente y Caza
santiagoballesteros.com
santiago.ballesteros.abogado@gmail.com
02 nov. 2018 - No hay comentarios
No han tardado en incendiarse las redes con cuchillos en contra de la caza y de los cazadores y mensajes llenos de odio. Con la desgracia queda abierta la barra libre para las injurias, las amenazas y todo tipo de insultos y vejaciones. Sin medida, sin cortapisa. El hecho es especialmente grave cuando se vierte la basura sobre el dolor de una familia rota por la muerte de un hijo. La cosa repugna.
A los gamberros de las redes les ha faltado tiempo para celebrar el hecho y arremeter contra la caza. Lo hicieron tras el suicidio de Mel Capitan, aquella chica de Huesca a la que lapidaron sobre su lecho de muerte los amantes de los animales y a la que tuve el privilegio de representar en vida. Es como si las hordas animalistas estuvieran esperando un hecho luctuoso como este para disparar contra la caza y lanzar su metralla dialéctica de odio sobre la tropa de cazadores de este país. Contra peor mejor para ellos. Hacer chanza de la desgracia de una familia que pierde a un hijo es, aparte miserable con mayúsculas, vomitivo.
Las respuestas de la Justicia española a las toneladas de odio en internet, las puñaladas traperas en las redes y a la persecución injuriosa en el agujero negro de Facebook, ha sido hasta ahora timorata o más bien favorable a amparar una libertad de expresión que pasa del castaño oscuro y que se utiliza como un parapeto desde que el que escupir sin miedo recibir castigo. Y visto lo visto y la impunidad rampante de este nuevo far west de la red, la espiral de odio se repite, cada vez que un dentista caza un león en Sudáfrica o un empresario español abate un oso en Rumanía legalmente y con todos los papeles. Da lo mismo, leña al mono.
El colmo de los colmos es que, por defender a un cazador de un delito contra la fauna del que finalmente ha sido absuelto y en el que una conocida asociación ecologista ejercía la acusación de forma antisocial, haya recibido en mí despacho un correo anónimo acordándose de mis muertos y de mi madre. A mí personalmente me da igual y estoy acostumbrado, más si la cosa es fruto de haber hecho bien mi trabajo y haber conseguido que se haga Justicia. Sin embargo es un síntoma del grado de intolerancia y fanatismo de esta tribu cercana al fundamentalismo.
Sinceramente en esto de los odiadores no podemos seguir así, sin ley y sin respuesta al acoso constante al colectivo que va más allá de la libertad de expresión y ataca la libertad de cada uno. O eso, o el caos.