Morir por la caza

Hay cazadores que dejaron la escopeta y se les nubla la vista cuando les hablamos de caza, porque una afición apasionante que les dio tantas satisfacciones, se truncó dramáticamente un mal día por un disparo quebrador. Por la caza nos matamos por tiro propio o ajeno y nos morimos de infarto porque nos supera la pasión. A alguno le mata el rayo del cielo y en las estadísticas se cuentan también otras muertes, como las de accidente desde o hacia el cazadero.


Entre unas cosas y otras, cada año mueren en España aproximadamente 44 cazadores. De estos, 24 por disparo de escopeta, propia o ajena, y otros 20 por diferentes tipos de siniestros inducidos por la actividad. Deberíamos reflexionar más sobre este asunto. Los datos que se desarrollan en la tabla adjunta se deducen extrapolando las estadísticas de los seis últimos años de Mutuasport, la mutua de los cazadores, que aglutina 220.000 seguros de responsabilidad civil y 430.000 seguros de daños propios, dentro de una nómina que no llega ya al millón de cazadores.

Aunque tenemos el concepto de que la caza es muy peligrosa hay menor mortalidad que en otros deportes considerados más blandos. Ayuda a esta opinión siniestra de la caza el conocimiento de que se trata de una actividad cruenta que mata animales y se asocia la contundencia del mortífero disparo a esos otros, tan prolíficos en cualquier película de TV, donde mueren personas a destajo. Por otro lado, cada muerto durante la caza es noticia individual en todos los medios. No quiero quitar importancia a los accidentes cinegéticos; al contrario. Es cierto que se producen muchos siniestros, especialmente por disparos de escopeta, pero normalmente no son letales excepto a escasa distancia. Como, además, suele ser por alguna imprudencia evitable, las noticias causan mayor impacto en el gremio y en la sociedad.

Las recomendaciones para uso de armas antes, durante y al finalizar la cacería deberían ser más tenidas en cuenta

Un accidente grave afecta además de a la víctima principal, a la otra, que suele ser al que se le escapó el tiro y que en algunos casos requiere alivio sicológico de por vida. La caza es una actividad familiar y de amigos o cuadrilla de conocidos; por eso siempre se causa daño a alguien querido y allegado. Y esto es insuperable para algunos cazadores, especialmente para los que les pesa como una losa aquella imprudencia.

Dicen que las carga el diablo. No es verdad. Las cargamos los cazadores y se nos olvida descargarlas o echar el seguro. Nadie estamos libres de producir un siniestro con el arma, pero ayuda mucho a evitarlo el tener como costumbre de cazador prudente abrir la escopeta o echar el seguro en todas las situaciones sensibles. A cuenta de ello, se van muchas perdices y algún jabalí porque, frustrantemente, cuando tienes cogidos los puntos, o al bicho en la cruz, el arma no dispara porque se nos olvidó el seguro. Pero animal que se escapa es bueno para la siguiente cacería y, sobre todo, da mucha tranquilidad tener como norma este mecanismo reflejo de asegurar el arma y evitar tantos accidentes.

Vamos a analizar algunos datos y a proponer mesura a la hora del disparo, intentando reducir la siniestra estadística de muertos al año que, como hemos dicho, no es ni por asomo la del deporte de más riesgo, pero estamos todos obligados a intentar reducir aunque fuera en una sola baja. Si este escrito sirve para que los que lo lean, echen con más frecuencia el seguro y abran el arma en las ocasiones más propicias, misión cumplida.

En una jornada sobre CAZA Y SEGURIDAD que organizó la ONC recientemente y asistí como ponente, se matizó que se producen la mayoría de los accidentes por incumplimiento de las leyes, por falta de prudencia en el uso de las armas y por disparar sin tener perfectamente definida a la pieza, además de por otras causas de sobra conocidas. En todos los manuales sobre seguridad en la caza nos dan una serie de consejos que sería muy conveniente observar para que no se produzca esa sangría que suponen los casi 2.600 siniestros que se producen cada año por la caza. Las recomendaciones para uso de armas en el domicilio, antes de iniciar la caza, durante la actividad cinegética y al finalizar la cacería, deberían ser más tenidas en cuenta.

Para ponderar las posibilidades de riesgo hay que empezar diciendo que somos, más o menos, un millón de cazadores; que cada año disparamos aproximadamente tres millones de balas y ciento cincuenta millones de cartuchos, que dispersan unos sesenta mil millones de perdigones. Y una bala, si da en un punto vital, puede ser letal hasta más allá de un kilómetro y un perdigón te puede lesionar un ojo a menos de cien metros.

TIPO VÍCTIMA 2001 2002 2003 2004 2005 2006
(Hasta 5/12)
Media
Anual
Mutua
MEDIA ANUAL
Nacional Estimada
FALLECIDOS POR DISPAROS DE OTROS (R. C.) 1 4 0 5 2 2 2"33 10"6 (1)
ID. POR ID PROPIOS 9 7 5 8 2 4 5"83 13"6 (2)
TOTAL Fallecidos por accidentes de escopeta 10 11 5 13 4 6 8"17 24"2
Fallecidos por otras causas (Infarto, in itínere, etc.) 1 12 8 5 17 8 8"50 20
TOTAL FALLECIDOS DURANTE CAZA 11 23 13 18 21 14 16"67 * 44
GRAN INVALIDEZ 2 0 0 0 2 SIN DATOS 0"8 2
INVALIDEZ 37 58 41 32 27 SIN DATOS 39 91
OTRAS LESIONES 641 685 849 1.176 1.912 SIN DATOS 1.053 2.448
SINIESTROS TOTALES 691 766 903 1.226 1.962 SIN DATOS   2.585

(1)  El dato de Mutuasport es sobre 220.000 mutualistas con R. C.
(2)  El dato de Mutuasport es sobre 430.000 mutualistas con seguro de daños propios.

Vistos los tiros que se escapan por menos de nada —por imprudencia, he querido decir— y conocido el cómputo total de siniestros anuales producidos, no hay duda que San Huberto echa una mano. En cualquier caso, las lesiones totales son bastantes significativas como puede observarse en la tabla adjunta. Cada año entre muertos, inválidos y con alguna lesión, miles de cazadores sufren accidente, y cada temporada más. La lectura de esos datos nos informa también que casi la mitad de los muertos durante la caza lo provocan causas distintas al disparo. Igualmente nos informa que hay casi un treinta por ciento más de accidentes mortales por disparo de la escopeta propia que por disparos de otros. Y como el accidente propio, normalmente, no se produce nunca cuando se dispara a una pieza de caza, está muy claro que la escopeta sólo truena sobre el cazador en esos trances, de todos conocidos, en los que no se ha echado el seguro, a pesar de que era un momento muy sensible de la jornada.

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