Caza y desarrollo

Que la caza está íntimamente relacionada con el desarrollo del medio rural no es cosa que sea necesario documentar, porque así ha sido de siempre.


Y por siempre entendemos desde que el hombre es hombre: merced a su habilidad para dar muerte a sus presas, el hombre —que nació rural— se desarrolló y prosperó, mucho antes de que descubriera las ventajas y los beneficios de cultivar la tierra o de criar animales en cautividad, actividades ambas cuyas bondades tampoco precisan de demostración. Pero el hecho de que a estas alturas de nuestra civilización la caza no sea imprescindible para nuestra alimentación nada tiene que ver con la prescripción de su necesidad, como algunos pretenden. La caza sigue siendo necesaria, para asegurar la supervivencia de muchas especies, para cooperar en la conservación de muchos espacios naturales y para fijar las poblaciones humanas en el medio rural en adecuadas condiciones de salud (incluida la emocional), educación y confortabilidad. Y por si no fueran razones suficientes, a muchos seres humanos que viven apartados del mundo rural la caza es lo que les permite regresar a la naturaleza, sentirse parte de ella, trascender al mero turista rural, esencialmente contemplativo. Es por ello que debemos considerar al recientemente celebrado Congreso Nacional sobre Caza y Desarrollo Rural como una iniciativa feliz, y tan razonable que debería andar, no por la primera sino por la enésima edición. Lo ha convocado el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, con la participación activa de Aproca, en representación de los productores de caza, y de la Real Federación Española de Caza, en nombre de los cazadores, con un objetivo: «promover la cooperación entre los cazadores y los sectores económicos y sociales afectados, mostrando el papel de la caza en la conservación del medio natural y el desarrollo de los territorios». En este sentido, es bueno para el universo cinegético que gracias al Congreso se haya reconocido públicamente la importancia económica de la caza como primer subsector del medio rural, por delante del olivar o el viñedo, o que el director general de Desarrollo Rural del MARM, Jesús Casas, afirme que «ya nadie discute» el equilibrio alcanzado entre el mundo de la caza y el mundo de la conservación, y que asegure que la caza «no es solo una actividad recreativa ni de conservación de tradiciones, es creadora de empleo y en algunos lugares, el principal argumento para la construcción de empleo y territorio». Entre los discrepantes, algo normal en actividad tan multidisciplinar, se ha alineado sin embargo la Unión Nacional de Asociaciones de Caza (UNAC), que acusa el golpe de no haber sido invitada a participar en los debates de «tan singular congreso», con lo que, a su juicio, han quedado sin representación los cazadores «como tales», y critica el auspicio por parte del Ministerio de «la caza deportiva y comercial». No sabemos si la UNAC hubiera defendido mejor las razones de los cazadores que la RFEC en el Congreso, pero no parece el momento más indicado para poner el solfa la dimensión deportiva, económica y social de la caza, ni decir en un comunicado de prensa que «el MARM se columpia otra vez», precisamente cuando se aviene por vez primera a reunirse y debatir sobre el futuro de la caza, en un congreso nacional, con los cazadores y los productores de caza. Para que haya un segundo congreso es necesario un primero, con sus defectos y sus carencias. Y si así fuere, tiempo habrá para tratar de solventarlos.
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