¿Nos vamos de copas?

Después de cazar, quiero decir, no vaya a pensar la autoridad que pretendo causar algún tipo de accidente ni incitar al desorden o ir contra la ley.


El verano por lo general suele ser un tiempo alegre, informal e inesperado. Uno se quema al sol de la playa, visita el pueblo, si lo tiene, o en su defecto se alquila una casa rural. Se sufre una sobredosis de familia, se come y bebe más de la cuenta… Pues en esas andaba yo, en el pueblo, disfrutando de las fiestas patronales, cuando después de la preceptiva y copiosa cena nos acercamos al lugar de la fiesta. No donde tocaba la orquesta y estaba la verbena de la gente civilizada, sino, como no podía ser de otra forma, al bar. Hacía años que no visitaba el lugar, aunque lo recordaba como muy animado. Una bonita plaza, gente entregada escanciando sidra, más bien regándose los pies y armando mucho jaleo. Sanote, rural. Llegamos y ni mucha gente, quizá era temprano. Ni sidra, y sí muchos cambios, paso por caja previo consumo. No pega nada en un pueblo. Tarifa de precios publicada, tampoco pega. Y precios muy baratos, ventajas de las crisis, supongo. O exceso de adolescentes y garrafón. Y en la carta, Copas Premium. Alguien preguntó. ¿Qué es eso de Premium? Resuelto, el camarero enseguida nos informó sobre tan cool brebaje: «Red Bull con la esa bebida alemana de nombre raro». Para que se sitúen: Jägermeister con Red Bull, que como pude saber después se llama JägerBomb. Me salió del alma decirle Weidmannsheil, pero me callé, me temo que lo que hubiera recibido sería un simple «¿uuuhhmmm?»
No presté más importancia al caso, que me pareció un exotismo local, pero pocos días después, leyendo la prensa y también en la tele, me encontré con varios reportajes acerca del germánico licor. No sé si a falta de noticias mejores o como evidencia del incremento de comas etílicos en los servicios de emergencia por la injerencia del mismo. Había oído algo sobre que la botella de los cuernos estaba de moda, pero no imaginé que tanto. Como por profesión tengo relación con la caza y también por Alemania la conozco desde hace años. No se encuentra entre mi top ten de favoritos, y quizá por ello nunca habría imaginado que esta bebida de pátina trasnochada pudiera hacer furor entre los adolescentes españoles y de medio mundo. Lo cierto es que el mercado nunca deja de sorprenderte. Según los datos que publicaban estos medios, atención: el Jägermeister es la octavo espirituoso, como marca, más vendido en el mundo. Después seguían otras cifras, especulaciones sobre la receta o si sus secretos ingredientes favorecen una cogorza express o quitan un catarro. Pero ni una sola palabra sobre el significado del nombre, ni su origen, ni que su creador fuera un entusiasta cazador, ni ninguna vinculación a la caza.
Cómo son las cosas y la falta de noticias del verano, días después llegó Cecil a nuestras vidas, y con él el sensacionalismo, y con ello la imprecisión de los datos, las exageraciones, y una fantástica excusa para arremeter desde los medios generalistas, una vez más, contra la caza. De nuevo, mercado manda y como hay que vender diarios, este tipo de noticias venden bien. Existe un numerosísimo público, ignorante de la realidad, y de lágrima fácil, siempre dispuesto a exhibir su buenismo salvando lindos gatitos y osos amorosos. Público, o mejor dicho personas, buena parte de las cuales, por pura estadística vistos los millones de bebedores de Jägermeister que existen a lo largo y ancho de los bares del mundo, que sin saberlo son maestros cazadores. Ironías de la vida. Y aunque al verano aun le queda un poquito, estas noticias sin sustancia, pero curiosas, ya no tendrán cabida: Ha empezado la liga.
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