La tan manida gestión (1)

No hace mucho tiempo me preguntaba un productor de reportajes cinegéticos, que estaba buscando ubicaciones para grabar alguno, si en mis cotos realizaba gestión y así poder filmar algo de ello. La verdad es que la pregunta me hizo reflexionar sobre el concepto que de la famosa palabreja podría tener mi interlocutor.


Se trata de una persona muy trabajada en temas cinegéticos, aunque su profesión real sea la de productor de programas, pero aún así dudé sobre su entendimiento acerca de este concepto. Como no las tenía todas conmigo, simplemente le contesté que si lo que él entendía por gestión era la colocación de comederos y bebederos, todo ello aderezado por la pertinente valla perimetral y otras lindezas por el estilo, como la suplementación vitamínico-mineral o la introducción de supuestas mejoras genéticas, yo no hacía gestión. Profundizando más en el tema le añadí que eso era manejo (ganadero), que eso no respondía al concepto de gestión de una población cinegética y que esa era otra historia. Sin embargo, me miraba con cara un poco sorprendida, ya que me consta ha visitado docenas de propiedades donde lo que ha visto se lo han definido como gestión. En contraste con esto leo y conozco cazadores de otros países europeos que dicen estar muy ocupados por la gestión de la fauna cinegética de los terrenos que les han encomendado. En estos países la densidad de población humana es varias veces la nuestra, y es extraño poder encontrar espacios donde la huella de la actividad humana no sea perceptible. Por doquier se ven viviendas, las áreas cultivadas están presentes en todo nuestro campo de visión, los montes son de especies artificialmente plantadas y presentan delimitaciones y formas trazadas con tiralíneas, los caminos abundan por todos los lugares y la presencia de seres humanos es intensa. En estas condiciones el dejar a su libre albedrío a las especies animales causaría problemas casi de inmediato, y por ello el cazador está obligado a gestionar sus poblaciones de verdad. De no ser así acto seguido le rescinden el contrato para el aprovechamiento cinegético. En estos países se caza para gestionar, no se gestiona para cazar. Habría que ver las tablas de tiro (cupos de caza por clase de edad) de un cazador de éstos y compararlas con las nuestras. Después de una larga lista de hembras, juveniles, selectivos y demás ejemplares clasificados por nosotros como morralla, aparece tímidamente un sobrio número de ejemplares trofeo. Nosotros sólo aprovechamos nuestros cupos para abatir ejemplares de la clase trofeo, y lo demás que lo apañen los lobos o los furtivos. Lo que ocurre es que en este país por fortuna existen inmensas extensiones de terreno, donde el hombre apenas actúa o posee intereses, por lo que dejamos a la naturaleza de la mano de Dios, para que discurra por los caminos que se la antojen, pero eso no quiere decir que lo hagamos bien. Tardan más en acusarse los problemas, pero tarde o temprano aparecen. Ejemplo de lo anterior podría ser la actual situación del corzo en ciertos lugares de España. El dejar las cosas en la más pura ausencia de gestión trae consecuencias a la larga. ¿Quién pierde el tiempo o se pega varios madrugones para hacer el cupo de hembras o juveniles de corzo en su coto? El tiempo pondrá a este titular en su sitio. Son frecuentes las quejas de algunos refiriéndose a la excelencias de tal o cual coto en años pretéritos, situación que ahora se revela negativa. Las grandes soledades y remotos rincones de nuestra geografía no cantan tan a las claras las desviaciones o carencias en la gestión como sucede en nuestra vieja Europa, donde a la más mínima los daños o interferencias son evidentes, teniendo que actuar de inmediato el titular del coto. En su caso la gestión de las poblaciones salvajes es además una obligación de cara a la sociedad, y ellos son los responsables de los problemas que éstas puedan acarrear, trascendiendo en mucho la idea generalizada que de la caza se tiene como un medio voluntario de ocio y diversión, sin obligación consiguiente alguna. Para ellos está claro que la gestión de una población animal ha de perseguir en principio el evitar daños o consecuencias negativas de su presencia en el medio, e interferencias con otras actividades. La armonía con ellas y su convivencia, así como una justa interacción que no produzca desequilibrios con el medio, es la meta fundamental. En segundo lugar ha de proveer de carne de caza y en tercer lugar ha de servir de ocio y diversión a quien la practica. En realidad si nos fijamos viene a ser más o menos el mismo listado de principios que rigen la gestión sostenible de un recurso, y por eso siempre he pensado que la gestión de verdad es sostenible por sí misma. Ya he dicho antes que se ha de cazar para gestionar, porque es casi el único medio de regular las poblaciones salvajes. Al contrario está lo que se hace en España en donde gestionamos para cazar, pero cuando vienen los problemas a lo mejor nos preguntamos ¿qué ha pasado? Y no hablamos nada de las supuestas técnicas de gestión que no son más que la aplicación burda de técnicas ganaderas a animales que deberían ser salvajes.
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