La caza sigue siendo paleolítica

Hace unos días vi por televisión un documental muy interesante sobre el paleolítico y el neolítico, que me hizo reflexionar.


El paleolítico fue la época del hombre cazador-recolector, en que éste vivía de lo que recolectaba y cazaba. Eran hombres nómadas, que perseguían a los animales en sus desplazamientos, pues de ellos dependía. Con el neolítico y la invención de la agricultura y la ganadería, todo cambia. El hombre ya no necesita seguir a los animales para sobrevivir y comienza a fundar pueblos y ciudades. El hombre, al tener asegurado su sustento, ya no tiene que cazar obligatoriamente y puede dedicarse a otras actividades como el arte.

Aunque reconozco que el neolítico contribuyó bastante al desarrollo de la civilización, como cazador de espíritu libre me apena que el paleolítico terminara. Para empezar el paleolítico fue la última época en la que el hombre convivió en paz con la madre tierra y con sus semejantes. El hombre vivía en pequeños clanes cazadores y cogía aquello que la madre tierra le proporcionaba: frutos, animales… Al ser nómadas, no existía la propiedad privada, ni se exclavizaba a los animales para devorarlos después, ni se castigaba a la madre tierra estabulando a los animales o sembrando lo que nos apetecía.

Con el neolítico el hombre se establece en los mejores lugares de la tierra, impone la propiedad privada y redacta leyes para conservarla, no siempre de forma totalmente justa. El hombre, de ser un hijo bueno, que convive en armonía con su entorno, comienza egoístamente a maltratar a su propia madre, la naturaleza: levanta empalizadas para guardar su ganado, quita o quema arboleda para tener más pasto para sus ovejas y vacas, marca y defiende con sangre un terreno que ha tomado como suyo…

Sin embargo, de alguna forma la caza hoy sigue siendo la última bocanada de paleolítico que nos queda. Los cotos, de alguna manera, se diseñan o gestionan contra dos monstruos que, más que nunca, sobre todo la agricultura con toda su química, se está cargando la naturaleza.

El cazador de hoy sigue siendo paleolítico. Sabe que las especies cazables necesitan un hábitat libre de pesticidas, concentraciones parcelarias y grandes rebaños ganaderos. E intenta que ese pedacito de tierra que caza, llamado coto, deje de lado lo que tenga de neolítico y retroceda al paleolítico, donde reinaba más la armonía y la naturalidad.

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