La gestión cinegética es el fundamento de la reposición por la caza

Muchos cazadores cuando abatimos alguna pieza, envidiamos lo bonito que sería poder hacer como los pescadores y soltar de nuevo la presa a la vida del agua. Muchos pensamos ¡ojalá! pudiéramos devolver, como ellos, las aves volando al cielo o la liebre a su carrera sobre el suelo.


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Existe la caza científica, que no es cruenta porque captura con vida, y así la practicamos también en otras modalidades de caza, como la caza con red o las capturas de trampeo, condicionadas éstas a la posible suelta cuando el animal capturado no sea la especie diana a controlar, o cuando la trampa es para capturar especies a marcar y contar. Pero la caza globalmente es distinta: la caza lleva consigo el abatimiento de la especie a la que mancillamos de sangre porque nuestra actividad es cruenta, como lo es p. e. la cirugía que también produce sangre, pero nunca la caza debe ser cruel, pues esta última es una condición de hombre malvado, que no del cazador racional que abunda y que de vez en cuando suele pensar «si pudiera, la devolvería a la vida ahora mismo». Esta situación nos la dio pensada el filósofo.

La gestión cinegética es el fundamento de la reposición por la caza

Rampas oscilantes colacadas por la Federación Catalana de Les Terres de LÉbre y FEDENCA en los canales de riego, para salvación de patos pequeños

Ortega, en el célebre prólogo al libro «Veinte años de Caza mayor», del conde de Yebes, profundiza en este asunto de muerte y caza. «Pertenece al buen cazador un fondo inquieto de conciencia ante la muerte que va a dar al encantador animal» dice, «no tiene una última y consolidada seguridad de que su conducta sea correcta, pero tampoco está seguro de lo contrario». Después de escudriñar en todos los conceptos y llevarnos el filósofo de la mano de su sabiduría nos hace llegar a la conclusión de que «La muerte es esencial porque sin ella no hay auténtica cacería; la occisión del bicho es el término natural de esta y su finalidad: la de la caza». Y remata el argumentario con esta máxima o apotegma: «En suma, que no se caza para matar; sino al revés, se mata para haber cazado. Si al deportista le regalan la muerte del animal renuncia a ella. Lo que busca es ganársela, vencer con su esfuerzo y destreza al bruto arisco…».

Ante la imposibilidad de cazar sin matar, aunque algunos hayamos hecho y hagamos cazas incruentas —anillamientos—, la esencia de la caza viene en la definición más generalista que todas las leyes dan de la acción de cazar: «La ejercida por el hombre mediante el uso de artes, armas o medios para para buscar, atraer, perseguir o acosar a los animales definidos como piezas de caza, con el fin de darlos muerte, apropiarse de ellos o facilitar su captura por terceros». Lo dice el filósofo con esencia, lo dicen todas nuestras leyes de caza en su definición y lo sabemos todos los cazadores: Con carácter general para cazar hay que matar animales y no podemos evitarlo.

La reposición de la caza

La gestión cinegética es el fundamento de la reposición por la caza

Aprovisionando agua para la fauna

Hay alrededor de este asunto de la caza con muerte habitual lo que yo llamo la teoría de la reposición, que consiste en este planteamiento que desarrollo a continuación tan sencillo y desnudo de retórica seductora, sobre todo si lo comparamos con las inconmensurables ideas del filósofo, y con las conclusiones que hayan dado a lo dicho en el prólogo tantos y buenos pensadores y escritores como los que han desmenuzado el prólogo. Hablando del prólogo, no puedo por menos de recordar en La caza de la perdiz roja cuando Delibes (el cazador) le habla a Juan Gualberto El Barbas y le va contando conclusiones de lo dicho por Don José Ortega en el prólogo. En algún momento el Barbas responde como un hombre sabio y primitivo con otra pregunta: «¿Ese Don José era por un casual una buena escopeta?— Era una buena pluma». «¡Bah!» contestó El Barbas como con desprecio.

La teoría de la reposición es algo tan simple como esto: Yo voy a cazar y abato a un animal al que ya no puedo devolver la vida, por mucho que lo intente. Para reponer esa vida de perdiz cazada, que es única y que ya no vuelve a la vida, solo puedo compensarlo fomentando vidas de perdices silvestres idénticas a ella. El cazador a través de la gestión cinegética en su coto consigue disminuir la mortalidad de los pollos, por ejemplo al crear espacios de refugio con siembras específicas y construir caballones para protegerlos de la predación en general ya que a la mayoría de los predadores no nos permiten controlar, ya que solo puedo hacerlo sobre seis de los cincuenta y cinco que tiene la perdiz roja. Si por otro lado ponemos agua para que la pollada se desplace lo menos posible para beber y echamos comida en épocas puntuales, cazamos un cupo limitado y vedamos en las temporadas malas, no hay duda de que sobrevivirán más perdices que si no hacemos esas gestiones cinegéticas.

Pues, esas perdices a mayores, vivas gracias a los cuidados de gestión, son las que yo mentalmente suelto y repongo en mi campo de caza, para compensar a cada una de las que abato y no puedo devolver a la vida.

La gestión cinegética es el fundamento de la reposición por la caza

Caballones hechos por la Federacion Navarra en Corella. Proyecto ‘Estrategia esteparias y Perdiz Roja’
La gestión cinegética es el fundamento de la reposición por la caza

En 1 m2 sin biocidas = 300 insectos, imprescindibles para los pollos (10 veces más que con biocidas)

En la conferencia inaugural del I Congreso Ibérico de Ciencia Aplicada a los Recursos Cinegéticos (CICARC), que se celebró del 1 al 3 de julio, al finalizar mi intervención mencioné esta teoría de la reposición para dar una visión sobre algunos aspectos de la caza de los que se habla menos. Había allí bastantes cazadores, pero el núcleo principal de asistentes era un foro de investigadores, de los cuales la mayoría no caza, aunque ninguno es ajeno a ella, pues la práctica totalidad de los presentes se han dedicado voluntariamente a estudiarla.

Lo mejor que le puede ocurrir a la caza es que salga al escaparate de la sociedad adornada con la túnica de la ciencia, en un momento en el que predomina la maledicencia más analfabeta acosando a la actividad cinegética. En ese congreso, la caza y la ciencia que la estudia han sido prevalentes, ensalzadas y aplaudidas en todas las intervenciones. Un manipulador y anticaza no puede manchar la grandiosidad evidente del congreso más importante sobre la caza de estos tiempos. Los cazadores debemos estar agradecidos a que la ciencia se preocupe por la caza. Tenemos muchos cómplices para el bien y en este caso, el bien también conspira.

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