Por qué he pedido la retirada del Anteproyecto de Ley de protección, derechos y bienestar de los animales

El 29 de marzo terminó el plazo para presentar alegaciones al polémico anteproyecto. En caso de aprobarse, tendrá efectos negativos sobre la biodiversidad y lesionará intereses legítimos en ámbitos socioeconómicos tan importantes como el ganadero y el cinegético. Este artículo describe las distintas sensibilidades en torno a nuestra relación con los animales y analiza los aspectos más llamativos de un texto que, en su redacción actual, prima al activismo animalista en detrimento de la conservación y de la gestión.


El anteproyecto de Ley (…) de protección, derechos y bienestar de los animales pretende “regular nuestro comportamiento hacia los animales como seres vivos dentro de nuestro entorno de convivencia”. La iniciativa refleja la creciente preocupación de la sociedad por el bienestar animal, especialmente acentuada en los entornos urbanos. A menudo, esta preocupación entra en conflicto con los usos humanos de los animales, por ejemplo, en la ganadería, donde los animales se crían y sacrifican para la alimentación, o en la investigación, donde los animales se utilizan para experimentos. Este anteproyecto se centra en los animales de compañía y urbanos y excluye a los animales utilizados en espectáculos taurinos, los de producción, los de experimentación y los silvestres salvo que se encuentren en cautividad y con excepción expresa del gato asilvestrado.

Se ha propuesto que las actitudes humanas hacia los animales pueden diferenciarse en “afecto” y “utilidad”, y varían en función de los atributos específicos del animal, las características individuales y la experiencia de la persona que evalúa al animal, amén de diversos factores culturales (Serpell 2004). El estatus moral de los animales es fuente de conflictos entre los activistas animalistas, movidos por el afecto y propensos a tener una orientación moral absolutista, y quienes defienden el uso de animales con diversos fines y en distintos contextos. Esto refleja diferencias fundamentales en las intuiciones morales entre ambos grupos, razón por la que resulta difícil alcanzar un terreno común en el debate sobre los derechos de los animales (Herzog y Golden 2009). Incluso entre quienes se ocupan de la ética y el bienestar animal existen dos corrientes, una filosófica y otra científica. La corriente filosófica se centra en el individuo (no la población, el ecosistema o la especie), y busca soluciones a través de la teoría ética con escaso recurso al conocimiento empírico. La corriente científica, que procura incorporar conceptos de la ética, expresa preocupación moral por los animales, pero propone usar la investigación sobre bienestar animal para ayudar a resolver los problemas de ética animal utilizando conceptos que se prestan al análisis científico (Fraser 1999).

La sociedad deberá establecer prioridades. Por ejemplo, nutrir adecuadamente a las personas, desarrollar nuevos fármacos, o proteger la biodiversidad justifican el uso de animales, incluyendo su sacrificio. Igualmente, parece ampliamente aceptado que mantener actividades social- y económicamente importantes como la ganadería extensiva o la caza implica el consiguiente uso de perros de pastoreo y guarda, o de los animales de trabajo utilizados en distintas modalidades de caza. El problema que surge en relación con este anteproyecto es que, entre las actitudes de afecto defendidas por el activismo animalista y las de utilidad defendidas por ganaderos, cazadores y demás personas defensoras del uso de animales, el borrador se decanta claramente por los primeros. Esto se evidencia con el uso de expresiones ambiguas como “protección de la dignidad de los animales”. Además, las palabras “ética”, “éticas” o “éticos” aparecen en 19 ocasiones, más aún que la palabra “bienestar” que da nombre al anteproyecto, sugiriendo también una visión más filosófica que científica del tema. Esta impresión se confirma al leer distintos apartados del anteproyecto, donde rezuma una preocupación por el individuo en detrimento de la especie (efectos de la prohibición de la reproducción sobre la variabilidad genética) o del ecosistema (efectos del mantenimiento de gatos incontrolados sobre la biodiversidad). En definitiva, el anteproyecto sólo representa a una de las dos corrientes aludidas, la identificada con el activismo animalista.

Veamos algunos ejemplos. El anteproyecto define “animal de compañía”, “animal abandonado”, y un largo etcétera de categorías. Esas definiciones responden a una visión animalista -centrada en el individuo- de la cuestión abordada, cuando, desde un punto de vista técnico, sería más claro trabajar y definir los conceptos de “animal de trabajo”, “mascota” y “asilvestrado”. Las especies invasivas y plaga constituyen uno de los mayores causantes de pérdida de biodiversidad a nivel global. Los gatos domésticos en libertad han contribuido a múltiples extinciones y es probable que sean la mayor fuente de mortalidad antropogénica de fauna en algunas regiones del mundo. Los gatos sin dueño, a diferencia de las mascotas con dueño, causan la mayor parte de esta mortalidad (Loss et al 2013). A pesar de estas evidencias, el anteproyecto defiende la gestión de gatos sin dueño mediante colonias felinas y la técnica de captura-esterilización-retorno (CER) como única alternativa. El problema es que las colonias felinas, aún aquellas gestionadas por CER, siguen suponiendo una amenaza significativa para las especies en peligro (Longcore et al. 2009). Es más, Las afirmaciones de que las colonias felinas CER son efectivas para reducir las poblaciones de gatos y, por lo tanto, la mortalidad de la vida silvestre, no están respaldadas por estudios científicos revisados por pares (Longcore et al. 2009, Loss et al 2013). El control de los animales que amenazan la salud humana, la seguridad o el bienestar económico, o que tienen un impacto perjudicial sobre el medio ambiente, es considerado generalmente aceptable por muchos, siempre buscando formas de evitar o minimizar el sufrimiento (Littin et al. 2004). Sin embargo, el anteproyecto antepone el bienestar del individuo (el gato asilvestrado, por ejemplo) a la conservación del ecosistema.

Otro aspecto especialmente polémico de este anteproyecto es la limitación reproductora de los animales de compañía. El texto prohíbe la cría de animales por particulares, sin excluir los perros o hurones de caza, y obliga a esterilizar a todos los individuos de uno de los dos sexos siempre que ambos convivan. Ello reduciría sustancialmente la reproducción efectiva de perros, no tanto la de gatos por sus características de comportamiento. Esto puede causar una pérdida progresiva de la variabilidad genética, sobre todo en las razas y variedades caninas menos abundantes o de distribución reducida (Irion et al. 2003). Además, afectaría al comportamiento y la fisiología de los animales (McKenzie 2010) y aumentaría su riesgo de padecer cáncer u otras enfermedades (Bryan et al. 2007). En este caso, el borrador antepone el bienestar del individuo a la conservación de la especie. Además, el anteproyecto implica amplias restricciones a la libertad individual, contribuye a la burocratización de las actividades desarrolladas en el medio rural, invade competencias de otras administraciones, otorga poder a aficionados y asociaciones animalistas en detrimento de los profesionales veterinarios, no resuelve problemas como el del abandono de animales, y aumentará el gasto público y privado relacionado con los mismos.

En consecuencia, considero que el texto, en caso de aprobarse, tendría efectos negativos sobre la biodiversidad y sobre las capacidades para una gestión racional de la fauna y que, asimismo, lesionaría intereses legítimos en ámbitos socioeconómicos importantes como el ganadero y el cinegético. Por ello, he solicitado la retirada urgente de este Anteproyecto de Ley.

 

Referencias

Bryan, J.N., Keeler, M.R., Henry, C.J., (...), Hahn, A.W., Caldwell, C.W. (2007). A population study of neutering status as a risk factor for canine prostate cancer. Prostate 67: 1174-1181. DOI 10.1002/pros.20590

Fraser, D. (1999). Animal ethics and animal welfare science: Bridging the two cultures. Applied Animal Behaviour Science. 65: 171 – 189. DOI 10.1016/S0168-1591(99)00090-8

Herzog, H.A., Golden, L.L. (2009). Moral emotions and social activism: The case of animal rights. Journal of Social Issues 65(3), pp. 485-498. DOI 10.1111/j.1540-4560.2009.01610.x

Irion, D.N., Schaffer, A.L., Famula, T.R., (...), Hughes, S.S., Pedersen, N.C. (2003). Analysis of Genetic Variation in 28 Dog Breed Populations with 100 Microsatellite Markers. Journal of Heredity 94: 81-87 DOI 10.1093/jhered/esg004

Littin, K.E., Mellor, D.J., Warburton, B., Eason, C.T. (2004). Animal welfare and ethical issues relevant to the humane control of vertebrate pests. New Zealand Veterinary Journal 52(1), pp. 1-10. DOI 10.1080/00480169.2004.36384

Longcore T., Rich C. & Sullivan L. M. (2009). Critical assessment of claims regarding management of feral cats by trap-neuter-return. Conservation Biology 23, 887–894.

Loss, S., Will, T. & Marra, P. (2013). The impact of free-ranging domestic cats on wildlife of the United States. Nature Communications 4, 1396. DOI 10.1038/ncomms2380

McKenzie, B. (2010). Evaluating the benefits and risks of neutering dogs and cats. CAB Reviews: Perspectives in Agriculture, Veterinary Science, Nutrition and Natural Resources 5,45: 1-18 DOI 10.1079/PAVSNNR20105045

Serpell, J.A. (2004). Factors influencing human attitudes to animals and their welfare. Animal Welfare 13: S145-S151.

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