Seguimos haciendo las cosas mal

Los cazadores no somos todos unos santos, pero no todos los que van a cazar son verdaderos cazadores. He ahí el problema por el que cuando critican nuestra actividad nos ponen en el mismo saco. A mi entender, es bueno para la caza que nuestro colectivo sea numeroso, pero nos perjudica la mala acción de unos pocos.


Que los cazadores de una sociedad han recuperado no sé cuantas fuentes y arroyos perdidos, apagado tres incendios, acondicionado treinta kilómetros de pistas, o cortafuegos, han limpiado el bosque, replantado y acondicionado hectáreas de terrenos yermos o baldíos o recuperado la vegetación de zonas húmedas, favoreciendo con ello a toda la fauna del lugar —con su dinero—… va, a quién le importa. Pero si un cazador persiguiendo a las urracas molesta a una señora que coge cerezas en su finca, ésta llama hasta los santos apóstoles y arma la de San Quintín. Luego interviene la prensa, claro, es noticia. Señores cazadores, procuremos no dar argumentos a la prensa, puesto que con ello, los otros se frotan las manos. Les cuento: el segundo día de caza, como es habitual desde hace muchos años, y debido a las altas temperaturas, llegué pronto a casa, sobre las doce. Vivo a las afueras de Tarragona, en una urbanización pegada al bosque, donde hay un coto de caza —del cual fui secretario y guarda de caza—. Este año ha sido bueno en setas, por lo que recogí a mi esposa y empezamos a buscar setas en los alrededores del lugar donde vivo. Saben que lo propio de recoger setas es ir con la cabeza y espalda agachada buscando este manjar. ¡JODER QUE SUSTO! Me dirigía hacia una encina, y a tres palmos de mi cabeza… la foto que ven.
Un zorro, con la cola pelada, y las moscas y avispas que ya cortejaban su pitanza. Imagino que un cazador, la semana anterior, había cazado el zorro —que seguramente comía el pan que echo para gorriones, mirlos y arrendajos, entre otros—. Le vino muy bien la horquilla de la encina para desollar el rabo, y allí quedó el zorro. Si esto lo hubiera hecho en lo más profundo de un barranco, o en lo alto de un cerro, lejos del paso de otros usuarios del bosque, mira. Pero la encina está a cinco metros de un sendero muy transitado en un lugar de mucho valor ambiental y forestal que comunica dos urbanizaciones. Está a veinticinco metros del asfalto y los chalés, y hay dos contenedores. ¡Hombre, un poco de picardía! Claro, no se piensa, diría. Joder macho, que conoces muy bien la zona, y sabes que estás cazando a pocos metros de una zona poblada, sé más discreto. Bien, fui a casa, cogí una bolsa de tamaño industrial y, después de haber examinado el estomago del zorro, lo deposité en el contenedor. A los pocos días me encontré con dos socios de esa entidad y les hice el comentario. No sé, pero me da la cosa de que uno de ellos es el autor. Llevo más de treinta años trabajando con los cazadores, y creo que acabas conociendo a las personas. ¿Saben aquello de que la cara es el espejo del alma, o que pocas palabras dicen mucho?
No quiero ni pensar que hubieran visto la imagen esas señoras que pasean a veces con chavales por estos senderos. Hasta a mi mujer le pareció grotesca, ella que está acostumbrada a ver y fotografiar zorros, cuando hago necropsias, o todo tipo de caza muerta. La imagen así, de repente, impacta. Igual como cuando encuentras un perro ahorcado en medio del bosque. Parece mentira pero todavía hay alguien que tiene esa costumbre, y eso hoy día afecta. Habrá que esperar que pase esa generación. Me viene a la memoria una noticia que saltó a la prensa local, que está en Internet, y que trajo de cabeza al presidente de una sociedad de cazadores. El tema era el siguiente: Foto: un zorro colgado de un árbol, con una pata destrozada y junto a un camino. Noticia: encontrado un zorro muerto seguramente por un lazo, método ilegal y tal y tal. El cazador lo ha abandonado. Lo descubre paseando un ecologista que lo fotografía, y el grupo lo denuncia a la prensa. La realidad fue: mes de noviembre, batida de jabalí, entra un zorro a la postura y el cazador, tras abatirlo, lo cuelga en un árbol junto al puesto, en un camino, para que no lo cojan los perros. Primer fallo: dejar el zorro en un camino, a la vista. Siempre aconsejo no dejar ningún animal en el monte. Segundo fallo: se trata de un camino que es muy transitado, ya que es una ruta marcada en un PEIN. Otra cuestión: los lazos, previa autorización por Medio Ambiente, se colocan en primavera, nunca en época de caza. Observen la mala intención de los denunciantes. Otra cuestión relevante y que critico es la de la organización responsable de la batida, parece mentira a estas alturas que tengan estos fallos.
En un anterior artículo (Cazar no es matar) defiendo la caza de sus detractores, pero no tengo reparos en amonestar las acciones incorrectas de las personas que perjudican al colectivo. Hay tipos de caza modernos que no acepto, por ejemplo la caza de bote —o de plástico que describe el Dr. Jesús Nadal—, por citar algo. Y cazadores con los que no puedo compartir mesa, ya que dan al traste los valores éticos que defiendo en la caza. Pienso que hay que ser valientes, tanto cazadores como presidentes de sociedades, y no aceptar en el seno de la entidad a esos que nos hacen quedar mal y sirven en bandeja argumentos para ser noticia que nos perjudican. ¿Tanto cuesta recoger los cartuchos, los restos del bocadillo o el almuerzo, y no dejar rastro de nuestra estancia en el monte? ¿Cuándo dejaran de achacarnos todos los actos vandálicos que se realizan en la naturaleza? Con la frase «esto es cosa de los cazadores» o «seguro que han sido los cazadores». Leyendo a José Ignacio Ñudi, Rafael R. Barrachina, J. Antonio Sarasketa, José Luis Garrido y otros tantos, te das cuenta de que somos algunos los cazadores, que pensamos en la caza, la trabajamos, y la defendemos desde nuestros distintos puntos cardinales. Y si pudiéramos conseguir aunar estos esfuerzos, le daríamos a la caza, tal como se merece, una buena divulgación. Animo desde estas líneas a todos los buenos cazadores a seguir educando y transmitiendo lo aprendido de sus padres y abuelos, por una caza natural, conservadora y que realmente sea un aprovechamiento racional de un recurso renovable. Feliz Navidad a todos.
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