La otra ‘mitad’ de la caza

La caza, como tal, no es sólo salir al campo, no es sólo ‘el durante’ o estar presente en el ejercicio cinegético, la caza también es el antes y el después. Y quienes lo valoramos, creo que somos afortunados.


La mejor red social ha sido y es tener una afición

Siempre lo he dicho: la mejor red social que ha existido es la caza. Mucho antes de que Facebook, Instagram o cualquier foro de internet existiese, la caza ya nos permitía conocer gente y compartir vivencias.


Mi abuelo cazando en los años 60

Desde tiempos remotos ya se escribía sobre caza, bien en libros o revistas, ya se tomaban fotografías, incluso cuando las cámaras sólo las tenían un reducido número de privilegiados, y se compartían ¡sin necesidad de ordenador! La práctica venatoria nos llevaba a reunirnos en la barra de un bar y frente al calor de una chimenea para compartir, sin botón, lances, vivencias, experiencias y opiniones.

¡Cuánta gente, de cuántos lugares tan diferentes, cuántos sitios hemos conocido y conoceremos gracias a esta bonita pasión! Facebook no es más que un mero aprendiz de toda la sociabilidad que conlleva nuestra afición.

¿Tengo razón o no?

Seguro que todos tenéis gratos recuerdos de aquellos tiempos de antaño en los que no existía un ‘me gusta’, ni ‘compartir’, pero existía un apretón de manos sincero al saludar a alguien y unos oídos que escuchaban, por igual, y sin perder detalle, las anécdotas que contaban viejos compañeros o nuevos conocidos.


‘Benitín’ por fandangos

‘Las Moras’, una montería en toda su esencia

La temporada va dando los coletazos finales, y en estos últimos días he tenido la suerte de cazar, por segunda vez en este año, en San Bartolomé de la Torre, Huelva. ¡Qué pequeño es el mundo!

En concreto, he tenido la suerte de cazar en la finca Las Moras y de revivir el sabor añejo de la montería en la que los resultados no son lo más importante y sí la convivencia. He tenido la suerte de vivir en plenitud esa esencia que tiene cada parte de la montería y, por supuesto, de disfrutar, una vez más, del arte que se derrocha por los cuatro costados en esta tierra a la que tanto quiero.

Ya lo decía Mariano Aguayo: «En el cante flamenco echa raíces toda el alma de Andalucía. En él están, además del amor, los toros y el baile, el oro pálido de los vinos finos y el fogoso caracoleo de los caballos. ¿Cómo iba a quedarse atrás una pasión tan vieja como la caza?». ¡Qué fortuna la mía, poder vivir dos de las cosas más puras, castizas y arraigadas a nuestra piel de toro: el fandango y la cacería!


¡El Andévalo, tierra de caza y arte!

Momentos entrañables

Reunirse junto a una candela escuchando cantar a alguien allegado al gran Paco Toronjo las letrillas camperas de un fandango valiente de Alosno, conocer tradiciones monteras y familiares, hacer nuevos amigos, conocer y valorar otras formas de trabajo, sentir una hospitalidad sin igual, vivir la emoción inolvidable del noviazgo, como el de mi nuevo y joven amigo Alejandro y el de su padre ¡en el mismo día!, son el tipo de vivencias emotivas por las que se debe luchar por la caza, por las que se debe luchar para que las tradiciones y costumbres perduren y porque no se pierdan las buenas gentes, ni los buenos ratos, ni el buen ambiente, ni todo eso que conforma la otra mitad de la caza.


El inolvidable recuerdo del noviazgo

Hay, quizás, quien no lo ha vivido y no pueda entenderlo ni por muy poética y románticamente que se explique, pero estoy segura de que una gran mayoría de nosotros —por mucho que nos guste un lance o estar en el campo— no nos apasionaría tanto una montería si no competiéramos estos ratos, si no viviéramos esta otra mitad: la parte social.

Con afecto y gratitud a mi amigo Carlos Cordón, a los cazadores de San Bartolomé de la Torre y a la finca Las Moras.

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