Sobre tiradores y cazadores

Cazar es todo lo que se hace en el monte, antes y después de abatir al animal y siempre encaminado a conseguirlo. La posesión es imprescindible para culminar con éxito la jornada, de hecho el cobro de la pieza es una de las fases de la acción cinegética.


Se han hecho muchos estudios, antropológicos y sociológicos, sobre lo que ha sido y es la caza. Pero no abundan los que tratan de la caza deportiva, sobre esto último se echan de menos trabajos de investigación. Desde el tiempo remoto en que cazar era el sistema económico que regía en la sociedad prehistórica, y que aún hoy es el de algunas tribus; el cazador ha evolucionado y se ha especializado en alguna, o varias facetas deportivas de la caza. También hay deportes que, nacidos de la venatoria, hoy están muy separados de ella; lo que no supone en ningún modo que el cazador no los practique. Así los aficionados al tiro al plato, en sus múltiples variantes, son tiradores que en sus campeonatos demuestran tener una gran forma física y mental. En las competiciones de tiro pichón, aunque se abatan pájaros nacidos y criados para este fin, el tirador no considera que esté cazando. En estos deportes hay árbitros que velan por el respeto de las normas. Otra variante deportiva no cazadora es el tiro con arco para competición; sin embargo hay excelentes aficionados que practican con él la caza, modalidad que exige gran concentración para el rececho y, muchas veces, una gran destreza en el pisteo. A este tipo de cazador le resultaría impensable abandonar su pieza. Hay prácticas intermedias entre ser solo tirador o tirador-cazador. Estas ya necesitan para su realización echarse al monte. Así ocurre con las tórtolas en Argentina, es tal su abundancia que pueden efectuarse miles de disparos por jornada, estos volátiles constituyen una plaga que hace peligrar las cosechas, su caza es una excelente herramienta de gestión para cuidar el equilibrio ecológico. El cobro de las piezas, las más de las veces, no se realiza. Sin embargo, los ojeos de perdiz son un tipo de caza en equipo, en que el apostado ha de ser un buen tirador ante la dificultad del lance. Aquí, lo mismo que ocurre en la montería, las piezas se buscan ojeándolas, y después de su abate se cobran. Y en las tiradas de acuáticas no basta con abatirlas, debe realizarse el cobro pues es la ética de esta caza; aquí no hay árbitros que velen por las normas, es el cazador el que dispara solo a aquellos ejemplares que sabe que podrá recoger, lo que requiere gran pericia. Las tiradas de aves, por lo tanto, son caza si además del abate se plantea como objetivo el cobro de las piezas. Si se desecha esto último, esa práctica será otra cosa, pero no es cazar. El que practica la caza es cazador, y lo es siempre. No ocurre así con otros deportes, por ejemplo alguien que practicase el tenis con amigos algunos días al año, no se calificaría a sí mismo como tenista. El cazador deportivo practica un tipo de caza que le da la satisfacción previa de la búsqueda y también lances memorables de abate y cobro. Este es el cazador, cada día más preparado que, además de perseguir la pieza deseada, persigue la sostenibilidad para la existencia de la misma, y en él la faceta de tirador es una condición más de las muchas que le definen.
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