El número de cazadores

En los ambientes cinegéticos, y normalmente con preocupación, se habla del progresivo e imparable descenso del número de cazadores en España, una tendencia que los más pesimistas llegan a asimilar al principio del fin de la caza en nuestro país. ¿Es tan grave la situación? Probablemente no, aunque las cifras dejen poco espacio para el optimismo.


Pero una cosa es que el número de cazadores descienda (¿sería posible hoy un porcentaje de cazadores similar al de mediados del pasado siglo?) y otra muy distinta que el proceso no se vaya a detener hasta la muerte de la caza por inanición. Se dice que España ha perdido en veinte años casi un 40% cazadores, o que en ese mismo espacio de tiempo el número de rifles y escopetas para la caza ha disminuido más de un 30%. Es decir, mucho. Las cifras no engañan, cierto, si no nos dejamos engañar por ellas, y por una cierta tendencia al victimismo. Es verdad que la sociedad no contempla la caza con buenos ojos, como lo es igualmente que muchas asociaciones tratan de ensuciar su imagen por todos los medios (con éxito notable), pero con ser cierta su influencia no puede ser causa suficiente. No es por su influencia que la sociedad viva cada vez más de espaldas al medio rural, o que los más jóvenes, esos que deberían asegurar el llamado relevo generacional tengan ante sí unas posibilidades de ocio inimaginables hace cincuenta años. Tampoco son los detractores de la caza quienes han acabado con los terrenos libres ni los que riegan los campos con productos químicos perniciosos para la caza. Tampoco a ellos cabe acusar de haber comercializado la caza hasta el punto de hacer de ella una actividad en el mejor de los casos cara, cuando no exclusiva o inaccesible a las economías modestas. Es incluso posible que el número de cazadores descienda en España porque así lo imponen circunstancias particulares o personales, sociales y comerciales, probablemente con más fuerza que la pérdida de imagen, la propaganda negativa o las presiones políticas. Un concienzudo estudio realizado por el Universidad Politécnica de Madrid y el Centro de Investigación Forestal para conocer la evolución de la caza mayor en España, tras evaluar una serie de factores (estadísticas oficiales, armas de caza, terrenos cinegéticos y capturas) en el periodo de 35 años comprendido entre 1972 y 2007, confirma que, aunque el número total de cazadores es España ha disminuido, sin embargo aumenta el número de practicantes de la caza mayor. En sus conclusiones hablan de profundas trasformaciones en una serie de factores relacionados con la oferta y la demanda, como son el mayor poder adquisitivo de las familias, el mayor número de cazadores urbanos desvinculados del campo que persiguen este tipo de caza y los trofeos, el abandono de la agricultura y la ganadería, las mejoras tecnológicas, las repoblaciones, etc. No hace falta ir muy lejos para encontrar explicación al fenómeno de la pérdida de vocaciones cinegéticas o al cambio en los usos de ocio y tiempo libre de los que siguen siendo cazadores. Aunque, como todo ayuda, tampoco sea despreciable la influencia de los detractores de la caza ni de los políticos que tanto les quieren y tanto les deben.
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