¿Están de vacaciones?

Estoy cansado de ver en TV los miles de topillos que se recogen muertos, lo mismo envenenados que ahogados. Es un espectáculo triste y repugnante.


Lo mismo sucede cuando se ven las imágenes de los incendiarios legalmente autorizados y controlados quemando los rastrojos queriendo achicharrar a estas criaturas de Dios, que lo son igual que las palomas, las perdices, los conejos, los corzos y todo bicho viviente. Pero no he visto a los alborotadores de siempre alzando su voz y organizando «festivales» ante estas matanzas. Por lo visto, estarán de vacaciones hasta que se abra la veda. Pero lo del uso del veneno, con el agravante de su legalidad, ya clama al cielo y a todos los cielos que hubiera. Aquí ya no vale ser del bando alborotador o no. Ya no vale aplicar ningún atenuante. El veneno es una bomba de alcance y efectos impredecibles y no controlables. Ese veneno matará a topillos y a otros muchos animales cuyos cadáveres seguirán matando. Ese veneno puede acabar con perros de caza cuya pérdida no es compensable con un puñado de euros, lo mismo que terminará con la vida de ejemplares de algunas de las especies protegidas que, si se le atribuyesen a un cazador, no le valdrían excusas ni buenos letrados. Los de siempre, no han interrumpido las vacaciones, aunque han escrito tímidas protestas pero, más que por el uso del veneno, porque dicen que se les culpó de la plaga desde algún organismo. Los cazadores, a los que solo nos falta que nos culpen de la muerte de Manolete, como colectivo no decimos nada. Pero ese veneno lo han autorizado personas irresponsables, y con ello quiero decir y digo que solo tienen responsabilidades políticas, que es tanto como no tener nada. Por lo tanto no pasa nada. No pasará nada. Se irán recogiendo los animales muertos y se harán desaparecer. De esas muertes y recogidas no saldrán imágenes en TV. No sabremos su número ni conoceremos datos estadísticos. Alguna asociación de consumidores ha planteado otro tema importante por lo que de riesgo puede significar para los humanos. ¿Afectará ese veneno a futuras cosechas? ¿Afectará a los acuíferos? Los de siempre, aunque ya no estén de vacaciones, harán lo de los tres monitos: Ni ver, ni oír ni hablar. Como si nada hubiese sucedido. Aunque, posiblemente para compensar, arreciarán sus ataques contra los «bárbaros cazadores» con cualquier pretexto estúpido y su sensacionalismo acostumbrado. Y vuelta a comenzar como si nada hubiese sucedido. Y ante tantos silencios y algunas mentiras nos preguntaremos ¿de verdad ha sucedido? ¿No habrá sido producto de nuestra imaginación?
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