Lance in memoriam

Salía de tomar café cuando el típico vibrar del teléfono anunciaba una nueva llamada. Esto me hacía temblar. Con el reciente fallecimiento de mi madre el teléfono echaba lumbre, por el enternecimiento de los pésames, que te llevan al sollozo. Pero no, era mi buen amigo Rafael. Tenía un permiso de sarrio en el Pirineo francés y podíamos ir a verlo rodar por aquellas abruptas laderas mientras se pierde en el espacio el estruendo de un magnífico disparo.


Vacio
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