La caza: herramienta clave para el control de la sobreabundancia

Ante los últimos intentos de alegar contra iniciativas cinegéticas en la normativa, caso del Colegio de Biólogos de Castilla y León ante el borrador del Plan General de Caza que tramita la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León y, más recientemente, del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía (GENA-Ecologistas en Acción) de Málaga, Rafael Yus, quien ha cargado contra la iniciativa de la Junta de Andalucía y de la Federación Andaluza de Caza de declarar como Bien de Interés Cultural (BIC) la montería y la rehala, desde el IREC nos ceden este interesante artículo que describe, desde un verdadero prisma científico y basado en investigaciones, el papel de la actividad cinegética en el control de las poblaciones de especies ante casos de sobreabundancia. Es solo uno de los aspectos rebatidos por ambas entidades, pero queda totalmente desarbolado por este artículo.


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La caza: herramienta clave para el control de la sobreabundancia

En nuestra sociedad cada vez más alejada del medio rural, la caza se encuentra fuertemente cuestionada. Es previsible que esta situación evolucione a peor conforme el número de cazadores disminuya (Massei et al., 2015) y el pensamiento animalista gane adeptos (Boadella y Gortázar, 2018). Existen sin embargo argumentos poderosos para defender la actividad cinegética

En primer lugar está el argumento de la libertad, que abarca el aspecto social-cultural y la pasión por la caza. Se trata de una actividad legal, pero sobre todo de un afán propio de nuestra especie desde su mismo origen. Es más, nuestra evolución como especie y el desarrollo de nuestro cerebro seguramente no hubiese sido posible sin el acceso a la carne magra procedente de la caza (Mann, 2000). Hoy cazar es un entretenimiento más que una necesidad, pero continúa siendo una pasión que cuenta con un arraigo y una riqueza de tradiciones que justifican su permanencia. Segundo, la caza genera actividad económica: 178.000 puestos de trabajo en España según el informe elaborado por Deloitte para la Fundación Artemisan (2018). Y buena parte de esta actividad se produce en las comarcas más remotas e improductivas, en esa España rural que urge apoyar. Muchas propiedades rurales dependen de los ingresos que genera la caza para complementar los que generan las actividades agrícola, ganadera o forestal y las fluctuantes ayudas públicas. Sin la caza, muchos terrenos valiosos por su paisaje y por su contribución a la conservación de la biodiversidad se verían forzados a cambiar de uso, reduciendo aún más la actividad económica y las perspectivas de bienestar futuro de las comarcas afectadas. Y finalmente está el tercer argumento, seguramente el de mayor actualidad: la caza como herramienta de gestión, la caza como forma más sensata de controlar la sobreabundancia.

La caza: herramienta clave para el control de la sobreabundancia

Resultados de caza de jabalí para Asturias entre las temporadas 2000-01 y 2013-14, y extrapolación de la tendencia en ausencia de caza a partir de 2007 (línea punteada). Fuente: Datos del Gobierno del Principado de Asturias, modificado de Quirós-Fernández et al. (2017)

La caza supone el aprovechamiento de un recurso natural renovable, al igual que ocurre con otras producciones forestales como puedan ser las setas. Pero a diferencia de estas últimas, no cazar (no cosechar la producción anual) da lugar a un crecimiento no desea do de determinadas poblaciones animales. El caso del conejo es un buen ejemplo. Su proliferación en algunas zonas agrícolas, especialmente en las proximidades de grandes infraestructuras como autovías y líneas de ferrocarril, da lugar a situaciones de plaga en las que se producen daños importantes a los cultivos y a las infraestructuras de riego. Se ha observado en el valle del Ebro que esto ocurre principalmente en espacios donde la presión de caza es baja (Williams et al., 2007).

Por su parte, el aumento de las poblaciones de ungulados en muchas zonas en las últimas décadas hace necesario su regulación y control. El crecimiento de las poblaciones de ciervo, corzo o jabalí supone la invasión de zonas de cultivo, un riesgo sanitario, entre otros efectos negativos, sobre el ganado doméstico, así como un aumento de los accidentes en carretera. Por consiguiente, la caza ordenada contribuye significativamente al control de especies propensas a la sobreabundancia y supone el aprovechamiento de un recurso natural renovable. Este aprovechamiento, que por tanto supone un servicio tanto al ecosistema como a la sociedad (Quirós-Fernández et al., 2017), no resulta prescindible hoy en día.

El caso más representativo es el del jabalí, que se encuentra de actualidad por la re-emergencia de la peste porcina africana en Europa (Boklund et al., 2018). En las últimas décadas, las poblaciones de jabalí se han multiplicado en toda Europa (Massei et al., 2015) dando lugar a daños a la agricultura, a accidentes de tráfico y otros riesgos para la salud pública, a problemas derivados de la presencia

de jabalíes en zonas urbanas, pero sobre todo a crecientes conflictos con la ganadería y la sanidad animal. El jabalí se ha convertido en una especie-problema o especie-plaga en toda Europa (Sánchez 2018). El continuo crecimiento de las poblaciones de jabalí se vería acelerado en ausencia de caza. En Asturias, donde el crecimiento anual de las poblaciones de jabalí fue del 6 % entre 2000 y 2014, se calcula que en ausencia de caza dicho incremento hubiese sido del 40 % anual, dando lugar a un crecimiento exponencial de la población de jabalí (Quirós-Fernández et al., 2017, Fig. 1). Es decir, la presión cinegética actual no basta para estabilizar las poblaciones de jabalí, pero contribuye de forma muy significativa a su regulación.

Por todas las razones anteriores, parece sensato trabajar desde la academia y las administraciones para asegurar la pervivencia de la caza como actividad generadora de ocio y cultura, de riqueza y de equilibrio en el medio natural. Esto, sin embargo, conlleva también regular aquellos aspectos que no casan con el papel positivo de la caza, tales como la alimentación suplementaria o la gestión de los residuos de caza, entre otros. La caza solo sobrevivirá si los demás sectores del medio rural la perciben como un aliado.

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