Terrorismo de grueso calibre

Han pasado sólo unas horas desde que el terrorismo más salvaje ha vuelto a asestar un nuevo mazazo, matando a 84 personas (de momento), e hiriendo a muchas más, entre ellas a 54 niños, y ha sido otra vez en Francia.


Ante todo, nuestra más absoluta condena para ese hecho tan espantoso como deleznable, y habría que decir tan incomprensible, aunque por lo que desgraciadamente se demuestra los yihadistas están del todo dispuestos a hacernos entender —a sangre y fuego—, lo muy en serio que interpretan su GUERRA contra Occidente, contra los infieles y todo aquello que no sea SU religión, su verdad y su razón. Ya vemos, además, lo extremadamente fácil que resulta para un juramentado (y espero que para nosotros descerebrado), cumplir las directrices de la cúpula de asesinos yihadistas al proclamar a los cuatro vientos que no hacía falta buscar grandes objetivos ni preparar complejos atentados. Lo importante era matar, hacer valer su terror y su presencia, que ya se encargarían los medios de comunicación y las redes sociales de generar una adecuada, inmensa y gratuita promoción a nivel planetario. Para quien no lo sepa, o para quien no se lo tomara en serio, esos mandatos divinos hablan de matar como sea, de abrirnos los cráneos con piedras, de apuñalarnos, de atropellarnos con sus coches, de envenenarnos… y lo están haciendo. Y es tremendamente difícil localizarlos, detenerlos y además castigarlos, porque nos llevan una gran ventaja (y me duele decirlo), lo primero porque tienen ideales (execrables y asesinos para nosotros, pero los tienen), y porque además no les importa morir por ellos, algo que en Occidente creo que no se estila desde hace mucho. Soy consciente de lo delicado que resulta tratar estos temas en una publicación como esta, pero resulta que también somos ciudadanos, y tenemos familias, y queremos ser legales y dirigirnos a tanta gente que es legal (documentalmente), y que como nosotros ven con mucho más que preocupación hacia dónde nos dirige esta locura que se extiende por el mundo, porque ya nos gustaría a muchos pensar que esto no va a empeorar. Pero es que resulta también que los atentados, la existencia misma de los terroristas, sirve para que haya gente que no dude en intentar relacionar a nuestro colectivo legal (documentalmente demostrado), con esas situaciones para procurar perjudicarnos desde todos los ángulos, incluso obligando a reinutilizar armas que ya lo estaban, no sea que hasta los coleccionistas (documentalmente demostrados) vayan a emplear las piezas que adornan sus vitrinas para cometer atentados. Qué fácil (dicen algunos) es comprarse un Kalashnikov, qué fácil hacerse con lanzacohetes y granadas de mano… Pues miren que yo llevo décadas en este ambiente y no sabría dónde ir para conseguir ese material. Pero el asunto se les complica a los que nos atacan (que ojalá se les pudiera complicar como yo quiero a los terroristas), porque al margen de que hace sólo unos días un ex-militar sin antecedentes decidió matar policías (sólo blancos por más señas) en un país de 320 millones de habitantes, y eso sea casi imposible de evitar, ahora resulta que todavía mucho más eficaz para matar —por supuesto— es lanzar un camión de un montón de toneladas y a gran velocidad contra una multitud de miles de personas, que todavía podrían haber sido muchas más las víctimas. Se me hace interesante plantear cómo se va a autorizar a partir de ahora la compra o alquiler de un camión, o de una furgoneta, o de un todoterreno, o de un Smart, porque les recuerdo que la consigna es MATAR, cuanto más mejor, pero seguro que todo les vale para entrar en el paraíso. Decía hoy uno de los políticos españoles «a éstos los vamos a vencer con derechos humanos, libertad y democracia». Y aunque es posible que los terroristas estén ahora temblando de miedo, sería cosa de pensar en otras soluciones.
Comparte este artículo

Publicidad