Algo no funciona

Mientras en el mundo desarrollado las asociaciones en defensa de la naturaleza se multiplican y crecen a ritmo sostenido, y a pesar de tantos foros internacionales para la conservación como se organizan, tantos convenios como se firman y tantísimos debates como se plantean para tratar de poner orden en la regulación medioambiental, asistimos al proceso de aniquilación —¿todavía reversible?— de ciertas especies, algunas de ellas tan mediáticas, emblemáticas y cinegéticas como lo son el león y el elefante, o como en otro tiempo lo fueron el rinoceronte y el tigre asiático; en definitiva, cuatro de entre los más ‘grandes’ de la caza mundial, sin que parezca previsible un cambio de tendencia a corto o medio plazo. ¿Cómo es posible? Si la caza legal, es decir, regulada y sostenible, no es responsable del desastre, ¿quién lo es? Algo no funciona.


Escribíamos hace un par de meses que el elefante, como el rino, está en guerra con el hombre y va perdiendo, y un gran conocedor de la realidad de la fauna africana como es Tony Sánchez Ariño no hace sino confirmarlo en el último número de Hunting, en un clarificador artículo donde señala al que, a su juicio, es el principal culpable: China, que consiente y mira para otro lado ante la insensata demanda de huesos de tigre, cuernos de rino y colmillos de elefante por parte de muchos de sus súbditos. China, tan celosa y estricta en otras materias (un país donde hay tipificados hasta 55 delitos que pueden castigarse con la pena de muerte, entre ellos el proxenetismo, la falsificación o la evasión de impuestos, y donde se ejecuta entre mil y cinco mil personas cada año, según distintas fuentes). China, que firmó en 1981 el convenio Cites que tan olímpicamente desprecia… Y entretanto las multinacionales de la conservación siguen sosteniendo la prohibición de la caza como principal argumento en defensa de los espacios protegidos y de las especies vulnerables, sin atender a razones ni a cifras. Con mucha fe en sí mismos, eso sí, y una firme convicción de estar en posesión de toda la verdad y nada más que la verdad. Veamos una muestra de su proclividad al análisis de las situaciones reales: Ante la puerta entreabierta por el Ministerio que dirige Arias Cañete a la caza como herramienta de gestión en los Parques Nacionales donde haya problemas de sobrepoblación de especies, el naturalista y periodista Luis Miguel Domínguez, en su valoración del debate organizado el pasado 12 de noviembre por Ecologistas en Acción bajo el lema ¿Cazar en Parques Nacionales?, afirma que lo que quieren el PP y ciertos propietarios de terrenos es «convertir estos territorios que son de todos los españoles en cotos de caza VIP». ¿En qué se basa para hacer tan rotunda afirmación? De objetividad anda algo escaso. Por cierto, en la misma web que recogía su análisis de lo tratado en el citado debate, se planteaba la siguiente pregunta a los navegantes en internet: ¿Te parece lógico poder cazar en los Parques Nacionales? Las posibles respuestas eran dos: No, es una aberración y Sí, que cada uno cace donde quiera. Eso, donde quiera, cuando quiera, como quiera, cuanto quiera y lo quiera. Lo dicho, objetividad en estado puro. Creo que ganó el No. O lo que es lo mismo: ellos tienen razón, pero toda: cazar en un Parque Nacional es una aberración. Lo mismo que tratar de reducir los ataques de los grandes carnívoros al ganado, sean lobos en España o leones en África. Porque a la espera de un alza en la cotización de sus huesos en los mercados asiáticos, a los pocos leones salvajes que van quedando en África los están envenenando los ganaderos a los que el gran predador no proporciona más que disgustos, como sostiene João Corceiro en su último artículo de Hunting. Y eso sucede sobre todo en países como Kenia, donde está legalmente prohibido darles caza, quizá porque los locales no se extasían tanto como nosotros con los documentales de La 2. Se conoce que les motiva más buscar algo de lo que vivir.
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