Caza y telebasura

Malos tiempos corren cuando tenemos que demostrar lo evidente. Algo no funciona, como Dios manda, cuando el Defensor del Pueblo de La Rioja admitió a trámite, recientemente, la denuncia de Ecologistas en Acción de esa comunidad, contra la emisión de Jara y Sedal en horario infantil (6 a 22 horas). Dice el grupo ecologista riojano en su denuncia, que el programa carece de ética y fomenta el maltrato y asesinato de todo tipo de animales, entre ellos mamíferos superiores, jabalíes y corzos, muy asociados a la cultura de los cuentos infantiles, como Bambi.


Querría decirle, señor Defensor del Pueblo riojano, que la predación, o sea, la caza, incluida la que hacemos los humanos, es una expresión de la naturaleza y de la humanidad desde los albores de la historia. La caza es un hecho natural. Describir correctamente el mundo natural debe ser la manifestación responsable de quienes tienen/tenemos la obligación de hacer pedagogía honesta, o sea, enseñar la verdad. Así, los niños dejarán de creerse que los lobos y leones comen cereales, que el agua nace de un grifo y que la leche procede de un tetrabrik. Yo no quiero que eduquen a mis hijos o nietos de manera que adquieran esa incultura. Esa irresponsabilidad que la sufran sus hijos, pero no los míos. Ocultar la realidad de la caza, como pretenden esos ecologistas, es bastardear a la verdad y, por tanto, una falta de respeto a los destinatarios.

Precisamente, nosotros tendríamos que plantearle al Defensor del Pueblo una denuncia contra la TV engañosa. Contra la telebasura que oculta a la naturaleza real. Uno de los motivos de aversión hacia la caza es la educación antinatural en la que la TV ha influido significativamente. Ha tenido especial impacto ese personaje ficticio del mundo animal, para todos nosotros entrañable: Bambi, creado por el escritor austriaco Félix Saltén y llevado a la pantalla hace sesenta años por Walt Disney. A él se refieren los bambinos de la denuncia. A través de su historia, nuestros jóvenes han recibido la imagen de lo ingrata que es la caza que queda huérfano a Bambi, porque un cazador con aire fiero mata a su madre; Bambi se convierte en héroe salvando de las fauces de una rehala a la bella Falina, con la que tuvo dos hijos. Todos los que vemos Bambi nos solidarizamos con él y no con el cazador, ni con los perros. Y no le cuentes a nadie que en este relato muere un corzo y nacen dos, ni que el exceso de corzos produce daños en las plantaciones y accidentes por el que puede morir tu madre, no la del corzo, porque te dirá que se pongan otras medidas, menos pegarle un tiro a un animal tan bello. Eso, en el caso de que no te pidan que se les haga la vasectomía, como pidieron para los zorros, hace unos años, en un consejo de caza de Cádiz.

Se ha puesto de moda entre los sedicentes progres de ciudad la conciencia anticaza que hoy se vende muy fácilmente en esta sociedad urbana, ajena al mundo real del campo y harta de guerras, de malos tratos, violencias, atentados y otras miserias humanas

En el medio urbano, con carácter general, hay una incultura sobre la naturaleza que es preocupante. Los jóvenes no ven tras la hamburguesa o el paté, al cerdo o la ternera pasando por el matadero o a la oca emparedada en vida. No se lo imaginan. La visión más compleja del mundo animal y de la naturaleza para la mayoría de aquellos, es la que les ha llegado a través de esas historias televisivas de un mundo absurdo donde cualquier animal predador: rapaces, lobos y fieras, se convierten en héroes como guardianes del resto de la fauna, a la que protegen del humano y siniestro cazador, y nunca matan a sus presas. Todo lo contrario a lo que ocurre en realidad.

La verdad del comportamiento del lobo, por poner un ejemplo, y de su síndrome de gallinero, pone de manifiesto que es capaz de matar a toda una población de 40 ó 50 corzos durante una nevada, lo mismo que a un rebaño de ovejas en cualquier lobada, aunque sólo se vaya a comer parte de una pieza. Jamás se ha implantado tanta violencia en una jornada cinegética, como la que resulta de un ataque de lobos o de la caza natural de cualquiera de las fieras. Y todo esto debería enseñarlo la TV a los jóvenes con naturalidad, tal y como aparece en la vida real y se transcribe fielmente en algunos documentales exquisitos sobre fauna. Precisamente Jara y Sedal es un excelente documental referido a la caza que hacemos los que hemos optado por esta actividad legal ¿?Qué indicios ve el defensor del Pueblo de La Rioja, en la representación televisada que hace de la caza Jara y Sedal, para que haya aceptado a trámite una denuncia gratuita que sólo busca protagonismo y, si prospera, que la caza deportiva sea hurtada al conocimiento de cualquier joven?

La naturaleza es dura y cruel con todas sus criaturas, incluido el hombre; las presas aportan sus proteínas y deben morir de manera continua para que la vida siga. Y lo que es peor: de cuando en cuando, la naturaleza se cobra tributos desproporcionados en forma de catástrofes que nos dejan a todos desencajados. Recientemente cientos de miles de personas han muerto tras un seismo. Unos 70 millones de personas mueren cada año por hambre y por esos siniestros naturales. La mayoría niños. Esa es la naturaleza real que, además, nos enseña que la casi totalidad de las muertes se producen en el tercer mundo. Eso ven los niños todos los días porque es la principal noticia. ¿Acaso es más cruenta la muerte de esos jabalíes que ahora se quieren ocultar, que la de tantas miserias humanas?

Si se trata de tener cautelas para evitar la mala educación de los niños hay que luchar para que no les llegue el telediario, que está plagado de sangre humana y violencia. Mucho menos esos programas, o sus resúmenes de cinco minutos, como los gran hermano, tomate y similares en horarios infantiles, ya que no hay uno sólo que en ese tiempo no recoja menos de 20 insultos, otras tantas procacidades, amenazas, tacos y otras lindezas que parece hacen menos daño a los niños que Jara y Sedal, según esos sesudos ecologistas. Cosas veredes, amigo Sancho.

Se ha puesto de moda entre los sedicentes progres de ciudad la conciencia anticaza que hoy se vende muy fácilmente en esta sociedad urbana, ajena al mundo real del campo y harta de guerras, de malos tratos, violencias, atentados y otras miserias humanas. La ignorancia sobre nuestra actividad, hace pensar a la mayoría que la caza es una versión más de lo mismo, pero con animales inocentes. Esta sociedad hace muy poco, o nada, por mitigar las miserias humanas, pero está dispuesta a salir en masa a los medios de opinión contra el control de lobos o de corzos, incluso de palomas y gatos cimarrones en la ciudad. Lo veo cada día en las cartas al director de los periódicos de cualquier capital de provincia.

A Ecologistas en Acción de la Rioja no quiero decirles nada y lo lamento, porque posiblemente tengamos muchos carriles coincidentes en este autovía común de defender la naturaleza. Soy consciente que con este escrito entro en su juego brindándoles un protagonismo inmerecido. Tampoco quiero decir nada a algunos cazadores que, a veces, con su comportamiento, dan pie a que los fanáticos tengan argumentos para ponernos colorados a todos. Y esto, lo lamento más, aunque en esta ocasión no es el caso. La liturgia de la caza requiere que el lance finalice en un hecho cruento: la muerte del animal. La caza no requiere crueldad por parte del cazador y su desarrollo es perfectamente visible para cualquier joven. Si es caso, habría que eliminar la que practican algunos llenamorrales, a los que nunca se debería televisar.

Pero no es precisamente en el programa denunciado donde se manifiesta normalmente ninguna crueldad gratuita; todo lo contrario. Lleva muchos años en pantalla y con diferentes partidos políticos. Por algo será. Aunque esto sería lo mismo. El fanatismo provoca la estupidez de blindarse ante los argumentos, en una especie de apatía u obnubilación que reconozco muy bien, porque en mi pueblo eso se manifestaba con una de esas frases consejas: no hay peor sordo que el que no quiere oír.

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