Becaderos con FEDENCA

Esta princesa de la caza, la becada, tiene cada vez más pretendientes enganchados a las noches de luna y está engatusando a otros tantos que andan ya poniendo cuernos, o divorciándose, de las de toda la vida porque a esta dama del bosque no hay quien se la resista.


Yo no entiendo de becadas, aunque me apasiona leer cosas sobre ellas, o escuchar a personas como Felipe Díez, presidente del club de cazadores de becadas (CCB), virtuoso de la informática y enamorado hasta los tuétanos de la sorda, como la llaman en su tierra cántabra, o Fermín Mourenza y Adolfo Iglesias, dos entusiastas de la RFEC en competiciones con perro y amantes desde siempre de la becada, que colaboran con seriedad para que llegue a buen puerto un convenio que estamos pergeñando entre FEDENCA y el club de cazadores de becadas. Para disfrutar de la caza en toda su dimensión, como de cualquier otra cosa en la vida, es necesario ser apasionado. Comprendo perfectamente al que se enzarza —nunca mejor dicho— por la pitorra, porque yo, que tengo un síndrome de aquellos muy parecido con la reina: la perdiz roja, me apasiona sobremanera ver volar a una becada. La RFEC desarrolló durante unos años, 1991-98, el Proyecto becada, originario de la Cántabra que se tradujo en un precioso texto de cabecera La becada en España, escrito por Antonio J. Lucio y Mario Sáenz de Buruaga. Según dicen en él los autores, un cazador que va a becadas ve por término medio 1’57 piezas por jornada y caza menos de la mitad: 0’7 becadas por día. El dato se ha obtenido a partir de los aportados durante 8 años, por un grupo de hasta 480 cazadores cada año, que participaron en 23.400 cacerías en las que se vieron 38,500 y abatieron 17.140 becadas. El CCB ha obtenido en las últimas temporadas unos resultados algo inferiores. En la última temporada (con una muestra más modesta de 85 becaderos que cazaron entre todos 2005 jornadas de caza) la abundancia media fue de 1,39 becadas censadas por jornada y las capturas de 0’54 piezas por día de caza ¿estarán bajando los efectivos poblacionales; es consecuencia del incremento de aficionados a esta especie, o son fluctuaciones propias de cada temporada de caza? Esperamos con este nuevo proyecto entre FEDENCA y el CCB dar respuesta en unos años a esas y otras preguntas, a través de una muestra suficiente de colaboradores y de cacerías de becada. El mes próximo enviaremos a todos los medios y sociedades de la estructura federativa unas fichas para rellenarlas. Atendiendo a los datos de las estimaciones estadísticas de capturas en España, que llevo haciendo desde la temporada 2.000-2001 para todas las especies de caza con los datos que remiten los titulares de cotos, en las dos últimas temporadas en las que tengo estadística sobre la becada, las estimaciones de capturas declaradas están en una media anual de unas 130.000 becadas. Las estimas de capturas en Europa se calculan superiores a los cuatro millones de becadas de las que Francia da cuenta de 1’5, Italia de 1, Rusia de 0’8. No he leído nada de las capturas en Inglaterra donde hay una población de las más altas. El convenio va a contemplar también la formación de algunos anilladores con los que crearemos equipos en función del apoyo que presten las comunidades autónomas interesadas. Nuestras pretensiones son en principio modestas y no tenemos ni por asomo intención de llegar al potencial de anillamiento de Francia donde se crearon hace 25 años más de un centenar de equipos, que anillan unas 2.000 becadas por temporada y que recuperan unas 250 anillas a través de la caza. Uno de los planteamientos que se han expuesto durante la preparación de este convenio de colaboración, es el de buscar soluciones financieras para incrementar el número de becadas que disponen de emisores para hacer seguimientos vía satélite sobre las migraciones de las becadas que cada año van y vienen desde diferentes puntos de Europa hasta España y norte de África. En venatoria, una de las facetas más satisfactorias es saber descubrir a la pieza amagada, por conocer y superar su estrategia de ocultación. Y eso sólo lo saben hacer por oficio los especialistas de esa caza. En mi vida he capturado muy pocas becadas, nunca he pasado de seis por temporada y sólo las he disparado en los últimos diez años, porque donde cazo saltan espontáneamente “cuatro de ellas” ?cuando menos las esperas?, lo que me priva de la satisfacción de buscarlas y encontrarlas con conocimiento de causa. No obstante, pongo al perro la esquila algún día que creo yo que “voy a becadas”. El tintineo de la campanilla reconforta a los que entendemos la caza como una relación pura del cazador con la naturaleza. Por esto me atrevo hoy a “tirar los tejos” a mi amigo Miguel A. Romero, que describe con verdadera pasión sus jornadas de caza de becadas, para que me invite a acompañarle algún día y me ilustre, aunque sea una simple barnizada, sobre el comportamiento de la chocha perdiz, que es como la llamamos en nuestra tierra castellana. Ya sé que para doctorarse en la caza de la cega hacen falta muchos años de enganchones en las zarzas. Pero tengo miedo a la curiosidad cinegética. Sé que cuando la picona mira a un cazador, engancha a éste para siempre. Y la becada tiene una visión espacial completa que la permite mirarnos a todos sus observadores. El becadero es, de entrada, un romántico de morral vacío que está dispuesto a las inclemencias, a volver a casa hecho un acerico y a la nada. Y a quien caza así, olvidándose de la fortuna en la percha, se le puede pedir colaboración y datos porque los dará con entusiasmo por su amada. Esto que he dicho y la necesidad de conocer mejor a las especies de caza, especialmente las migratorias que tienen que superar tantos inconvenientes para vivir, es lo que nos ha movido a intentar entre todos un proyecto asumible, que dará muy buena respuesta a favor de una gestión sostenible de la becada. Como ya se demostró en el “Proyecto becada” (que habría que recuperar), los especialistas disponen de altruismo que es una virtud necesaria para hacer ese esfuerzo noble que no da rendimientos pecuniarios, aunque llena de satisfacción a quien lo hace. Gracias a ello se logran objetivos que nunca podrían ser obtenidos si tuviera que pasar el donante por caja.
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