Un jueves al sol

Un jueves al sol, precisamente eso es lo que pasaron los monteros, en una jornada de caza mayor enturbiada por las lamentables circunstancias de un hecho que no es aislado, que se repite con enorme frecuencia y en el que los cazadores son los que pagan y sufren las consecuencias.


Aunque a muchos les cueste creerlo, lo que voy a contar pasó hace unas semanas en una provincia española. Una sociedad de cazadores, titular de un coto de caza mayor, decide organizar como todos los años una batida a los jabalíes. Como es una zona de sierra próxima a una gran ciudad, acuerdan organizar la batida un jueves, en vez de hacerlo en fin de semana para evitar problemas con los excursionistas. Solicitan las oportunas autorizaciones, que les son concedidas. Deciden empezar a cazar pronto para dar el gancho en un par de horas y luego comer en el pueblo. El caso es que a las 9 de la mañana ya estaban todos colocados en sus puestos y sueltan los perros. Mientras tanto, un grupo de cuatro excursionistas, acompañados de dos perros de compañía, aparca su furgoneta en una zona próxima a la batida y empieza a andar en dirección a la mancha que se estaba cazando. Los perros de los excursionistas iban sueltos, corriendo alrededor de ellos. Al poco de empezar a andar se encuentran con un cartel en medio del camino que indica que se está organizando una batida de caza mayor, pero hacen caso omiso y siguen su ruta. A escasos cien metros se encuentran con un vehículo con dos agentes forestales que les advierten que se está celebrando una batida y que deben cambiar la ruta prevista y, por supuesto, sujetar a los perros que llevan sueltos. Los excursionistas, ignorando las advertencias realizadas por los agentes forestales, continúan su camino y no atan a sus perros, que siguen correteando felices sin saber lo que les espera. Varios cientos de metros más arriba, llegan a un cortafuegos donde observan a los cazadores en sus puestos. Cuando llegan a la altura del primero, que resultó ser el presidente de la sociedad de cazadores, se paran a su lado y sacan la merienda. El presidente les advierte del peligro que corren si siguen por el camino, a lo que los excursionistas responden que el campo es de todos y que ellos van por donde les da la gana. Acaban su merienda y continúan su camino. Según empiezan a subir hacia el puesto número dos se oye una ladra y un jabalí salta al cortafuegos perseguido por los perros. Ninguno de los cazadores disparó por evitar un accidente, y el jabalí continuó su camino, dando gracias al cielo y a los excursionistas por la suerte que habían tenido. Sin embargo, los perritos de los excursionistas, que por supuesto seguían sueltos, no corrieron la misma suerte. Varios podencos y un mastín que perseguían al jabalí se dieron de bruces con ellos en el cortafuegos y en pocos segundos no quedó de los perritos más que un trozo de un lazo rosa que llevaba uno de ellos. Los excursionistas gritaban y pedían a los cazadores que apartasen a los perros de la rehala, aunque ya era demasiado tarde… Ante la situación, y en previsión de males mayores, se dio orden se suspender la montería. Los excursionistas volvieron a su coche y se fueron. El caso es que la cosa no quedó ahí, ya que al poco tiempo a la sociedad de cazadores se les notifica una denuncia presentada por los excursionistas, que acusan al presidente de la sociedad de insultarles y amenazarles y exigen una indemnización de casi 10.000 euros en concepto de daños y perjuicios y por el valor de los perros. El juicio se celebrará dentro de unos meses y ya veremos qué pasa…
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