Homo Venator. La caza en la prehistoria

Así ha titulado Germán Delibes de Castro, catedrático de prehistoria, una lección magistral con la que ha inaugurado el curso académico 2019-2020 de la Universidad de Valladolid.


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El ilustre ponente es un cazador vallisoletano que practica con exquisitez la caza menor, cazando en mano con su hijo. Antes lo practicó con sus hermanos y su padre, con quien se inició en la venatoria como morralero. El primer paso del futuro cazador es acompañar en línea «haciendo mano» como colaborador para el éxito de la cacería y cargando con el morral. Algún día la alegría de cazar se truncaba para el incipiente morralero cuando la estrategia se adaptaba a la modalidad de mano sobre mano, que le gustaba practicar a su padre esos días cuando en un terreno querencioso no habían visto ningún pájaro y Don Miguel Delibes decía a la cuadrilla y al morralero cansado: «sobre la mano», lo que suponía volver a andar lo andado ?una caminata de varios kilómetros sobre un terreno desigual?, porque el maestro intuía que las perdices se les habían engurruñado entre los terrones o porque la rabona se había amonado en algún rebujal sin manear.

Homo Venator. La caza en la prehistoria

Transcribo a continuación ?ajustado literalmente para no desviar la ciencia y virtud del autor?, algunos puntos de la exposición brillante del mayor de los Delibes cazadores.

El relato que ha hecho Germán Delibes sobre la caza, investigando en el Paleolítico, se asienta en la revolución que han tenido los sistemas de datación prehistórica, lo que le permite asegurar que los más antiguos representantes del género Homo se movieron en el inicio del Paleolítico Inferior por el este de África en una etapa en la que desaparecieron la humedad y los árboles, hace más de 2"6 millones de años. Aquel primer Homo bípedo, el Homo habilis, se dedicaba a la recogida de frutos y a la caza, actuación esta con la que empezó a utilizar las herramientas de piedra. Estos primeros homínidos fueron evolucionando durante esos millones de años y ya en el Neolítico, hace unos 11.000 a 10.000 años, pasaron de nómadas a sedentarios al introducir la ganadería y la agricultura. A partir de esas dos nuevas actividades ya no fue imprescindible para el ser humano cazar para comer carne. Estos datos nos indican que más del 99"5% del tiempo en el que hemos estado los humanos sobre la tierra, el Homo ha tenido que subsistir y evolucionar como cazador obligado. Una ojeada a los documentos cinegéticos permite comprender dos eslóganes repetidos: 1) El hombre es por naturaleza cazador ?Homo venator? y 2) Todos los humanos, incluidos los más opuestos a la caza, somos portadores de un instinto depredador ancestral; dice el catedrático.

La caza nos hizo humanos: carnivorismo y encefalización

Existe desde hace más de medio siglo una teoría defensora de que la caza fue determinante en el proceso de hominización. La idea se basa en varios trabajos científicos consagrados y se popularizó con La hipótesis del Cazador de Robert Ardrey.

Leí este ensayo hace años, y la primera pregunta que plantea es ¿por qué es hombre el hombre?

Germán Delibes comenta que «todos los científicos parten de que el hombre es el único primate que no es vegetariano y que el chimpancé ?el más cercano y único que es omnívoro?, no llega su dieta animal al 10%. Plantea que la pregunta que procede hacer en este asunto es ¿cuándo y por qué nos hicimos carnívoros? La respuesta más común está en que al final del Terciario, nuestros antepasados australopitecos, quedaron recluidos en las secas sabanas del este de África, lejos de los recursos de la selva húmeda de los que habían venido sustentándose. Allí cambiaron nuestros hábitos alimenticios y por imitación a los grandes depredadores, nos entregamos por primera vez a la actividad de la caza, con el resultado de hacernos en gran medida carnívoros».

Aquellos cazadores no tenían colmillos ni garras como los demás depredadores y esta debilidad despertó el ingenio para confeccionar armas, lo que requirió que se potenciara la capacidad intelectual, ya que la venatoria necesita además de fuerza, el ingenio, pues para su éxito son necesarias la planificación, comunicación, conocimiento del ritmo de las especies cazables, así como analizar previamente el territorio donde se caza. Los argumentos anteriores justifican que la caza hizo al hombre y explican hasta qué punto dicha actividad ahormó nuestra conducta.

Los científicos que estudian esa etapa, en la cual el representante más antiguo de nuestro género deambulaba por el E de África, intentan analizar los datos enfocados sobre estos tres aspectos: 1) la complejidad de la bipedestación, 2) la dentición por si era omnívoro o vegetariano y sobre todo, 3) el volumen encefálico del Homo habilis con 600 cc pasó, en poco más de medio millón de años, al cerebro del descendiente suyo, el Homo ergaster, que tenía un tercio más de volumen cerebral así como otras adaptaciones corporales, pelvis, extremidades, digestivo, etc propias de los humanos actuales. El volumen del cerebro se multiplicó por tres, en el corto periodo de tiempo de dos millones de años. No fue casualidad que el hombre fuera el primate de menor tracto intestinal por ser el único carnívoro, además de otras transformaciones, cuyo punto de partida ha de buscarse en la conversión rápida del Homo habilis en un avezado cazador, dijo el ilustre ponente.

El debate caza-carroñeo

A mediados del siglo pasado las investigaciones del origen cinegético, atribuían al Homo habilis, como autor de la primitiva industria de cantos tallados, documentados en lugares de excavación de Tanzania donde aparecían miles de esqueletos animales, muchos rotos con útiles de piedra. Interpretaron que eran mataderos o incluso campamentos-base. Sin embargo, hacia 1980 se impuso otra teoría que defendía que las acumulaciones de huesos eran obra de leones y leopardos, limitándose los homínidos a sacar el tuétano de los huesos y otras piltrafas.

Desde entonces el debate caza-carroñeo ha sido la investigación estrella del paleolítico, saliendo triunfante la hipótesis del cazador, cuestión que justifica el ilustre ponente, con datos concretos, concluyendo que el Homo hábilis se hizo carnívoro y por ello cazador y humano inteligente.

La venatoria entre heidelbergenses y neandertales

Estas dos especies humanas, abuelos y nietos genéticos, ocuparon Europa entre medio millón y cincuenta mil años y se desenvolvieron entre hielos, por lo cual las exigencias energéticas dada su intensa actividad física requería unas 4.000 calorías diarias, que solamente podían alcanzarse comiendo carne, lo que obligaba a cazar, como se ha venido documentando, desde comienzos del siglo XIX, en dos célebres yacimientos del valle soriano de Ambrona, descubiertos por el Marqués de Cerralbo en el límite con Guadalajara y por donde pasa la cañada entre las dos mesetas castellanas como paso natural para la fauna, formada entonces por elefantes, rinocerontes, uros y caballos.

Destacan en estos formidables cazadores las armas temibles utilizadas, como eran las jabalinas de madera y puntas de piedra, de dos metros de largo y arrojadizas. El mayor rendimiento energético, lo encontraban en la caza mayor con las principales piezas: bisonte, uro, cabra montés, ciervo y reno y animales mayores y más peligrosos: mamuts, rinocerontes y osos. En el campamento de TD10 de la Sierra de Atapuerca, los protoneardentales cazaban hasta el poderoso león de las cavernas; esto rebela que en la cúspide de la cadena trófica estuvo siempre el hombre cazador.

Una revolución en el armamento del Paleolítico Superior

Al Homo sapiens u hombre actual se le atribuye un gran salto en el plano cultural manifestado por primera vez hacia el 60.000 BP, que consistió en el arte de las cavernas donde reproducen la realidad de sus acciones de caza con imágenes de hombres y animales y donde trasciende hasta el mundo de las creencias.

La renovación alcanzó a los métodos y al instrumental de caza con proyectiles de pedernal y de hueso, así como azagayas y sobre todo, instrumentos asistidos para propulsar dardos y flechas, como el propulsor y el arco, que permitían abatir a una pieza a más 50 metros de distancia. En Europa hay constancia de usarse estas armas desde hace 25.000 años.

La novedad del perro como auxiliar cinegético

Casi todo el mundo asumimos que el perro es el mejor amigo del hombre, pero serían muchos menos quienes se pronuncien sobre quien eligió a quien, pues todo hace suponer que la domesticación del lobo, antepasado salvaje del perro, fue involuntaria. Los lobos merodeaban los basureros de los campamentos de cazadores paleolíticos y estos se sentían más seguros pues darían la alarma ante la presencia de grandes felinos o del oso. Además no hay duda de que los lobos ayudarían en el acoso a las manadas empujadas hacia el matadero aprovechando los despojos inmediatos sin otro esfuerzo. A diferencia de las domesticaciones posteriores (cabras, ovejas, cerdos y vacas), en este caso fue el animal el que buscó la protección del hombre, dice el autor. Con el auxilio del perro, precisaba Ortega y Gasset, la «venatoria» pasó a llamarse «cinegética» que significa «conducción de perros». Los primeros perros domésticos se remontan al comienzo del Paleolítico Superior, 40.000 años, pero se redujo su población hace 13.000 años, facilitando la entrada de otro linaje canino proveniente de Asia.

El avance de la caza menor al término del Paleolítico Superior

A partir del 18.000 BP, la caza menor adquirió protagonismo al aumentar la población humana y una tecnología cinegética efectiva que permitía la caza más individual del conejo, que aparece en la mesa de las poblaciones paleolíticas del sur de la Península Ibérica, encontradas en la cuevas de Nerja y otras. El Cro-Magnon además de conejos cazaba aves gallináceas y acuáticas. Posiblemente, a la vista de los vestigios se habrían capturado perdices con trampas sencillas como los alares y creo yo que también con orzuelos de puertas abatibles o costillas y no sé si con red. En la Grotta Romanelli en el tacón de la bota de la península itálica aparecen millares de aves esteparias: sisón, avutarda, ganga y acuáticas: ánsares también con las cabezas, patas y puntas de las alas ya recortadas.

Cambios de concepto en la cinegética de la prehistoria reciente

Al iniciarse el Neolítico, el hombre, que durante millones de años había sido cazador nómada, hubo de convertirse en ganadero y agricultor sedentario. Sucedió por primera vez hace 11.000 años al disminuir la fauna y desplazarse al límite de los hielos, a la vez que aumentaba la población humana. La dieta de carnívoro bajó y los productos agrícolas fueron la base de la alimentación complementada con la carne de la ganadería incipiente: cabras, ovejas, vacas y cerdos. La caza ya no era imprescindible, empezó a ser placentera y eso hizo que empezara a ser «sostenible» al cazarse selectivamente los individuos viejos de la fauna cercana de ciervos, la especie cinegética seleccionada en España.

Ganadería y agricultura fueron introducidas en la península ibérica hacia el 7.500 BP, de la mano de unos colonos que llegaron al País valenciano y contactaron con la población nativa e indígena.

El arte rupestre levantino pone de protagonista al hombre y da a las pinturas un carácter narrativo. Hay secuencias de caza que reflejan las especies perseguidas en este orden de intensidad: cabras, ciervos, jabalíes y toros, pero además se percibe la modalidad de ojeo de ciervos con batidores y líneas de arqueros que los asaetean. También en otras pinturas se caza un jabalí y se ve hasta un rececho. No hay referencia a la notable actividad agrícola, posiblemente al identificarse con los antepasados cazadores y vincularlos a una incipiente elite social que hábilmente se apodera de los símbolos de aquellos y del privilegio de cazar. Actitud que se consolida en la Edad Media, en pleno régimen señorial, cuando monarcas y nobles se apropian en exclusiva el derecho a la caza mayor: «la liebre para el villano y el ciervo para el señor», dice el catedrático.

Y recuerdo yo la expresión que se atribuía a la caza menor como «propia de curas rurales e hidalgüelos de poca monta». Los datos con los que ha argumentado nuestro científico cazador, me han llenado de orgullo porque demuestra algo que no sabíamos justificar muchos cazadores: los humanos somos los más inteligentes del universo, gracias a practicar la caza millones de años.

Finaliza Germán Delibes: Nuestro propósito es proclamar que la caza ha sido, por encima de todo, la actividad más trascendente de los humanos durante el 99 % del proceso histórico y sin duda alguna la que ha hecho que hoy estemos aquí.

En la actualidad es objeto de debate el derecho a cazar, pero no puede impedirse hacerlo sin amputar algo de nuestra naturaleza. Evidentemente, hoy resulta injustificable la práctica de la cinegética sin un compromiso firme y previo con la conservación de la biodiversidad y el medio ambiente en general; compromiso fácil de arrancar a los buenos cazadores. Porque quien más o quien menos, todo cazador ha sentido alguna vez un imperioso y contradictorio deseo de resucitar a su presa, aunque solo fuera para lograr que el lance y el misterio no acaben nunca.

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