CITES

La denominada trama de Asturianos —en referencia a un pueblo zamorano de apenas 400 habitantes muy próximo a la Sierra de la Culebra— ha destapado la que parece ser una sofisticada red de caza furtiva y comercialización ilegal de carne, cuyo epicentro habría que situar en la mundialmente famosa, por sus magníficos trofeos de ciervo y lobo, Reserva Regional de Caza Sierra de la Culebra y buena parte de la zona noroeste de Zamora, con ramificaciones en otras provincias limítrofes, e incluso Madrid.


Pero el escándalo que ha suscitado, siendo importante, debería trascender de lo que no dejan de ser conductas individuales reprobables, para reflexionar sobre si algo no se está haciendo bien en la gestión pública de la caza, en Zamora y en España, cuando menos. La investigación judicial, todavía abierta y bajo secreto de sumario, de momento ha implicado a varios individuos a los que se imputa unos presuntos delitos de caza furtiva, comercio ilegal de carne y tenencia de armas, así como a tres agentes de la Guardia Civil del acuartelamiento de Puebla de Sanabria, investigados por una presunta «dejación de funciones en la persecución de delitos». No es la primera vez que aceptamos (con buena disposición al diálogo además) el derecho de los anticaza a criticar esa contumaz afición de los cazadores a perseguir y dar muerte a animales salvajes, cuando no necesitan ni de su carne ni de sus pieles, como antaño. Y no digamos la crítica, por despiadada que sea, a quienes emborronan el nombre de la caza con comportamientos delictivos, que además son lesivos para los intereses generales, de los cazadores, de los propietarios de terrenos cinegéticos y de la propia comunidad. Pero lo que no podemos admitir es la crítica torticera, mal documentada o mal intencionada, de la caza como herramienta de gestión del medio natural, ni la negación sistemática y gratuita de sus muchas aportaciones, sociales, culturales y económicas, además de ecológicas. En una provincia como Zamora, eminentemente rural, y en un país como España, que sigue siendo un paraíso natural en el concierto de la Europa occidental, la caza es necesaria, y por lo tanto es necesario que su gestión sea social, económica y culturalmente la adecuada, y no la que alguno pueda considerar la políticamente correcta. Quizás así, los propietarios de fincas rústicas y los pobladores del medio rural, esos señores tan imprescindibles en nuestra sociedad, pondrían más de su parte para evitar tramas como la antes citada de Asturianos. En su editorial del pasado 8 de mayo, La Opinión de Zamora —no es la primera vez que nos referimos a este diario en esta página, cuando se refiere a la realidad cinegética de su área de influencia—, tras lamentar el duro golpe sufrido por el sistema de explotación cinegético de la provincia, que será aprovechado para cuestionar la gestión de la caza mayor, dice lo siguiente: «Pero lo interesante no es la realidad palpable de la situación actual de la caza, lo que ilusiona desde el punto de vista del desarrollo rural es su enorme potencial en una provincia con más de un millón de hectáreas idóneas para la caza. Si la gestión cinegética fuera la adecuada, Zamora sería un paraíso que atraería a un gran número de cazadores foráneos, como auguran un puñado de estudios privados e institucionales realizados en los últimos años…» Pues eso. Defendamos nuestro patrimonio social, cultural y natural con firmeza; gestionemos nuestros recursos con criterio; y persigamos a los oportunistas y sinvergüenzas sin miramientos. Todo por su orden.
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