El porvenir de la caza mayor en celo

La depredación es un fenómeno natural que ocurre a diario y sin entender de calendarios, temporadas, épocas o condiciones biológicas de los animales que la sufren, dando soporte a sus captores en un orden universal carente de reglas escritas y que beneficia a su vez a las especies que la sustentan.


Por otro lado, la caza no es más que una forma de depredación ejercida por una de las especies animales que pueblan nuestro planeta, la humana, por más que algunos pretendan sustraer al ser humano del conjunto que forma la naturaleza. Este razonamiento, de por sí, justifica plenamente nuestra actividad sin tener que irnos más hondo en profundidad. Sin embargo, sí es cierto que el ser humano presenta ciertas particularidades que hacen que sus acciones de caza revistan algún tipo de connotación que escapa a la mera acción predadora. Nuestra esencia de animales racionales hace que pongamos en nuestros actos condiciones de tipo más sublime que las simplemente naturales, por lo que imponemos trabas y confines a nuestras acciones, que muchas veces subordinamos a argumentaciones más elevadas. Viene todo esto a cuento de que la caza en celo de nuestras especies mayores suscita entre ciertos colectivos posiciones erróneas, basadas casi todas ellas en la indebida aplicación de la filosofía que emana de la Directiva de Aves (79/409/CEE), que como vemos se refiere tan sólo a las aves y no a nuestras especies de ungulados. Es por ello que no tiene sentido alguno el que se pretenda vetar la caza en celo de nuestras especies de caza mayor, ya que por un lado, como hemos expuesto antes, estas limitaciones tan sólo se refieren a las aves, y por otro lado, la razón nos indica que la depredación tampoco se detiene en éstas épocas, por lo que la acción depredatoria humana tampoco debería verse afectada por esta limitación, que algunos pretenden en razón a un determinado estado fisiológico de las especies. Sin embargo, como vengo sosteniendo en este escrito, la condición humana goza de más elevadas miras y propósitos, que los simples condicionantes naturales. Lo cierto es que determinadas clases de edad son prácticamente imposibles de dar caza de una manera seleccionada y calculada si no es en celo. Se podrían abatir en modalidades de caza menos selectivas, pero su obtención sería fruto del mero azar, fuera de una labor estudiada y valorada de antemano, buscando unos determinados efectos en la población. Los animales que suelen ser objeto de caza en celo suelen ser ejemplares muy concretos que tras haber estado en la plenitud de su vigor físico, y habiendo transmitido suficientemente su legado genético, inician el declive y la depauperación de su vida. Son animales sobradamente astutos y curtidos en mil lides, que de no ser en esta época, su existencia podría pasar totalmente desapercibida, por lo que la obtención de ese valor que es el resultado de una gestión de muchos años, el premio a nuestros esfuerzos en esa gestión, se perdería para siempre. Sin embargo, acostumbra a suceder que suelen ser los primeros en hacerse con las hembras y cubrirlas, para, tras los escarceos amorosos pertinentes, exhaustos por la labor, dejen paso posteriormente a los más jóvenes, por lo que de saber hacer las cosas podremos aprovechar este caudal genético hasta el último año, sin infligir el más mínimo daño a la naturaleza. Por esto, no creo que la caza en celo vaya a pasar por momentos difíciles en un futuro, ya que si se lleva a cabo sobre los animales adecuados y en el momento apropiado, una vez el celo haya pasado su ecuador, es una caza que cumple su función biológica, abriendo el paso a los ejemplares en pleno vigor físico, y permite una cosecha de muy incierta realización con otras modalidades de caza, que tan sólo permitirían su consecución de manera aleatoria y casual. Con todo ello reunimos en una sola acción el natural y sano ejercicio de la depredación, y por otro, la excelencia humana de llevarla a cabo de manera que sus efectos sean lo más beneficiosos posibles para la población objeto de la misma. Naturaleza y condición humana de la mano.
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