En Galicia, legislando contra el Rural

Recientemente se ha aprobado la controvertida Ley de Protección de los Animales de Compañía de la Xunta de Galicia.


El documento se ha convertido en una auténtica carta de adoración urbanita, una guía para poder criminalizar a los habitantes del rural. Una nueva losa más sobre sus cuellos que no resulta más que una perfecta herramienta para que los animalistas radicales e intolerantes puedan contar con una infinidad de oportunidades para judicializar los usos tradicionales del campo.

El uso de perros pastores y de protección de rebaños, o los perros de caza, no han querido ser considerados, durante su trabajo en el rural, solo durante su trabajo, como una excepción en la aplicación de esta ley. Las inductoras necesarias de esta normativa han sido, la Dir. Xeral Dña. Ana María Díaz y su segunda de a bordo y de formación veterinaria, Dña Susana Cuesta. Ambas responsables del desmantelamiento de una Dirección Xeral modélica durante el ejercicio de su anterior titular, Verónica Tellado. Esta Dirección Xeral, ha tenido que ser amonestada por el defensor del pueblo por no tener a bien cumplir con su deber administrativo y responder en tiempo y forma a las alegaciones. Cosa que finalmente hizo, tarde mal y bajo requerimiento de dicho organismo.

¿Quién es quién en esta tragedia para el rural gallego?

Solo se ha librado del papelón la Mesa Galega Pola Caza, AER y UUAA, quienes consiguieron, con sus gestiones, que la definición de maltrato animal incluyese entre sus excepciones el «caso fortuito o la fuerza mayor». Se impide de esta forma que cualquier herida causada por un jabalí o un lobo a nuestros perros de caza o ganadería pudiese ser sancionada con más de 5000€.

Hablo de papelones porque el comportamiento público y publicado del presidente de la Fed. Galega de Caza, Javier Nogueira, no puede calificarse de otra forma que no sea así. Ejerció la traición a los cazadores de Galicia cuando afirmó la felonía, para mayor halago de la Dirección Xeral, de que una ley en tramitación como esta «no suponía ningún obstaculo para el desarrollo de la caza».

Con amigos así, la caza no necesita de enemigos. Ahora, en sus últimas declaraciones, una vez que se atisban cambios en Medio Ambiente, se hace el ofuscado. A buenas horas mangas verdes.

Qué decir sino de los programas en una radio local, que dirige el presidente de la Fed. de Pontevedra y que también fueron utilizados como NODO publicitario para alabar, en la mayor de las genuflexiones, a la ley entonces en trámite y a la bienaventurada Directora Xeral.

Lo de que Roma no paga a traidores con los cazadores gallegos no funciona, porque siguen, cada vez menos, pero siguen tramitando sus seguros con una federación que los ha traicionado posicionándose al lado de una administración que los oprime en lugar de defenderlos.

¿En qué perjudicará a cazadores y ganaderos?

Al no recoger la excepción del «no considerar estos perros como perros de trabajo, aunque solo fuese durante su actividad», los cazadores y ganaderos de Galicia verán cercenados muchos de sus derechos más básicos por una ley intervencionista que solo busca halagar el voto urbanita, de corte animalista e ignorante de las necesidades de un rural vivo y digno que, desde los paseos por la alameda de Santiago, hoy sufre un nuevo agravio.

  • No podrán seguir filmándose cacerías o trabajos de agarre a las reses porque se prohíben directamente y mucho menos emitirlas. Cualquier juez las podría considerar violentas y cualquiera las podrá denunciar.
  • Prohíbe que se pueda obligar a los perros a trabajos a que pongan en peligro su salud. ¿Atacar a un jabalí, o a un lobo defendiendo su ganadería, podría considerarse un trabajo que ponga en peligro la salud del perro? Yo creo que sí.
  • No se permite la cría y venta, especialmente la compra venta y cesión ambulante. Solo podrán venderse cachorros a través de centros homologados y autorizados por la administración. Yo a esto lo llamo, por su similitud con el financiero, El Corralito. Ya veremos quienes consiguen las exclusivas de los negocios oficiales de compra y venta. Se terminaron los anuncios de Internet. Algunos venderán sus cachorros, que en el campo es una pequeña renta familiar, de forma tan clandestina como si de drogas se tratasen.
  • Se prohíbe educar agresivamente a los perros, contra personas y contra cualquier otro animal. El entrenamiento a los perros de caza de rastro acaba de ser liquidado en Galicia. Yo desconozco la forma de educar a un perro de caza sin que ejerza violencia sobre la presa.
  • Las condiciones leoninas administrativas a las perreras deportivas están provocando, a partir de ya, un desembolso económico de primer orden a la caza social de Galicia. Todos por taquilla (algunos personajes cercanos a quienes nos deberían defender están ya dando charlas para la captación de clientes en la tramitación de esas perreras).
  • Prohibición absoluta de collares de adiestramiento. En Europa, homologados, mira tú por donde.

Solo se necesitaba una excepción, que en su artículo dos dijese que «esta ley no será de aplicación a los perros de caza, pastoreo y guarda en el rural durante el tiempo de ejercicio de su trabajo». Suficiente, sería suficiente.

No han querido verlo así el ciego y privilegiado alto funcionariado ni los cargos políticos ávidos de demostrar todos los días su ignorancia por el rural.

Un rural al que han dado otra vuelta de tuerca con lo que ellos creen que es una ley inocua. No lo es.

En este camino no han estado solos, algunos de los que viven de nuestros seguros les han hecho creer que los cazadores permaneceríamos callados y sin protestar. Pues tenían razón. Calladitos y a seguir peloteando en esos campeonatillos para quedar bien clasificados y así vender mejor los cachorros hijos de famosos perros de cuerda que ahora ya no podréis vender, salvo centros autorizados.

Que nadie se preocupe, que el Sr. Presidente de la Federación Galega de Caza dice que… «esta ley no supondrá ningún obstáculo para el desarrollo de la caza».

«Mexan por nós, e decimos que chove». «Sarna con gusto non pica». «En boca calada non entran moscas»

¡Qué pena!

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