Historia de un Guarda de Pesca (II)

Como decía en el post anterior, la pesca era y es mi pasión, y ser guarda, mi deseo y sueño. Es por ello que cuando estás en una cosa que te gusta lo haces con más entusiasmo y ahínco. Desde mis inicios siempre me gustaba cumplir y hacer cumplir la ley a


Recuerdo en aquellos inicios un caso que me ocurrió, siendo un jueves del mes de abril de 1994. En una de las rondas observé un vehículo estacionado en unas de las zonas que hay para ello. En busca del propietario, al poco rato detecté que hubo un pequeño movimiento del coche, lo cual me hizo sospechar, y mis sospechas se pudieron confirmar más tarde. Localizando al pescador, procedí a identificarle y comprobar que poseía la documentación necesaria para poder pescar, mi sorpresa fue que estaba pescando con un permiso a nombre de otra persona, en este caso de un yerno, y no poseía la licencia de pesca en ese momento.

Le miré la nasa y llevaba siete truchas, a falta de una para el cupo, pero no conforme con el movimiento del coche le invité a que me enseñara el maletero del mismo. Se puso muy nervioso y se identificó como agente de la Guardia Civil en reserva. Yo le dije que si no me lo enseñaba se lo iba a tener que enseñar a sus compañeros, que iba a llamar para que se personaran. Ante eso accedió y tenía escondidas una bolsa con otras 15 truchas, por lo que procedí a levantar acta sancionadora por tales hechos, resolviendo en un careo ante los servicios jurídicos de la Consejería de Agricultura e imponiéndole una sanción de 100.000 ptas.

Llegó finales del año 1994, donde a mi pesar, por tener que dejar de hacer aquello que me gustaba, tuve que cesar de manera obligatoria para realizar el servicio militar, que también era una cosa que deseaba. Estuve en el ejército del aire en la base logística de transmisiones en Getafe, en el servicio de automoción. Fueron 9 meses, pero de baja en el coto fue un año que tenía de contrato Fausto (D.E.P), que fue quien me sustituyó en esa baja.

Recuerdo por el verano de 1995 que, fruto de la disciplina y dedicación por mi parte, algunos de los pescadores, unos denunciados y otros apercibidos, formularon una recogida de firmas, donde se pedía a la directiva de la asociación que no se me volviera a reincorporar por EXCESO DE CELO EN MIS FUNCIONES. Aquello me hizo sentirme aún mejor porque consiguieron lo contrario y fue que la directiva entendió que efectivamente yo cumplía con mis responsabilidades del cargo. Claro está, ese documento mayoritariamente fue firmado por personas fichadas de respetar poco a las truchas y eso es lo que querían, que hubiera alguien que hiciera la vista gorda y así ellos poder hacer escabechinas en el río.

La primera etapa del coto finalizaba en el puente que da nombre al coto Puente Romano, posteriormente se amplió hasta la desembocadura del río Mariana. En la parte baja existe un área recreativa donde había ubicados dos chiringuitos de verano, uno regentado por Luis «Pajarita» y otro regentado por Basilio, Juanita, Alberto (D.E.P) y Encarna(D.E.P), el cual visitaba con más frecuencia. Son grandes personas que desde un principio se entregaron a ayudar y colaborar desinteresadamente con la asociación y conmigo, de echo Basilio sigue siendo socio del coto a día de hoy y sigue colaborando. Ellos también expedían los permisos y en aquellos inicios muchos días que no se pescaba, me servían de compañía y aprovechábamos para juntarnos los compañeros y poder hacer los días más amenos.

Recuerdo, después de mi reincorporación a fecha 01/01/16, que quería seguir aprendiendo sobre la materia y cuando se realizaban sueltas en tramos libres por parte del entonces Servicio de Montes, Caza, Pesca y Conservación de la Naturaleza de la Consejería de Agricultura, acompañaba a dos grandes de la guardería de pesca, Aurelio y Pedro (D.E.P), cuñados, cuando tenía alguno vacaciones o libraba me avisaban y montaba en el camión con ellos, un SANTANA 2000 6 cilindros con matricula del PMM, y recorríamos toda la provincia soltando truchas comunes de la piscifactoría de Uña por todos los ríos de Cuenca. Aquellos viajes me llenaban de una satisfacción interior por dos razones, la primera por la ilusión que me hacía y la segunda por lo mucho que aprendía en los viajes con mis buenos amigos Aurelio y Pedro, aunque recuerdo que el Santana era muy ruidoso y teníamos que casi vocear para poder oírnos. Grandes recuerdos, grandes personas y grandes momentos…

Continuará.

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