Sobre cazar, o no cazar

Ser o no cazador son dos opciones opuestas de la misma categoría, que resuelve cada persona por sí misma. Pero no se trata de abordar esta cuestión como una decisión individual ante un dilema, sino como la actitud que debe tener una sociedad democrática a


 Venado
Venado

La toma de decisiones colectivas de los ciudadanos debe partir siempre de la premisa fundamental de que éstos tienen toda la información sobre aquello que van a decidir. Este es el motivo de escribir este ensayo que pretende informar sobre la venatoria desde el punto de vista de la etología universal, que es la que incluye al hombre en su relación con los animales con los que comparte el mismo medio natural, nuestro frágil y pequeño mundo.

Los animales silvestres han sido siempre, y lo son actualmente, un bien escaso para la humanidad, y todos tenemos la responsabilidad de contribuir a la conservación de las especies. Los recursos naturales, y la fauna es uno de ellos de gran importancia, son limitados por lo que su aprovechamiento ha de ser sostenible en el tiempo. Hay que llegar, mediante la divulgación de los conocimientos técnicos y científicos medioambientales, al mayor número de personas que sientan inquietud y por tanto tengan interés por la buena o mala gestión de los entornos faunísticos, y la caza es una herramienta que bien manejada mejora estos hábitats para el mundo animal. Las conductas de los animales evolucionan siempre para la supervivencia del grupo al que pertenecen, en particular se modifican cuando el hombre interviene con sus acciones, y este cambio en el comportamiento influye a su vez en los seres humanos. Pensemos por ejemplo en un caso extremo, como veremos extensamente en otro apartado, en el animal que al ser domesticado pierde unos instintos y desarrolla otros que son aprovechados por el hombre.

La fauna silvestre en su estado natural, para no depender del azar de la naturaleza, necesita muchos cuidados, directos e indirectos, que sólo pueden recibirlos del hombre. Llegado a este punto surgen cuestiones que necesitan ser planteadas previamente, porque la venatoria es un acto que afecta directamente a la fauna pero también al medio en que habita, la cual ha de ser juzgada atendiendo a varias variables por la complejidad de interrelación de todos los seres vivos de un ecosistema.

Analizar lo que se piensa y lo que se siente actualmente en nuestra sociedad sobre La Caza, que arrastra grandes pasiones entre sus aficionados y también entre sus detractores, es un primer paso para dar las respuestas técnicas adecuadas. El hombre ha cazado desde sus orígenes, de hecho los primeros hombres fueron exclusivamente cazadores, la oposición a que se siga practicando la caza ha surgido recientemente por la sensibilización tanto en lo tocante a la defensa de la naturaleza como en procurar la eliminación del sufrimiento animal, dos fines que no se contradicen dialécticamente con los que persigue el cazador civilizado. Por lo tanto es necesaria una introducción sobre el sentido que tiene la acción de cazar, o la de no cazar, en la sociedad actual. De ahí la disyuntiva a que aludíamos al principio, y que se resuelve de forma positiva. No es necesario andar envolviendo con un exceso de tecnicismos unos resultados que ya se han comprobado como ciertos, tenemos que Reflexionar sobre La Caza y el beneficio medioambiental que reporta de la manera más sencilla posible, apoyándonos en fundamentos ya contrastados. Partiendo siempre del sentimiento de respeto a la dignidad de la naturaleza.

El conservacionismo es un valor social afortunadamente muy extendido, que al buscar la conservación del medio natural en general, cuida las especies de seres vivos que en él habitan, la gea y sus paisajes. El deseo de que en el futuro se hayan restañado los daños a la naturaleza, generados o no por el hombre, y que el medio natural sea cada vez más cuidado, es universalmente compartido y ha llegado el tiempo en que es técnica y económicamente posible abordarlo.

Y en este estado de opinión nos preguntamos por la incidencia que tiene la acción de cazar, en el desarrollo y conservación de las especies, sean o no objeto de cinegética.

¿Se debe permitir la caza o se debe prohibir? Esa es la cuestión. La respuesta apodíctica es que se tiene que cazar por el beneficio que esta herramienta, regulada y controlada, reporta a la fauna; ya que la protección de los animales silvestres por la prohibición absoluta de cazarlos, repercute negativamente sobre ellos.

Es necesario aceptar que la intervención humana puede ser muy positiva, ya que a veces se piensa que todas las actuaciones del hombre en la naturaleza la degradan, lo cual no ha de ser cierto siempre. Aunque tenga justificación esta corriente de pensamiento por arrastrar nuestra sociedad esta culpa, que compartimos entre todos, por los abusos históricos cometidos contra el entorno debidos a una mala gestión de nuestro desarrollo industrial, y a que nos hemos preocupado más tarde que otros países de cuidar el medio natural.

En un territorio en el que se impone la veda total, sin otro criterio que no se maten animales por la caza, la prohibición podría causar un gran daño ecológico. El crecimiento indiscriminado de los individuos de una especie incide contra aquellas que cohabitan con ella, contra el medio en que vive y contra ella misma.

Los animales con anomalías y defectos los pueden trasmitir genéticamente y los que enferman contagian a los demás. Así, si no se regulan estos animales, y no son eliminados por ningún predador natural, será necesaria su caza selectiva para evitar que la especie esté llamada a su declive, e incluso a la desaparición, además si una especie desaparece repercute en el ecosistema en el que estaba puede poner en peligro su equilibrio.

Pero no se trata solamente de hacer una labor profiláctica, hay que controlar también las poblaciones de animales sanos en situaciones de superabundancia, para mantener la densidad natural apropiada para el hábitat, y que sea sostenible con él, este control por un lado evita la aparición de brotes epidémicos y por el otro genera ganancias en lugar de gastos, parte de estos beneficios siempre serán revertidos para el cuidado del territorio, porque la caza es un aprovechamiento forestal que además de rentable redunda en la conservación, al establecer un círculo virtuoso de sinergias positivas, que busca el equilibrio ecológico. Es una herramienta de gestión que favorece el bienestar de todas las especies, tanto de aquellas que son pieza de caza como en otras que comparten hábitat con las anteriores, muchas de ellas protegidas. La venatoria, ejercida respetando los criterios técnicos medioambientales, establece un control que conserva las densidades poblacionales apropiadas al hábitat de las diferentes especies del territorio. La caza así gestionada da lugar a pirámides poblacionales que mantienen las clases de edad, con el número apropiado de individuos y equilibrio entre sexos para que la población sea próspera…

 

Este post es un extracto del primer capítulo del libro: Reflexiones sobre La Caza. Beneficio medioambiental que reporta. Su ejercicio, su cultura y su arte.

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