Los datos de capturas en España: un reto inaplazable

Finalizada la temporada de caza, llega el momento de que los cotos entreguen a la Administración un registro con el número de capturas de las diferentes especies cazables. Esta obligación legal de los titulares cinegéticos, desconocida para muchos cazadores, aporta los datos que configurarán la estadística de ejemplares abatidos anualmente en España. Dichas cifras son utilizadas por técnicos e investigadores para desarrollar diagnósticos y tomar decisiones. Ahora bien, ¿sabemos si son fiables?


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En la gestión cinegética sostenible hay una máxima: de lo que hay en campo solo tomamos una parte, de forma que no se ponga en riesgo la conservación de la población cinegética. Dejar madre, que se dice coloquialmente. La cuestión es que, en el caso de la caza menor, saber lo que tenemos no es un dato sencillo de obtener. A diferencia de la caza mayor, mucho más visible y cuantificable, las especies de caza menor son más discretas y complejas de muestrear. Y esto es un problema importante, porque para que un técnico especializado pueda decidir lo que se puede cazar debe saber de antemano lo que hay.

Una forma de aproximarnos al estado de una población cinegética en un lugar determinado es evaluar su registro de capturas anual. Es decir, conociendo el número de ejemplares cazados de una especie concreta en un determinado coto se puede estimar o hacer una aproximación gruesa de la población que habita o transita coyunturalmente por dicho terreno. Esto es posible cruzando la información vinculada a cada coto (número de cazadores, modalidades de caza practicadas, jornadas de caza/año) con el informe anual de capturas; lo que permitiría a un experto estimar tanto las poblaciones de las diferentes especies cinegéticas presentes como las tendencias que dichas especies experimentan con el tiempo. Parafraseando al profesor Montoya Oliver, un registro de capturas puede ser el mejor inventario.

Asimismo, la suma de datos de capturas del conjunto de cotos configura un dibujo más amplio, con el que podríamos estimar cada temporada la situación numérica de las poblaciones cinegéticas, tanto a nivel regional como nacional. Si además asumimos que en la mayoría de cotos la presión de caza (número de cazadores y jornadas de caza) no varía excesivamente entre años, podremos comparar los datos de diferentes temporadas para aproximarnos a las tendencias poblacionales que experimentan nuestras especies cazables.

¿Y cómo sabemos lo que se caza en los cotos?

Lo primero que convendría señalar es que la entrega a la Administración del registro de capturas o memoria de resultados de cada temporada es una obligación legal de los cotos. Por dejarlo más claro, según la ley el titular cinegético debe llevar a cabo un seguimiento numérico del número de capturas que se producen en su coto de las diferentes especies cazables y comunicárselo a la Administración autonómica al final de cada temporada de caza. Los partes de capturas del conjunto de cotos de cada comunidad autónoma conforman la estadística regional de piezas de caza abatidas anualmente. Estas cifras son a su vez trasladadas por las CC.AA. al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, constituyendo su suma el «Inventario Español de Caza y Pesca», o lo que es lo mismo, las cifras oficiales de lo que se caza en España cada temporada. En muchos casos, especialmente en caza menor, estos datos son los únicos disponibles para los técnicos a la hora de tomar decisiones sobre lo que se debe o no cazar. Asimismo, estas cifras oficiales son utilizadas por investigadores a nivel nacional e internacional para esbozar sus hipótesis y desarrollar sus investigaciones.

Es a partir de estas líneas cuando más de un cazador se preguntará como narices se las ha apañado el titular de su coto para adivinar las piezas que cazó el año pasado. Y es que, bromas aparte, la desconexión existente entre lo que hoy se está cazando en los cotos de caza menor y las cifras que son entregadas a la Administración es abismal. Habrá quien piense que los cazadores entregan datos muy por debajo de lo realmente cazado, pero nada más lejos de la realidad. La dimensión de este despropósito tiene tal complejidad que no existe un sesgo específico en las cifras entregadas, sino una multitud de factores que empujan los números en distintas direcciones. Así, una ecuación inicial podría estar compuesta por factores como desinterés, inercia, miedos y complejidad en el acopio de datos; que en su conjunto desacreditan la validez y credibilidad de una parte sustancial de los datos entregados.

Desinterés e inercia

Probablemente el más relevante de los factores sea el desinterés que la propia Administración ha mostrado por el rigor de los datos entregados, delegando toda responsabilidad en los titulares cinegéticos. Pareciera que en muchos casos lo importante fuera que el papelito con las cifras fuera presentado en plazo, siendo su contenido o veracidad una cuestión menor. Así, dado que en una parte importante de los cotos no se realiza seguimiento alguno de las piezas que son cazadas, los datos presentados en estos casos son directamente inventados por los titulares cinegéticos, o bien un copia y pega de los entregados años anteriores. Esta situación se ve reforzada por la circunstancia de que quien realiza la entrega de datos, el titular cinegético o su gestor, no están en ocasiones en contacto con la realidad del coto. Así, llegada la fecha en la que este trámite administrativo debe ser resuelto, suele finiquitarse mediante: (1) una llamada de teléfono al presidente del coto solicitando datos improvisados, (2) un copia y pega de los datos del año anterior o (3) una invención.

Tristemente, existe plena conciencia institucional de que muchos datos entregados son de muy escaso rigor. De hecho, «El Inventario Nacional de Caza y Pesca» que gestiona el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) se enmarca en el Inventario Español del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, que a su vez dispone de indicadores de calidad de sus diferentes componentes. Pues bien, los datos de caza son calificados con la peor puntuación, lo que no ha parecido ser suficiente para que todos estos años atrás se haya intentado enmendar esta situación. No hace falta explicar que, al igual que en otros menesteres, si la Administración, parte interesada y legalmente responsable, no manifiesta interés por la calidad por los datos entregados, menos lo van a mostrar los titulares cinegéticos.

El sesgo del miedo

Si bien señalábamos la poca dedicación e interés institucional, esto no exime de responsabilidad a los titulares cinegéticos. Así, en ocasiones los datos entregados son deliberadamente adulterados en distintos sentidos. El miedo a incluir datos de capturas que puedan percibirse como escasos, así como demasiado elevados, puede derivar en que se repliquen números de años anteriores o que las cifras sean directamente inventadas. Así, mientras unos temen que un escaso número de perdices o liebres cazadas pudiera derivar en la suspensión de su caza, otros considerarán que airear unas capturas notables de zorzales o torcaces también pueda acabar con restricciones. Esta situación es inusual en cotos locales y pequeños cotos privados, y es más dada a presentarse cuando hay vendedores de caza por medio y donde el trazo de los intereses se hace más grueso.

Dificultad del acopio de datos

Es importante reconocer que el acopio de datos de capturas de caza menor no siempre es sencillo, existiendo importantes diferencias según el tipo de terreno cinegético. Así, en la mayoría de los cotos pequeños y de carácter privado, que oscilan entre 250 y 750 hectáreas, y donde el número de socios fluctúa entre 5 y 25 personas, las capturas suelen ser apuntadas regularmente en estadillos o partes de capturas, existiendo bastante trasparencia entre los socios sobre lo que se cobra cada fin de semana. El parte de capturas suele estar fijo en un corcho en las casetas de cazadores, o bien en posesión del presidente del coto o cazadores comprometidos en hacer el seguimiento de las capturas. Salvo en los casos en los que el titular del coto pertenezca a la peor tradición cinegética y puentee los datos transmitidos por los cazadores, la información procedente de estos terrenos cinegéticos es la de mayor calidad.

Por el contrario, la recogida de datos en los acotados más extensos implica mayor complejidad, especialmente cuando se trata de sociedades locales de cazadores, o donde el titular cinegético vende acciones a multitud de cazadores que ni siquiera se conocen entre sí. En el primer caso la falta de transparencia o el desinterés de algunos cazadores dificultan considerablemente el acopio de datos, por lo que se necesitan juntas directivas comprometidas y persistentes en esta tarea, lo cual no siempre ocurre. En el segundo caso, donde un terreno relativamente extenso es arrendado a multitud de cazadores, resulta mucho más cómodo para el titular cinegético cobrar la acción y desinteresarse, que preguntar periódicamente a cada cuadrilla o socio lo que han cazado o buscar fórmulas para llegar a estos datos con un mínimo de rigor.

Migratorias y perdices de granja

Si bien queda patente que en el seguimiento de capturas de caza menor hay mucho por hacer, existen especies en las que este problema se agudiza. Es el caso de las migratorias y de la perdiz roja. Respecto a las primeras, existen cotos que aun haciendo un correcto seguimiento, registrando conejos, perdices y liebres cazadas; no recogen dato alguno de las capturas en media veda, es decir palomas, tórtolas y codornices. Algo similar ocurre con el zorzal, donde pocos cotos muestran interés en el seguimiento de capturas de las diferentes especies de este túrdido. No resulta descabellado afirmar que si a pie de campo no es habitual la recogida de datos de estas especie, no es mucha la fiabilidad de los llamados datos oficiales. Esto genera situaciones profundamente contradictorias, como la ya señalada en otro artículo con la tórtola común y el casi millón de capturas asignado a España, con un incremento de casi 400.000 capturas respecto a hace diez años. Este es un buen ejemplo de la necesidad de disponer de datos rigurosos, ya que la experiencia de la tórtola muestra que a pesar de que un dato sea disparatado, basta que lleve el marchamo del Ministerio para que sea usado de forma acrítica en informes oficiales y publicaciones científicas.

En el caso de la perdiz roja, el problema está relacionado con las sueltas de perdices de granjas, que en muchos casos son incluidas en los partes de capturas sin distinción alguna. De hecho, según el inventario nacional de caza y pesca el número de «perdices» cazadas anualmente ronda los tres millones de ejemplares, con un ascenso constante de las capturas en los últimos años. Es decir, mientras que la especie experimenta un desplome poblacional continuado y sin paliativos, los datos oficiales muestran una bolsa de capturas de casi tres millones de ejemplares y en ascenso. Si mañana un grupo de investigadores serios quisieran conocer el verdadero estado de las poblaciones silvestres de perdiz roja en España, de poco o nada le servirían unos datos donde se mezclan perdices de suelta y silvestres. Resulta incomprensible que en los cotos donde las sueltas de perdiz de granja son autorizadas no se refleje esta distinción en los partes de capturas, y aún más que no se concrete en las estadísticas generales.

Ejemplos a seguir

Aunque aquí se ha intentado hacer un diagnóstico del déficit de calidad de los datos de capturas de caza menor y sus principales causas, es importante recalcar que una gran parte de los cazadores no tienen ningún inconveniente en facilitar datos veraces. De hecho, existen multitud de cotos de distinta índole que sí hacen un buen seguimiento de las capturas. En el caso de los cotos privados de «pequeño tamaño» suele ser habitual que exista un parte de capturas en la caseta de cazadores, donde cada socio o la cuadrilla en su conjunto, registra lo cazado al final de la jornada.

Los datos de capturas en España: un reto inaplazable

Ejemplo de diferentes estadillos de capturas en cotos privados de pequeña extensión.

También existen cotos de amplia extensión donde los datos son fielmente recopilados. Por ejemplo, en algunos acotados los cazadores tienen la responsabilidad de finalizar la jornada en un punto de encuentro, donde los responsables de cada cuadrilla transmiten a un miembro de la junta directiva las capturas para su registro. En los cotos donde no existen estos puntos de encuentro, son los responsables de cada cuadrilla los que tienen que apuntar estos datos cada fin de semana para finalmente entregarlos a la junta directiva. Incluso en los casos donde el acopio de datos es más complicado, como son los cotos de amplia extensión y donde multitud de socios cazan de forma independiente, existen fórmulas eficientes para conocer las capturas. Una de ellas es la entrega a cada socio/cazador de una tarjeta en la que apuntar las capturas cada jornada de caza. Las tarjetas rellenas deben entregarse a un responsable del coto al final de la temporada o periódicamente. Esta fórmula también se usa para el control de los cupos en algunos cotos, donde las piezas deben ser apuntadas en las tarjetas inmediatamente después de ser cazadas, ya que si el guarda del coto comprueba que un cazador porta una pieza que no ha sido apuntada es motivo de sanción.

Los datos de capturas en España: un reto inaplazable

Ejemplo de tarjeta diaria con cupos. Las especies con cupo deben marcarse en la tarjeta inmediatamente después de ser cazadas.

Necesaria iniciativa institucional

Resulta fundamental que la Administración actúe y de pasos hacia adelante en la mejora de la calidad de los datos de capturas. Por ejemplo, mediante un plan liderado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, y coordinado con las comunidades autónomas, en las que se marquen unos objetivos y métodos homogéneos en la recopilación de datos. Resulta clave transmitir tanto a los titulares cinegéticos como a las asociaciones y federaciones del sector la importancia del seguimiento de las capturas, facilitando fórmulas y métodos (estadillos, tarjetas, etc.) para la recopilación de datos según el tipo de coto. Asimismo, es importante involucrar directamente a los propios cazadores, de forma que estas mejoras sean impulsadas dentro de los cotos que aún no están haciendo un correcto seguimiento de capturas. Todo ello deberá de acompañarse por un seguimiento activo por parte de la Administración y sus técnicos, lo que a corto-medio plazo supondrá un incremento sustancial de la calidad de los datos entregados.

Esta iniciativa no debería solo buscar la mejora de los datos a corto plazo, sino crear entre los cazadores españoles una cultura del seguimiento de capturas y la participación en favor de la caza sostenible, de forma que la colaboración con la Administración no sea algo anecdótico, sino lo habitual, como ya ocurre en países del centro y norte de Europa. Además, la disponibilidad de datos rigurosos ahorraría al erario público cantidades ingentes de dinero dedicados a inventarios de caza, en muchos casos de dudosa calidad, y que solo sirven para documentar situaciones concretas en momentos determinados. Es decir, la inversión en mejorar la recogida de datos sale más que rentable.

En definitiva, disponer de unos datos de capturas mínimamente rigurosos debe ser una prioridad absoluta en la gestión de nuestros recursos cinegéticos. Esto incrementará sustancialmente la capacidad de los técnicos para tomar decisiones adecuadas y con base científica, evitando que se construyan castillos de naipes sobre datos que, siendo oficiales, están desconectados de la realidad. Asimismo, resultará fundamental que en cada coto existan cazadores que se corresponsabilicen en el seguimiento de capturas, así como que el sector cinegético en general ponga en valor y priorice esta cuestión, algo que desafortunadamente hoy no ocurre.

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