En las ciudades no se controlan las especies silvestres

Jamás entenderé como hasta en el último terreno acotado de España en cuya superficie no haya ni siquiera un árbol para asustar al viento, se exige un plan de aprovechamiento del coto con inventario de especies, ¿qué especies?, capacidad de extracción, ¿capacidad de qué…?, GUARDA JURADO, y la madre que lo parió a todo ello.


Ya sé, ya sé que detrás de esos planes y demás subterfugios hay ciertos familiares y similares de esos administradores del común elegidos… ¿democráticamente? Y si se trata de empresas… seguro que han sido elegidas bajo el debido concurso. Cómo no. ¿El perfil del contratante…?: NO. ¡¡¡El perfil del mangante!!! Aquí hay una serie de élites tóxicas que tienen que desviar la atención de los molinos eólicos, de las semillas envenenadas, de los productos fitosanitarios, de la granja criminal y de todo lo demás. Sepan, señores míos, que esas élites tóxicas tienen al medio rural postrado y a punto de cerrarlo por derribo. Y claro está, a quienes ponen una cortina de humo en los desatinos de los sucesivos gobiernos de pandereta, los señores del parné los mantienen engrasados y con buen saín. Sí, sí, me estoy refiriendo, sin reparos, a empresas y personas físicas allegados en su inmensa mayoría a ciertos mandamases de alto rango tanto en el mundo lúdico como en el oficial. Además de las personas físicas, hay empresas consultoras que viven del engaño y del cuento o haciendo outsourcing precarizando sueldos. No me olvido de los entes conservacionistas, ecologistas y demás istas de pequeño y gran tamaño. En definitiva, una pandilla de pícaros cuya burbuja explotará más antes que después. Si bien es cierto que este mundo debe mucho a los ecologistas de verdad, no es menos cierto que bajo su bandera se cobijan verdaderos maleantes. Si no estructuro bien este artículo puede acabar como el Rosario de la Aurora, pero que nadie piense que no tengo in mente a esas tórtolas turcas que los ayuntamientos pagan por encargar que las maten los matabichos y no se las dejan cazar a los cazadores so pretexto de que no están en la lista de Especies Cazables. ¿Sobra el dinero? No termino de entender. ¿O sea, que la Constitución se puede modificar de la noche a la mañana por imperativo directo de la dictadura de los mercados y en Europa tardan años en dejar que las plagas de España entren dentro de las especies cazables? Venga ya. Lo que pasa es que los cazadores no tenemos quien nos defienda ni ante el alguacil de Villatejodo de Abajo. Nuestras autoridades venatorias, que cobran unos sueldos de escándalo, se dedican a sus montajes y a la cosa del deporte.
Señores míos, los pardales siguen menguando en las ciudades y en nuestros pueblos y encima todavía se les persigue de oficio en algunas comunidades. ¡¡¡Qué vergüenza!!! No. Sería muy facilón ensañarme con la lista de fracasos de esos tordos que todos los años invaden las ciudades del norte y al final no ha importado a nadie que fueran los cazadores a poner remedio. Un servidor, no hubiera ido bajo ningún concepto. Yo, pobre de mí, no pretendo otra cosa que no sea la de que las autoridades capitalinas pongan orden y concierto en unas poblaciones animales que se han tenido que refugiar en las ciudades como consecuencia de que no les es posible la vida en el campo por el veneno agrícola, su criminal laboreo y el obligado abandono del mundo rural. La mano del hombre interviene en las ciudades plantando y soltando especies alóctonas de forma particular o colegiada y a veces de forma oficial. Pero es que sueltan hasta ardillas rojas y similares sin estudiar el impacto medioambiental que ello supone en las poblaciones de otras especies autóctonas.
Yo, reniego en particular de esos parques artificiales donde se aquerencian a las aves acuáticas a base de cangrejos rojos americanos o señales, ambos portadores de la afanomicosis, hongo éste que tiene contra las cuerdas a nuestros cangrejos autóctonos. Oigan ustedes, señores mandamases del momento (temporales sin derecho a cazo): ¿Por qué las aves acuáticas no las alimentan con ciprínidos en vez de con cangrejos americanos? Olvídense de lo americano en esto. Por Dios se lo pido. Hay que ver lo que se gasta en esos parquecitos capitalinos con guías de sueldo ínfimo vestidos de verde, centros de interpretación diseñados por algún mamón bajo la condición de que viva cierta serralla sin pegar palo al agua. Parques con animales estabulados como los del Parque de Cabárceno (Cantabria). Parques con puentecitos de diseño de película sensiblera. Sí. Es verdad todo ello y más que me callo, por el momento. Entiendo que el dinero que se gastan en bobadas debiera de gastarse en recuperar a nuestro cangrejo autóctono, dado que a una determinada cota los hay a montones a pesar de que ciertos sinvergonzones los roban por no estar debidamente vigilados. Claro, pero lucen más los patitos azulones y algún cisne tontorrón más sonado que el gran boxeador, que fue, Oscar Ringo Bonavena. Santo Dios. Y encima en esos parquecitos capitalinos ponen instalaciones para aquerenciar a la cigüeña, cuya depredación sólo es comparable a la del gato doméstico. ¿Pero no se dan cuenta esos probos y competentes munícipes de que teniendo en su villorrio o ciudad más cigüeñas que sardinas en un tabal tienen que ir a buscarse la vida fuera y depredan los campos que es un primor?
Miren ustedes si estarán herrados y errados, que las especies autóctonas se aquerencian más en los parques que ustedes dejan de lado que en los que intervienen. Yo no pido que les quiten su peculio, pero esténse quietos y lejos de donde en la actualidad cometen sus ignominias con hagiógrafos de la prensa generalista que convierte sus pedos en cantos de sirena. Váyanse todos ustedes a terminar de cargarse Doñana. Qué ya poco les falta. Quien dude de lo que aquí escribo, que se dé una vuelta por la ciudad donde viva (en su caso). Ay… las ciudades… Uno vive toda la vida en ellas y no llega a conocer más que el camino que le ha trazado el destino. De vez en cuando hay que darle un corte de manga a semejante impostor que se cree la Lámpara de Aladino. Ustedes, señores mandamases capitalinos, dan forma a lo que han vendido como bonito aun cuando sea contra natura. Y eso demuestra su cara dura y su mala catadura. Pues dejan una herencia envenenada a quienes vengan detrás con ganas de ser útiles a la naturaleza y por ende a la humanidad. No lo olviden. Los valores cambian por épocas y los suyos ya están caducados. ¿Qué dirán de ustedes las generaciones venideras cuando comprueben su tardanza torticera e interesada en denunciar las tropelías de los molinos eólicos o sepan cómo transigieron con esos venenos criminales que so pretexto de una agricultura mejor asolaron los campos de España? Además, son ustedes unos vagos redomados que ni siquiera se molestan en recuperar los caminos de la Mesta que se llevó por delante una dictadura condenada en el Mundo entero. ¿Pero no les da vergüenza que organizaciones de ecologistas —de las de verdad— extranjeras reclamen en España lo que tenían que hacer ustedes?
Lamentablemente no me queda más remedio que reconocer que hay más variedad y cantidad de aves silvestres autóctonas en las ciudades que en el campo. Es más, hasta las migradoras se han dado cuenta de que en el campo las envenenan y, al igual que las torcaces, se refugian en las ciudades donde hasta se hacen sedentarias y se mantienen durante todo el año con los frutos de especies vegetales alóctonas. Pero señores munícipes, hagan un plan director y síganlo. Eliminen lo que sobra y protejan lo verdaderamente valioso ya perdido en el campo. No basta con poner esas cajitas de nidos de diseño en los parques. Eliminen las especies animales y vegetales alóctonas y no se contenten con la desratización, desinfección de árboles y setos y esa criminal matanza de palomas domésticas sin orden ni concierto. Sepan que esas palomas tendrían el debido acomodo en otros lugares que a su debido tiempo les comentaré. Hace falta tener el corazón negro para matar —sin provecho— a las palomas que en los pueblos de España tanta hambre quitaron durante siglos y siglos. Sí. En mi humilde hacienda teníamos un palomar y aprendí a andar corriendo detrás de los pichones (entre otras aves). Claro, si las llevan a los palomares de Castilla se envenenarían como las perdices autóctonas con los venenos del campo o los todavía no recogidos tubos que se pusieron llenos de veneno para los topillos y ningún ecologista lo ha denunciado de manera contundente. Está claro. Es un acto criminal matar a las palomitas que alimentan con cariño aquellos a quienes ya les salió la hoja roja. A veces se le parte a uno el corazón viendo como los desheredados de la fortuna son agasajados por las palomitas capitalinas so pretexto de comer sus migas de amor que la gente buena saca de un hueco en forma de siete que llevan en su corazón… NO SON USTEDES BUENOS. Es curioso, los cazadores nacidos en Castilla jamás disparamos a las palomas domésticas ni a las bravías, cosa difícil de distinguir hoy en día.
Qué pena que las perdices autóctonas no se atrevan a meterse en los parques capitalinos sin controlar por los cráneos privilegiados bajo estipendio. Nuestros parques están bien servidos por nuestros probos y competentes jardineros a quienes, lamentablemente, también han hecho outsourcing a fin de precarizarles los sueldos. Las pobres perdices autóctonas viven en las afueras de las ciudades y municipios de Madrid, que ya es decir, y se las respeta por la gente humilde, la buena gente que con toda su buena fe les llevan hasta de comer. Las pobres perdices también se meten en las casas abandonadas de los pueblos, pero es una mala decisión por su parte, pues los gatazos criminales las tienen en su punto de mira a juzgar por los plumeríos que se encuentran dentro de las habitaciones. El pobre zorro no es tan letal como los gatos, pues le faltan sus uñas retráctiles para trepar y el gato se pone enseguida en la copa de un árbol. Luego, si se sube mucho es cobarde para bajar y lo tienen que hacer los bomberos a cuenta del erario público. Yo, si llevo los perros sueltos, pago mi multita. Pero el dueño del gato encima es agasajado por una opinión pública que desconoce la etología de las especies y su interacción. Con esta falta de cultura, no hay solución hoy en día.
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