Historia de un Guarda de Pesca (VI)

Corrían los años, lo mismo que las hojas en otoño por el discurrir de las aguas del río Júcar, y el paraje en que se ubica el coto iba transformándose de una manera discreta, donde los arboles crecían, las aguas erosionan el terreno variando el cauce del


Todos los años se realizaba, allá por los meses de agosto y septiembre, un campamento para menores donde se les enseñaba la actividad de la pesca, la protección del medio natural, la biodiversidad que se dice hoy, y sobre todo la convivencia con los demás. Un fin de semana intenso, pero maravilloso, donde en el disfrute de los chicos, a puertas de empezar las clases en los colegios, se podía denotar el interés por la pesca recreativa.

Se les enseñaba lo que se ponía de moda entonces, allá por 1996, que era hacer imitaciones de moscas para utilizar como señuelos de pesca, pero sin olvidar que conociesen las artes tradicionales, que por desgracia se van perdiendo, como era el atar anzuelos, pescar con lombriz a veleta, con pez muerto e incluso a la ova para los barbos.

Sigo enumerando personas que eran muy asiduas al coto, como eran zem>Los Pavarotti, tres hermanos, Honorio, Vicente (d.e.p) y Eusebio Villalba Ortega y su cuñado José Aparicio Sáez (d.e.p.) con muchas anécdotas, muchos almuerzos y muchas comidas juntos que, aparte de ir a pescar, subían a diario a pasear por el coto.

No puedo olvidarme de dos personas como eran Julián Pérez Cañada y Aurelio García García, ambos fallecidos, inseparables en su Nissan Patrol, todos los martes subían a pescar. Julián dejó la pesca con 90 años, me reveló un secreto: él hacia la masilla de miga de pan, pero no la tocaba con las manos cuando la hacía, sino que la amasaba con dos cucharas para que no cogiera el olor a persona e hiciera sospechar a las truchas.

Así mismo también recuerdo una anécdota que pudo suponer una desgracia, y fue por un gran amigo también, Félix Mayordomo Rodríguez (d.e.p.) natural de Beteta, pero residía en Villalba de la Sierra, tenía un Peugeot 505 y era una mañana de esas propias del invierno que son habituales por la zona, donde las escarchas en las umbrías se van amontonando mañana tras mañana, llegando a parecer nevada, pues se puso a pescar muy temprano y cuando se podía encender fuego en la orilla del río sin ningún tipo de problema, encendió una hoguera en un cubo de lata que llevaba para aminorar el hielo del amanecer. No le picaban las truchas donde se puso y decidió moverse a otra zona y no se le ocurrió nada más que meter en el maletero del coche el cubo con ascuas, encima de unos cartones que llevaba. Cuando lo vi al poco de salir tuve que echarle el alto porque salieron ardiendo los cartones, la que se pudo liar… Pero al final todo quedó en anécdota.

Otra anécdota que recuerdo fue en una zona del coto llamada la curva o la nevera, donde más frío hace, dado que no entra el sol en todo el día, pero sin embargo es una zona muy buena para pescar. Pues había dos amigos que competían por madrugar los sábados para ver quien cogía el sitio antes y estos eran Pedro Martínez Arias (D.E.P) Y Mariano Bermejo López (D.E.P).

Empezamos soltando en el coto las truchas arco iris procedentes de una piscifactoría existente en Huélamo. Al poco tiempo la cerraron y ya las comprábamos en la piscifactoría de Cañete (PROFORCA), eran los inicios la asociación. Junto con los otros dos cotos existentes prepararon una cisterna de acero inoxidable para traer las truchas en un camión, que recuerdo que en principio era el camión de Pedro Mañas y posteriormente Félix López. Este último empezó con el camión de su padre, un Avia 3500 muy antiguo. Recuerdo un día, en una curva de la carretera muy cerca del coto en la finca de Embid, cargado de truchas, nos adelantó una de las ruedas traseras del camión Nos llevamos un buen susto, pero al final no ocurrió nada.

«Las hojas secas cubren en abundancia el camino de los recuerdos»

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