Cazador de nacencia

Los recuerdos de mi infancia no están ligados a ningún patio de Sevilla, no, y mucho menos a un huerto claro donde madura el limonero. Qué va. Los recuerdos de mi infancia están ligados a unos campos áridos y duros donde hasta las casas eran de tierra como el nido de las golondrinas.


También había chopos que se elevaban al cielo como saetas en demanda de justicia. A casi nadie le faltaba: la guindalera, el majuelo, la era, el huerto, el pajar, la bodega y muchas cosas más, cuya pérdida sólo valoramos de verdad cuando, fundamentalmente por la forzosa emigración, lo perdimos todo ello y poco a poco fue volviendo a su matriz, que es la tierra. En mi Tierra sobraban: la pobreza, la injusticia y ese sufrimiento que todos llevábamos dentro con una dignidad perfectamente plasmada por el pintor burgalés Vela Zanetti en sus lienzos. Yo, nací en Fuente Andrino (Palencia), precioso pueblecito ubicado en plena Tierra de Campos Palentina y tan cerquita de la Montaña como de la Vega de Saldaña. Pequeño pueblo y casi extinto. Yo, a mi pueblecito del alma, siempre lo tengo presente y posiblemente lo tendré en mi mente en el preciso instante de mi muerte. A muchos niños de mi época, la necesidad nos empujó a refugiarnos en los conventos. A mí me tocaron en suerte los Franciscanos con quienes guardo todavía buenas relaciones y donde la mayoría de los frailes eran y son (sin lugar a dudas) unos santos con vocación y devoción fuera de toda duda. Pero desde el 14 de junio hasta el 12 de octubre, nuestros padres nos sacaban del convento por que nos necesitaban para recoger el verano y —de paso— dejar la sementera ya muy avanzada o terminada. Trabajo duro en exceso en el que siempre había algún receso para ir tras de los pájaros y hasta de las mariposas, cuanto si más de las avutardas o de los vencejos. Pero no reniego de eso. Qué va. Pues con ello aprendí a amar a la agricultura y a la ganadería con una intensidad que me acompañará hasta el final de mi vida. Sí. Soy un nostálgico de otras formas de vida a las que tarde o temprano volverá la humanidad con la cabeza vacía y los pies calientes. Volverá como consecuencia de que esta vaca que es la Tierra, no da ya leche para todos y encima la estamos haciendo filetes. ¡¡¡MÁS MADERA!!!
Leo en las revistas especializadas lances con elefantes, leones y hasta con borregos cimarrones del desierto. Lances muy importantes, eso es cierto. Nuestros lances son mucho más modestos. Pero tal vez nos causen la misma emoción que quienes capturan un oso sobrio en vaya usted a saber dónde. A mis casi cincuenta y diez años, me late el corazón deprisa cuando hurgando y hostigando con una paja a un grillo en su hura, le veo asomar el culo o la cabeza, depende de la rapidez con la que se haya metido en su preciosa y sobada cueva. TODO UN MUNDO DE SENSACIONES. Pero no oculto que me late el corazón con la misma intensidad cuando en esas noches sin luna, escucho al jabalí a pocos metros de mí. Era para mí una emoción indescriptible la que sentía cuando se podían cazar gorriones con una linterna y una escopeta de aire comprimido. Ahora no puedo infringir la ley, pues han matado a los gorriones rurales con los venenos criminales del laboreo agrícola y los de las ciudades los matan los matabichos profesionales pagados con el dinero de todos. Confieso que cambiaría esperas nocturnas a los jabalíes o recechos de corzo por volver a apuntar sigilosamente al gorrión albergado en el travesaño de una panera. Soy un enamorado del aire comprimido y de la caza en todas y cada una de sus modalidades. Fotografío sus nidos y lo hago con la misma ilusión que cuando los descubría de niño. Sólo que ahora no me llevo nada a casa y, muchas veces, ante el miedo de que los aborrezcan sus padres o estén ojo avizor los depredadores, me voy con la música a otra parte sin hacerles fotografías y ni siquiera pararme.
Tenía yo siete años cuando mi tío Benito (R.I.P.) que vivía en Vitoria, donde ahora yo vivo, me regaló una carabina de aire comprimido. Cara escopeta, pues luego le tenía yo que hacer de morralero sin descuidar los trabajos que en mi casa me tenían encomendados. Sí, sí. Antes se empezaba a trabajar antes de los siete años aun cuando sólo tuviera uno fuerzas para trillar o para coger para los conejos. Desde entonces estoy trabajando, a ver quién me echa un galgo. Oigan, que cuando no era morralero de mi tío, lo era de otros bajo estipendio que variaba si ponía los perros y el burro. Y quieren alargar la edad de la jubilación quienes jamás trabajaron. LA MADRE QUE LES PARIÓ A TODOS. Y encima a la hora de cotizar no cuenta el Servicio Militar que uno se chupo en circunstancias manifiestamente mejorables. ¡¡¡VAGOS!!! NOTA FINAL No. No voy a repetir la tan manida frase de «venare non est occidere». No. Pero sepan que cazar es observar y querer hasta la última brizna de hierba de una Creación Divina preciosa en todas y cada una de sus formas, tanto minerales como vegetales o animales. Mal cazador será quien no las conozca a fondo. Y quien las conoce, las quiere de corazón sin ninguna excepción. En este articulillo quería brindarles algunas de mis querencias que cada día me tienen más absorto, el resto… ustedes lo juzgarán, pero no tengo edad ni ganas de deslumbrar a nadie. Tampoco tengo ningún interés en parecer bueno o malo. Soy, un hombre ya de vuelta, al que le han dado muchos palos sin venir a cuento. ¡¡¡¡CRIMINALES!!!
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