Y vuelta la burra al trigo

Ya nos tienen acostumbrados. Parece que algunos de los que critican la caza disfrutan convirtiendo a los cazadores en sus presas, en sus blancos preferidos. Es lícito. También la caza lo es.


Pero lo que no es lícito es la hipocresía buscando con ello sólo intereses personales, ni la chapuza y despropósito con que algunos lo hacen, refiriéndome, por ejemplo, a esos que en sus críticas desinformadas han atacado a César Cadaval por cobrar unas especies que, por otro lado, no tienen claro ni cuáles son —ellos, sus protectores— cuando hablan en ocasiones de leopardos, mientras que al rato lo hacen de guepardos. Buenos defensores han encontrado estos felinos. Que encima los defienden de quien no los ha cazado. No dan una, ni saben de lo que hablan. Sinceramente, no me gustan algunos de los que hablan con su mesianismo oportunista, ni los que lo hacen sin saber, ni los que lo hacen sin entender, ni los lloricas demagogos, ni mucho menos los que solo buscan su minuto de gloria, aunque por lo menos a estos los entiendo, que algunos viven de la popularidad y no pueden permitir que sus programas bajen de audiencia. Cobertura informativa o publicidad, aunque sea falsa, torticera, interesada o hipócrita, todo vale para seguir vendiendo periódicos, bajo el paraguas de medios de comunicación supuestamente serios y prestigiosos que dotan de una falsa credibilidad a noticias más que dudosas. ¿Dónde queda la ética y la imparcialidad periodística? Tampoco me gustan los que, abanderando la defensa de las libertades, pretenden cercenar las de los otros, las de aquellos que no piensan como ellos. Pero aquí, como defensor de la caza, sé que he de entonar mi parte de culpa, mea culpa, reconociendo que estos abanderados sobran en todos los bandos de todas las disputas, incluido el de los cazadores. Contra aquellos que no valoran positivamente la caza, no se deben admitir afirmaciones de algunos de nuestros representantes del tipo «!Mierda para ellos!», o descalificaciones como «estoy hasta los cojones de cuatro ‘perroflautas’». Así no vamos a ningún lado y no podremos sorprendernos de lo que nos pasa. Menos aún, solucionarlo. Busquemos un término intermedio, tratemos de ser serios, sentémonos, creo, y mejoremos entre todos las partes que cada uno debemos mejorar.
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