La berrea es cosa de ciervos

Tal vez estas cuatro letras no sean más que una obviedad para quienes están en el ambiente. ESTOY SEGURO DE ELLO. Por eso voy a deslizar algún asunto que, a más de uno, pudiera sentarle mal. Me cuesta trabajo denominar BERREA, a lo que yo, por reminiscencias antañonas de Castilla, sigo denominando brama. Es igual. Estamos hablando del celo del CIERVO, no más.


En lo que al gamo se refiere, esta misma cuestión se denomina ronca. Y en el caso del corzo, ladra. Pero claro está, hace decenios que nuestra lengua española está invadida por palabras otras, y a veces, prostituida por ilustres sin ilustrar a quienes todo les da igual. Pues ladra, en la RAE, significa otra cosa. Pero en fin… Allá cada cual. La BERREA no se inicia sistemáticamente con las primeras lluvias de septiembre. Qué va. La berrea comienza cuando las ciervas están en disposición de ovular. O sea: cuando las ciervas están lo suficientemente nutridas como para comenzar una gestación que durará ocho meses. En su reloj biológico, la cierva, lo tiene todo calculado para quedar preñada en buen estado físico y parir cuando la naturaleza pueda ofrecerla todo lo que necesite para que, a su cría (raras veces paren dos) no la falte de nada. Por eso, si la berrea se retrasa, los orgánicos, gestores, presidentes de cotos, etc. etc. suelen estar muy preocupados, pues si el parto se retrasa, puede perjudicar a la cría el calor de junio y hasta el de agosto, todo depende de cuando comience la berrea que, casi siempre, suele ser a primeros de septiembre o más tarde dentro del mismo mes, dependiendo de la zona peninsular ibérica o … del origen de los ciervos. Los de granjas abiertas (corralones o cercados) pueden contribuir a la berrea mediante métodos artificiales, pero siempre tendrán el clima como variable no controlable. De los ciervos estabulados o semiestabulados, no quiero escribir. Pero haberlos, haylos. Sepan que donde no hay berrea, no hay selección natural. Y con ello, no quiero decir que no se abatan luego unos ciervos hechos a medida con una cornamenta fenomenal. Pero eso es harina de otro costal. Sirva este articulillo para insistir, una vez más, en que si la JUNTA NACIONAL DE HOMOLOGACIÓN DE TROFEOS se dedicara a algo más que a medir las cuernas, cuernos, colmillos, amoladeras, cráneos y demás partes anatómicas de los animales catalogados, dispondríamos de una información fenomenal que iría mucho más allá de saber quién atrapa al bicho con apéndices de mayor tamaño. En este caso, los ciervos. Eso, con decir, dice poco y podía aprovecharse para que dijera muchísimas cosas más. Ya está bien de ver a los del papel couché, encausados, políticos y demás gente muy principal encabezando el ranking de cuernas, cuernos y algo más. Y claro está, este nuestro comercio, que sigue siendo fenicio y ladino, responde con animales de diseño a tropelía tal. Con lo que los grandísimos trofeos, no dicen na de na. Sobre todo con esa cojogestión que además de alimentarlos de forma no natural, les puede suministrar hasta esas sales cálcicas y fosfóricas tan necesarias para que los animales puedan alcanzar una cuerna monumental, que en el campo les supondría un esfuerzo metabólico fenomenal y hasta imposible de llevar a cabo. Las cuernas y sus ramificaciones no indican la edad de un ciervo macho. Pero unas buenas cuernas son claros indicadores de la salud del ciervo, y por lo tanto, es indiscutible su gran aporte a la raza más que a la pared una vez naturalizadas sus cuernas. El número de puntas de las cuernas de un ciervo, no es un indicador fidedigno de la raza. Ni mucho menos. Si bien es cierto que las cuernas de un ciervo de su primer año (vareto) sólo tienen una punta en cada asta. El segundo año, casi siempre suele tener dos y se le denomina: horquillón. Pero a partir de los tres años, ya no se mide la edad del ciervo (a simple vista) por las cuernas. Digamos que las cuernas a partir del tercer, cuarto año, dependen de la alimentación y de la calidad genética del animal. Una mala raza, o una raza degradada, o una raza no adaptada debidamente a nuestros lares, o una raza mixturada con otras no convenientemente estudiadas, jamás se podrá construir sobre ellas un buen animal de diseño. Esto no va por los de la selección natural, cuyos ejemplares, si no se gestionan debidamente, también se pueden degradar en lo que a sus poblaciones se refiere.
Aun cuando la cierva esté bien nutrida y preparada para la ovulación, no se llevará a cabo ésta mientras no deje de hacer el calor propio del verano. Tal vez lo de las cuatro primeras gotas de lluvia en septiembre, se diga por eso, no lo sé. Pero así es. Muchos de los ciervos, salvo los de Doñana… dicen que son animales de otras latitudes más frías y que no terminan de aclimatarse a nuestros lares. Por eso no comenzará la berrea hasta que deje de hacer calor, insisto, una vez más. En el mes de julio, los machos ya estarán en plena forma, pues al alcanzar su máximo nivel de testosterona sus cuernas sufrirán transformaciones como consecuencia de la falta de irrigación sanguínea. Será entonces cuando comenzara la ESCODA. Que no es otra cosa que el constante frotar de sus cuernas hasta perder ese característico terciopelo que las recubre denominado BORRA. Cuernas que recién peladas son como de un blanco sucio y luego se van transformando en marrones oscuras. Cuando el ciervo barrunta que las hembras van a empezar a ovular, se ubica en un claro de monte que lo delimitará con su semen (dicen…), orines y sus glándulas odoríferas ubicadas en el lagrimal de los ojos. También suele untarse del barro que hace al orinar en la tierra y después patearla a fin de obtener una masa con la que se untará al revolcarse en ella. Luego, una vez untado, se frota en pedregones y matorrales para, junto con el ¿semen?, las meadas y las glándulas de los lagrimales, delimitar su picadero. De todas las maneras, nadie verá un ciervo embarrado bramando. Es más, se acicalan el pelaje para conquistar y se ponen a punto las cuernas para medir fuerzas. No más. Ningún ciervo mata a otro en la brama, por eso a mí me causa un respeto imponente, aun cuando a chufla lo tome la gente. Cuando tiene el terreno delimitado, comenzará a llamar a las ciervas con sus bramidos a los que acudirán otros machos a medir sus fuerzas, caso de que no les acobarden estos de saque. Si osa alguno entrar en su terreno marcado y bien delimitado, medirán sus fuerzas en aparatosa confrontación, que no pelea. Claro, el choque de las cuernas parece brutal a juzgar por los decibelios de su sonido, pero sólo sufren en lo inherente al esfuerzo de medir sus fuerzas y poco más. A la postre, el ciervo más fuerte será el que monte a las ciervas que hayan acudido al cercado virtual previamente delimitado. Es por eso la importancia que tiene una buena gestión a fin de no sucumbir ante la trofeitis y dejar el monte sin ejemplares fuertes y sanos que puedan trasmitir a las ciervas su vigorosidad. La cierva, una vez preñada, se dedica con ahínco a comer toda suerte de frutos silvestres. Comida que le ofrece el otoño, así, cuando llegue el invierno, tendrá las suficientes energías acumuladas como para salvaguardar lo que lleva dentro. Y el ciervo hará igual, pues después de la berrea quedará para el arrastre en grasa (peso) y en todo lo demás. Entonces será cuando, con voracidad inusitada, comerá todo lo digerible que esté a su alcance para que el invierno no le mate.
A mi modesto entender, la BERREA es un asunto bello de verdad. Pero eso de llevar capitalinos hasta casi hacer de mamporreros, lo considero una atrocidad y una falta total de respeto a la naturaleza. Pues el ciervo que barrunta humanos en tales circunstancias tiende a ponerse nervioso y hasta a huir si no se toman precauciones de acercamiento, con lo cual se deshace esa especie de picadero que antes les he descrito someramente. En esos momentos, la naturaleza no debe de alterarse bajo ningún concepto, y mucho menos, con esos mirones que suelen ser los más bobalicones de la ciudad. Para hacer turismo cinegético, están los documentales de la Dos. ¡¡¡Se hace más daño a la naturaleza por ignorancia y avaricia agrícola, que por cazar!!! ¿O no? He oído y leído que a veces se quedan enganchados ambos contendientes por defectos en las cuernas de uno de ellos o de los dos. Son poquísimas las veces que ocurre esto. Es más, el ciervo, antes de la berrea, se frota las cuernas por doquier para ponerlas en uso de manera que sobresalgan de las demás, nunca para que sean diferentes. Como también son poquísimas las veces que, por defecto de cuernas, se hieren al medir fuerzas. Eso de la entresaca de cuernas defectuosas es más una fábula que una realidad. O la disculpa para intervenir en la naturaleza cuando no se debe. De los estabulados y semiestabulados, no quiero saber nada de nada. Entiendo que cazar en berrea es interferir en el proceso natural de los ciervos que permite transmitir a la raza fuerza y vigor a través de la selección natural. Pero otros no lo entienden así. El ciervo durante la brama pierde o merma todas sus facultades, hasta se queda como una sílfide. Yo jamás criticaré una modalidad venatoria, pues todas ellas me merecen el máximo de los respetos. Hombre, no considero modalidades venatorias esas de las codornices a tubo y similares o lo de matar leones o jabalíes (qué más da) en un corralón. Lo de competir en la caza, hoy por hoy, lo considero fuera de lugar. Y lo de medir la importancia de los trofeos sin tener en cuenta el lance y el origen del animal, me dice poco o nada de esos rankings tan fuera de lo normal. A lo mejor le ataron el animal al tirador. O lo narcotizaron, ¿quilosá? O se lo criaron a gusto del consumidor. Puede ser. ¿O no? Vaya usted a saber. O mezclamos el buen hacer con la picaresca mezquina. Tal vez… Otro día les escribiré sobre el desmogue, que es la caída de las cuernas que tiene lugar, en los ciervos, allá sobre el mes de marzo. Tal vez haya omitido algo por obvio o por ser desconocido por mí, por eso suelo hipervincular más de lo normal a fin de que el lector pueda hacerse una composición de lugar. Por ejemplo, no les he dicho que lo que de verdad sorprenderá al estudioso u observador sensato y respetuoso será el cervatillo recién nacido, quien nada más ser parido mamará de las tetas de su dolorida y satisfecha madre. El cervatillo, en su innato instinto de conservación, irá cambiando de postura física en su encame a fin de pasar inadvertido al llevar a cabo, con la posición de su cuerpo, un mimetismo total. Jamás de los jamases toquen un cervatillo o un corcino, pues el zorro siempre anda ojo avizor y… sé de imbéciles que los han cogido y los han llevado a un centro de recuperación animal. Entiendo que a donantes tales había que denunciarles de inmediato por ignorantes y osados.
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