Una federación a la caza de la cultura

A finales de marzo se celebraba un acto social en la Federación Territorial de Caza de Tarragona, al que asistí, que me parece reseñable por lo que representa como modelo de lo que siempre he buscado en tantos años metido en ese mundo federativo y de la caza, escribiendo de ella para la sociedad y los cazadores. Me refiero a tener receptores del mensaje que intentas transmitir. La experiencia en mi tierra de Castilla y León casi siempre ha sido bastante deprimente.


Algo tendré yo de culpa, igual que debo reconocer los méritos que tienen en primer lugar José María Porta, el presidente y artífice principal y su notable junta directiva en la que conocía a la mayoría de sus miembros, especialmente a un hombre singular con quien llevo relacionándome tantos años por asuntos de caza, Joaquim Vidal.
Dos salas contiguas y repletas con alrededor de trescientas personas —entre las que estaban los responsables de la administración de la caza y cuerpos de SEPRONA y guardería—, dan fe de una capacidad de convocatoria insólita, dentro de un ámbito provincial en el que se reparten los cazadores tarraconenses con la otra Territorial de Les Terres de L’ Ebre. Estos cazadores interesados escucharon con atención los informes de su presidente sobre la situación de la entidad, impuestos de sociedades deportivas, ley de tráfico y accidentes, asunto éste en el que dio su toque profesional Mique Díaz, conocido veterano. Cerró esta fase Paco Piera, Presidente de la Catalana, que habló de Mutuasport, de la situación de la Federación en el ámbito nacional y de las relaciones con la Consejería de Medio Ambiente. Seguidamente se rindió un homenaje y reconocimiento a los 10 cazadores más veteranos. Después vino una charla técnica de Joaquím Vidal, persona muy reconocida en este club, denunciando con datos y buen criterio la situación en la que nos encontramos sometidos los cazadores, demonizados por la sociedad urbana y a la vez colaborando responsablemente con ella en defensa de la biodiversidad. Ello nos aboca a cazar ahora, en lugar de perdices y conejos que es lo propio, a capturar todo tipo de especímenes invasores como cotorras, cochinos vietnamitas, mapaches y los más variopintos animales; los mismos que sueltan quienes nos insultan, porque las mascotas se han hecho grandes y molestan en el piso. Luego habló de planes técnicos Pere López pidiendo agilidad a la administración y anunciando un curso al respecto donde participarán estos dos gestores.
Me entregaron un libro de la ciudad, Tarragona 50 lugares de encanto, tan cargada de historia y con tantos monumentos declarados por la UNESCO como Patrimonio Mundial. También repartió esta federación envidiable libros de caza a la mayoría de los asistentes y a todas las autoridades. Este hecho, bastante insólito, de difundir cultura entre los cazadores es un motivo de orgullo y un paso adelante en el prestigio que supone embridar caza con arte y cultura. Las actitudes como las de la federación tarraconense ponen en evidencia que muchos cazadores reconocen y siguen a sus representantes sociales, porque además de defender la actividad para cazar en libertad, son sensibles para provocar estos encuentros con la cultura tan buenos para la imagen y tan necesarios para el espíritu. Después hablé yo sobre un asunto que preocupa a los cazadores: la accidentalidad durante la caza. No es la caza el deporte más peligroso, pero cada vez que aparece un accidentado, todos compadecemos a las dos víctimas: a la verdadera y a quien lo causó, pues nos hacemos cargo del dolor de quien hiere a un familiar o amigo, que es con quien cazamos. Algunos, puse ejemplos, no resistieron el trance y se quitaron de en medio al ver lo que provoca a veces la falta de sensatez. En los 10 últimos años las víctimas por armas, propias y ajenas, durante la caza han sido 33 muertes de media, que en estos últimos años se ha reducido a 30. También comenté algo sobre la economía de la caza y la fuente de empleo que representa, citando que no son estos valores, sin duda positivos, los que debemos esgrimir como prevalentes de una actividad que permite el derecho que tenemos al ocio y deporte a cientos de miles de practicantes, que controla y equilibra las poblaciones de animales, a las que selecciona, que regula a los animales plaga que producen daños inmensos a la agricultura y ganadería, que limita a las reses que provocan miles de siniestros, muchos mortales, en las carreteras y que, como digo continuamente, «si dejáramos de cazar los que pagamos por hacerlo, los poderes públicos tendrían que crear el Cuerpo de Cazadores del Estado, a cuenta de todos los ciudadanos, incluidos los tributos de quienes ahora nos denuestan».
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