Con los incendios forestales se pierden más que árboles

Ha llegado otro verano y de nuevo surge la amenaza de los incendios forestales, que este año puede ser muy seria porque llovió mucho en primavera y salió mucha hierba y maleza que se han convertido en pasto seco. Sin duda, los incendios forestales se han convertido en las últimas décadas, por su frecuencia, intensidad y extensión, en uno de los problemas ambientales más graves de la península Ibérica, siendo una de las causas de la degradación del medio natural.


En España, en el período comprendido entre el 1 de enero y el 31 de julio de 2016, la superficie afectada por los incendios ha sido de 16.417 Ha, mientras que en 2015 en el mismo período fue de 52.339 Ha. Por otra parte, si analizamos el período entre los años 2006 y 2016, este año ha sido el de menor superficie afectada por los incendios. No obstante, en las últimas semanas se han sucedido el grave incendio en la isla de La Palma, con la muerte de un agente forestal, 5.000 hectáreas calcinadas y centenares de vecinos evacuados, y numerosos incendios en Galicia (fundamentalmente en las provincias de Pontevedra y Ourense), al parecer intencionados.

Si analizamos el período entre los años 2006 y 2016, este año ha sido el de menor superficie afectada por los incendios

Queda todavía verano y hay que extremar al máximo las precauciones. Y entre otras cosas, respetar las normativas de incendios forestales existentes en cada una de las Comunidades Autónomas en las que se regula el uso del fuego en suelo no urbanizable y rústico para la prevención de incendios forestales. En ella, se puede ver las autorizaciones para el uso del fuego en terrenos agrícolas y forestales, otras regulaciones del uso del fuego (barbacoas y otros utensilios generadores de calor o fuego, tránsito de vehículos a motor en pistas forestales y maquinaria en suelo no urbanizable, pajeras, etc.), régimen de autorizaciones, etc. Y también extremar la máxima vigilancia para tratar de evitar los fuegos intencionados, que, sin duda, es muy difícil.

El 80% de los incendios son por causa humana

Las estadísticas señalan que el 80% de los incendios forestales son provocados por la mano de ser humano, unos por negligencia o imprudencia, otros intencionados, obra de pirómanos. Aunque es complicado diferenciar entre hacer una barbacoa en época estival, que está prohibida en todas las Comunidades Autónomas, con algunas excepciones en ciertos lugares que se señalan en las normativas de cada comunidad autónoma, de echar una cerilla en el monte de un pirómano.

Sin duda, la meteorología existente en verano multiplica el riesgo, sobre todo cuando las temperaturas han llegado o superan en determinados lugares los 40 grados. Pero las estadísticas son contundentes y plantean que solo un 14% de los incendios forestales son producidos por causa natural, y el 6% es por causas desconocidas. Quién le pega fuego al monte y a nuestros campos es producto del incivismo y de la negligencia, o de la maldad.

Recuperar el bosque

El fuego es parte de la naturaleza. Uno de los elementos modelares del paisaje. Sin embargo, el incremento y la sucesión de incendios considerados no naturales está teniendo un efecto violento en los ecosistemas. Arden los bosques, los campos… y las llamas se llevan por delante no solo la flora y la fauna. También pueden causar daños irreparables en el suelo donde después tendrá que crecer de nuevo el verde. Lo que el fuego devora en dos días puede tardar más de 100 años en recuperarse.

Después de miles de años quemando bosques, los seres humanos empiezan a saber qué hay que hacer —o qué no— para recuperarlos

Pero el fuego, con todo su dramatismo, no es el punto final. Después de las llamas, los expertos hablan de silencio, de desolación. Los seres humanos se enfrentan a la idea de pérdida, catástrofe. Surgen las ganas de hacer algo enseguida. De recuperar lo verde que ahora es negro. De sustituir lo quemado por nuevos árboles. Pero eso, la reforestación artificial en grandes cantidades no es, según los expertos, una receta mágica y generalizada en todas partes. Cada caso es un mundo y hay que esperar. Es necesario estudiar los daños en la zona y analizar cómo se va a comportar la naturaleza por sí sola.

Después de miles de años quemando bosques, los seres humanos empiezan a saber qué hay que hacer —o qué no— para recuperarlos. Aunque no sea una ciencia exacta. Y lo primero, antes de preocuparse por lo verde, es velar por el suelo donde luego debería volver a crecer. La desaparición de la vegetación, según los expertos, que hace de cubierta protectora puede fomentar la erosión del suelo y ese es el principal problema para la recuperación del terreno tras el incendio, lo que hay evitar por todos los medios.

Efectos en la fauna

En lo que respecta a la fauna, la mayoría de los animales que viven en zonas quemadas escapan, pero su hábitat queda destruido o modificado. Algo que afecta particularmente a las aves. Si el incendio se produce en época de cría cuando hay todavía muchos pollos volanderos, la mayoría no podrán salir y morirán entre las llamas. Todo esto es normal, ya que las zonas forestales son cobijo de múltiples aves y fauna en general. Si analizamos algunos de los ecosistemas afectados por los incendios, por ejemplo, los bosques de ribera, además de que la avifauna existente en esos lugares huiría, podría tener graves repercusiones en la fauna piscícola. Hay que tener en cuenta que el bosque de ribera es fundamental para sombrear los ríos. Y si esto no ocurre, es cuando el río se cubre de algas, que aspiran el oxígeno de las aguas y ello afecta de forma muy seria a las distintas especies piscícolas existentes.

También, suele ocurrir que determinados animales se esconden. Y vuelven. Por ejemplo, si se dejan árboles quemados, pero en pie para que nidifiquen.

Frente a los incendios forestales es necesario actuar con firmeza sobre las causas que los motivan, con un enfoque preventivo

Los efectos de los incendios forestales, además de la evidente pérdida dramática por el fallecimiento de personas, van mucho más allá de la destrucción de árboles. Por un lado, es evidente que los fuegos provocan una pérdida económica directa para los propietarios del monte, también para la población cuyas propiedades (casas, pastos, infraestructuras agrícolas, etc.) son quemadas por las llamas. Pero el efecto económico es muy superior. Leña, setas, frutos silvestres, caza, pesca, etc., son algunos de los productos obtenidos directamente de los ecosistemas forestales.

Frente a los incendios forestales es necesario actuar con firmeza sobre las causas que los motivan, con un enfoque preventivo. Una medida básica en este sentido es que la biomasa que se acumula en las zonas forestales se recoja durante todo el año unido a otras labores de aprovechamientos de otros recursos de los montes, tratamientos de las masas forestales y en definitiva una política forestal activa. Incentivar esta actividad silvícola generaría empleo rural, contribuiría al buen desarrollo de las masas forestales y permitiría el aprovechamiento energético de estos residuos forestales (para uso térmico o para generar electricidad renovable) con lo que se reduciría además nuestra dependencia energética. Pero la realidad es que no se está potenciando suficientemente el uso de biomasa para calefacción (pellets o astillas) y que se han eliminado las primas para instalaciones de biomasa eléctrica.

Cuando el 80% de los incendios tiene su origen en causas humanas, la prevención estriba en actuar sobre las causas que los motivan y así evitar que se produzcan, y sancionar a los responsables de acuerdo a la gravedad del siniestro, aunque desgraciadamente las penas todavía son pequeñas.

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